Ante la tranquilidad pasmosa de los medios que sólo reproducen, hasta con algarabía, las declaraciones de Carlos del Solar, presidente de la Sociedad Nacional de Minería, Petróleo y Energía, se está produciendo, reiteradamente, una matonada que inquieta muy mucho. ¿Qué dijo este empleado de Hunt Oil?: “El Ejecutivo debe dar las garantías para controlar a la masa azuzada por terroristas y restablecer el estado de derecho en la minería y en todo el país; de lo contrario, no habrá inversiones, pues estas se van a retraer”. ¿Cómo se lee?: Si el Estado no ordena el apaleamiento, enjuiciamiento o apresamiento de los protestantes, la minería sacrosanta no invierte. ¡Un chantaje a secas!

En Espinar, pobladores que trabajan en la Mina Tintaya de Billiton, efectuaron actos de protesta. Nótese que los medios consignan las voces de los mandones mineros pero nadie pregunta a los habitantes de la verdadera razón de sus protestas y si éstas tienen fundamento. Puesta la noticia así en conocimiento público, pareciera que los malos de la situación son los habitantes de Espinar y los benefactores, los chicos buenos y maravillosos, los de la Mina Tintaya. El maniqueísmo no puede ser más evidente como aberrante.

Me contaba ayer un ingeniero que radica en Cajamarca, que ha venido a Lima a litigar en el Poder Judicial capitalino porque la ciudad nor-andina, está virtualmente tomada por Yanacocha. Hasta las piedras han sido compradas. Con cancerberos muy bien pagados en dólares, con agentes en todas partes Yanacocha ha logrado insertarse en la vida cajamarquina y hasta fletan partidos, clubes, organizaciones de múltiple índole, con tal que opinen o marchen a favor de la contaminante explotación minera que allí sí tiene un símbolo y una mancha: Choropampa.

Entonces, orondo y mofletudo, dueño de un despotismo producto del dinero que obtiene como un simple empleado de Hunt Oil, Carlos del Solar, brama porque se establezca un Estado represor, como si los trabajadores tanto en Tintaya como en Yanacocha, fueran intrusos o invasores o pedilones de limosna, cuando no son sino hombres y mujeres valientes en defensa del medio ambiente y del derecho a vivir sin contaminación y sin los abusos corruptores de que son notorias expresiones las empresas mineras y toda la tropa alquilada para ese protervo fin.

Los medios destacan que la minería contribuye con ingentes ingresos al Erario nacional. Pero, que yo sepa, hasta hoy, ninguno ha denunciado cuántos hombres o mujeres están muriendo en esas mismas minas y cuan comprometido está el Perú por la explotación salvaje de recursos no renovables. ¿Vale más el dólar o la divisa que un peruano? ¿Es esto lo que nos quieren enseñar como modernización todos los que tienen hasta la conciencia comprada para difundir bondades que sólo se verifican en sus bolsillos cada fin de mes? ¿Y el pueblo, que se joda como siempre?

Las misiones que parten de Lima y que se llaman comisiones de alto nivel, van con un esquema prefigurado: calmar los ánimos, que los cholos no fastidien tanto porque hay que dejar trabajar a las minas. ¡El vasallaje y sumisión mental no pueden ser más oprobiosos! ¿No son compatriotas los de Espinar o los de Cajamarca, tan peruanos como cualquiera de nosotros? De repente hasta lo son más, porque aquí tenemos muchos peruanos bamba con el corazón en cualquier otra parte.

¡Solidaridad con los pobladores de Espinar y Cajamarca porque son trabajadores que necesitan ser oídos! Mientras que el Perú consista en una entelequia manejada con los conceptos que Lima cree son los correctos para el resto del país, seguiremos con esta fragmentación criminal que hace que no seamos sino un rompecabezas indigesto de múltiples, distintos y hasta encontrados intereses, sin norte ni orientación de ninguna especie.

¡Atentos a la historia; las tribunas aplauden lo que suena bien!

¡Ataquemos al poder; el gobierno lo tiene cualquiera!

¡Hay que romper el pacto infame y tácito de hablar a media voz!