Jorge Contreras, Sin título

Globalización

Los nuevos esquemas globales han dado paso a un mundo de excluidos, de desigualdad mundial, donde el ingreso del 1% de la población (los más ricos) equivale al del 75% más pobre. El 10% más rico de la población de USA (25 millones de personas), tiene tantos ingresos como el 43% más pobre de la población mundial (2000 millones de personas).

La realidad de la globalización es que aproximadamente el 30% de los intercambios económicos mundiales se realizan entre las grandes empresas y sus filiales en otros países, al interior de las trasnacionales, para su beneficio y crecimiento. Otro 30% se realiza entre esas mismas grandes trasnacionales. Un diálogo de monstruo a monstruo, la verdadera definición de la "inclusión". La globalización es un esfuerzo de enormes poderes económicos que buscan derribar las barreras nacionales para imponerse y expandirse libremente, con una lógica propia de supervivencia, elementalmente implacable.

Los nuevos paradigmas globales responden, a los intereses hegemónicos de grandes trasnacionales, en su búsqueda por el dominio de los mercados mundiales. Estos esfuerzos concentran las riquezas en un reducido número de países. Los países de la OCDE, con sólo un 19% de la población mundial, concentran el 58% de las inversiones extranjeras y el 71% de intercambios mundiales de bienes y servicios.
Las posibilidades de desarrollo e "inserción", para los países pobres, se postulan en términos de su ingreso a la llamada "Sociedad del Conocimiento". Pero la realidad indica que no solamente se han profundizado las diferencias en la distribución mundial de la riqueza, sino que estas brechas se reflejan también en desigualdades en la distribución y acceso al conocimiento y nuevas tecnologías. El conocimiento es asunto de poder.

¿La ciencia es neutra?

Al igual que la riqueza, la ciencia está dividida en dos mundos. El acceso al conocimiento dista de ser democrático. A pesar del aumento constante de la riqueza planetaria, la mitad de la humanidad vive con menos de dos dólares por día, y hay en el mundo 876 millones de analfabetos donde el 64% son mujeres. En los países de América latina y el Caribe hay 42 millones de analfabetos donde el 55% son mujeres, que pertenecen en su mayoría al 20% más pobre de la población. Los países pobres invierten menos del 1% del PIB en I+D, y los países ricos, entre 2 y el 3%.

El número de científicos por cada millón de habitantes de los países en desarrollo es entre 10 y 30 veces inferior al de los países desarrollados. Así, América latina y el Caribe tienen menos de 150.000 investigadores, 3,5% del total mundial, mientras que en los EEUU se aproximan al millón (cerca del 25% del total mundial), y el 90% de las personas que participan en actividades científicas y tecnológicas residen en los siete países más industrializados del mundo. El 91% de los usuarios de Internet se concentra en los países de la OCDE. Además, un 93,3% del total mundial de Internautas pertenece al 20% de la población más rica y sólo un 0,2% a los más pobres. [1] [2]

Mientras que la realidad muestra que el avance de la globalización y el advenimiento de la supuesta Sociedad del Conocimiento sólo han servido para profundizar las desigualdades, los nuevos esquemas se postulan sobre los ideales de democracia y libertad, y sobre la posibilidad de la "inclusión" de los países más pobres en los nuevos paradigmas.

Si el poder se relaciona con el conocimiento, la posibilidad de la democracia y la libertad, a nivel mundial, implican una participación igualitaria en su producción, acceso, absorción y uso social. Pero los países pobres, con diferentes grados de desarrollo en sus fuerzas y relaciones productivas, no tienen las capacidades suficientes para participar en este proceso. Y menos aún, cuando el conocimiento se utiliza como instrumento de dominación, y no para cerrar las brechas, en un contexto donde se evidencia que la minoría de "incluidos" son sus amos, los dueños del conocimiento, y la mayoría son los excluidos, que comienzan a darse cuenta de la imposibilidad de la inclusión en ese esquema. Las contradicciones del discurso de inclusión ponen en peligro la gobernabilidad y la paz del planeta.

El discurso de democracia y libertad entra en crisis cuando choca con la realidad de la exclusión y cuando se ponen de manifiesto sus contradicciones. Son signos inquietantes de la crisis, desde los mismos centros de poder, el descontento social frente a las claras violaciones del discurso, en hechos como la Guerra de Irak, que pusieron impúdicamente al descubierto la fragilidad de los argumentos y la validez de los principios que orientan supuestamente la acción política y sustentan la "ética democrática y de libertad", y las relaciones que mantienen el frágil equilibrio mundial.
Una de las posibilidades para la "inclusión" se encuentra en las ideas de la "Ciencia y la Tecnología para el Desarrollo", ciencia como herramienta para luchar contra la pobreza. El conocimiento es la base para el progreso, la paz y el equilibrio mundial.

