La guerra al terrorismo ha hecho renacer la idea según la cual la tortura sería un medio eficaz para luchar contra el terrorismo. Esa es la tesis sobre todo de Mirko Bagaric y Julie Clarke de la Deakin University. Su postulado de partida es que en caso de que se coloque una bomba de tiempo en cualquier lugar, sería legítimo entonces torturar a las personas de las cuales no hay dudas de que estén implicadas en el atentado. La idea básica de ese argumento consiste en que la tortura permite obtener informaciones confiables. Ahora bien, cuando se tortura a alguien, se le puede matar u obtener informaciones que la persona revelará para que cesen los sufrimientos, pero que serán falsas o difíciles de verificar.
Los torturadores nunca pueden saber cuándo deben detener la tortura. ¿Cuándo han obtenido todas las informaciones posibles? ¿Cómo saber si son ciertas? ¿Es necesario continuar la tortura hasta verificar las informaciones obtenidas? Esa falta de posibilidad de verificación rápida excluye en todo caso la hipótesis de la bomba de tiempo. Además, ¿cuándo se puede decir que se está «seguro» de que alguien está implicado?
La legalización de la tortura tendría un efecto sobre toda la sociedad ya que semejante práctica obligaría a formar especialistas y a construir infraestructuras dedicadas a disponer de un cuerpo de profesionales cuyo oficio sería la tortura. ¿Cómo pretender que rechazar la tortura si puede salvar a inocentes es inmoral mientras que se estimula a toda una parte de la sociedad a convertirse en verdugos? Este argumento es falso, tanto moral como legalmente.

Fuente
The Age (Australia)

«Torture is inhuman, illegal and futile», por Sarah Joseph y Marius Smith, The Age, 17 de mayo de 2005.