En este sentido, el Día Mundial de la Ciencia para la Paz y el Desarrollo fue proclamado por la Unesco en 2002, con objetivos que apuntan a nuevos compromisos éticos, al uso de la ciencia en beneficio de las sociedades, para la erradicación de la pobreza y en pro de la seguridad humana.

Ciencia para la paz y el desarrollo

La Ciencia para la Paz y el Desarrollo es una idea esperanzadora que denuncia una carencia de una agenda mundial de desarrollo social, que debería impulsarse con los planes regionales de integración, hasta ahora reducidos al plano económico. Los nuevos paradigmas globales responden a los intereses hegemónicos de grandes trasnacionales, en su búsqueda por el dominio de los mercados mundiales.

La idea de que la ciencia es "neutra", que el avance del conocimiento debe ser libre, como actividad creadora que no puede supeditarse a la política o la economía, es una postura ingenua. Especialmente desde nuestros países de la periferia, es fundamental implementar políticas de desarrollo científico que permitan el impulso social con mayores oportunidades del conocimiento, y su utilización en la lucha contra la pobreza y la mejora de la calidad de vida. La actividad científica requiere de políticas que lo orienten, para que pueda ponerse al servicio de la Paz y el Desarrollo, tanto a nivel de las naciones, como a nivel global.

Las guerras han demandado tecnología; han requerido de los mayores esfuerzos de destacados científicos para crear instrumentos destructores. La bomba atómica, los submarinos, los misiles, y otras tantas maravillas tecnológicas alimentaron los cementerios en el siglo XX y continúan haciéndolo en el XXI.

En sentido inverso, las catástrofes naturales han impulsado la comprensión de la naturaleza. La geotectónica, vulcanología, oceanografía, sismología y otras disciplinas científicas, han presenciado los devastadores efectos de la acción de la naturaleza, ante un hombre sorprendido e impotente, que crece, gracias al avance de la ciencia, en la comprensión de la naturaleza y la organización de la vida urbana, de las construcciones y los materiales, a fin de minimizar los efectos devastadores de los desastres naturales.

En el primer ejemplo, la demanda de ciencia y tecnología la impone el hombre en su irracionalidad que lo lleva a destruir a su semejante, la demanda es la muerte. En el segundo caso, la demanda la impone el afán de superar las limitaciones que tiene el hombre en su paso por la Tierra, la demanda es la vida.

¡Vaya contraste ético en el empleo del conocimiento!
No siempre los poderosos respetan los principios éticos, que supuestamente sostienen los ideales democráticos de igualdad, de desarrollo equitativo y de respeto a los derechos humanos, especialmente en las situaciones apremiantes. La ética es una necesidad para los oprimidos y una opción para los poderosos, pero, sin firmes principios éticos, no lograremos nunca transitar la actual prehistoria de la humanidad.

La Paz y el Desarrollo son condiciones disfrutadas, en la nueva era de la Globalización, por un mínimo porcentaje de la población del planeta. Para que la Ciencia pueda servir de herramienta para cerrar brechas entre ricos y pobres, requiere de acciones concretas que permitan la democratización del conocimiento y el acceso equitativo a las nuevas tecnologías.

La postura ética que implica el enunciado de la ciencia para la paz y el desarrollo, es un avance frente a las posturas tradicionales, representadas por organismos multilaterales que han cuestionado anteriormente, por ejemplo, la conveniencia de la financiación de programas en el área de Ciencia y Tecnología en los países en vías de desarrollo. El argumento básico, que se impuso a partir del consenso de Washington, es que la ciencia es muy costosa y requiere de grandes esfuerzos, y en consecuencia sólo se justifica en los países desarrollados, mientras que la tecnología puede ser para todos, gracias al libre mercado, en un mundo de economía globalizada.

Jorge Contreras, Sin título

Lo cierto es que, desde los países de la periferia, la nueva postura de la ciencia para la paz y el desarrollo, debe ser abrazada como una necesidad. Aun reconociendo las dificultades de la globalización, no podemos esconder nuestras debilidades detrás de un discurso antiglobalización, más bien debemos construir y aprovechar oportunidades relativas a los recursos que cada país tiene, y que deben negociarse con un fuerte sentido de la oportunidad.

Se hace necesario proponer, junto a estrategias de acelerado aprovechamiento de las ventajas nacionales, la integración y fortalecimiento de mercados regionales, así como el impulso de estrategias de democratización de la globalización mediante la intervención y el fortalecimiento de organismos internacionales que velen por la lucha contra la pobreza y la búsqueda de la igualdad.

Al igual que en otros países de la región, las iniciativas que buscan la inserción en los nuevos paradigmas económicos, son muy recientes en Venezuela y comienzan con un proceso puramente formal y enunciativo de sistemas nacionales de innovación que, en la práctica, no tienen un sustento real en el desarrollo de la fuerza y organización productiva, social e institucional. La situación de retraso y exclusión con respecto a los verdaderos procesos de innovación, exige del Estado la necesidad de empezar por innovar en la formulación de políticas, estrategias y esquemas de gestión pública novedosos y creativos, que permitan, si no la consolidación inmediata de un verdadero Sistema Nacional de Innovación, (meta de mediano o largo plazo), el aprovechamiento estratégico de las ventajas comparativas y fortalezas del país, para desarrollar sectores de oportunidad y fortalecer circuitos innovadores, ya existentes o potenciales, con el fin de competir en el mercado nacional, los mercados regionales y globales a corto plazo, y lograr un rápido impacto en la reactivación de la economía, el crecimiento productivo, la creación de empleos y la mejora de la calidad de vida.

Cooperación científica y multipolaridad

La política venezolana busca la multipolaridad a partir de estrategias regionales, acuerdos con la OPEP, Europa, el G-15 y G-77, entre otros, para impulsar alternativas de crecimiento y posicionamiento del país, extremadamente dependiente de su principal socio comercial, USA. Se trata de consolidar acuerdos que permitan integrar ventajas comparativas y competitivas del entorno regional, a fin de cerrar brechas en los niveles de desarrollo de los países, e impulsar su inserción competitiva en un diálogo más equitativo con el primer mundo.

Lamentablemente, las políticas de "cooperación científica" no responden eficazmente a estos propósitos. Por muchos años, se han dispersado en el establecimiento formal de gran número de convenios, la mayoría inoperantes en la práctica. La mayor parte de los intercambios se establece con países desarrollados, siendo casi nula la movilización de científicos a nivel regional. Los convenios de cooperación se conciben en términos de becas, "ayudas" y financiamiento, principalmente de países europeos. En muchos casos se orientan según prioridades ajenas a las nacionales, derivando en fuga de talentos o en el aislamiento de los científicos, que desarrollan generalmente sus labores, más en conexión con laboratorios extranjeros que con las demandas del país.

La movilización es prácticamente unidireccional, de investigadores venezolanos hacia países desarrollados, no existiendo una verdadera cooperación, con impacto en el fortalecimiento de las capacidades nacionales. A través de los convenios, en cambio, estos países aprovechan el talento venezolano, a costos muy bajos, en el desarrollo de proyectos propios. También establecen, con el tiempo, herramientas indirectas de penetración, a partir de la consolidación de redes de ex becarios que regresan al país, potencialmente estratégicas para sus políticas de expansión. La cooperación es asimétrica, y el país no ha logrado aprovechar su potencial para fortalecer planes de desarrollo.

Las políticas impulsadas en Venezuela desde 1999, buscan hacer realidad el enunciado de la "Ciencia para la Paz y el Desarrollo". Al igual que en el escenario internacional, también a nivel nacional, esta nueva postura ética se enfrenta con numerosos obstáculos y resistencias.

Ciencia y tecnología en Venezuela

La Constitución de 1.999, la creación del Ministerio de Ciencia y Tecnología (MCT), el mismo año, la promulgación de la Ley Orgánica de Ciencia, Tecnología e Innovación (Locti), en 2001, entre otras iniciativas, exponen claramente, por primera vez en el país, la más clara intención política del Estado venezolano de valorar y utilizar la Ciencia, la Tecnología y la Innovación como motores para el desarrollo económico y social, acompañándolo en 2001 con el mayor presupuesto destinado a CyT en el país, superior al 0.5% del PIB. Esas políticas pusieron de relevancia la intención de ingresar en la llamada "Sociedad del Conocimiento" y de adaptarse a los nuevos paradigmas mundiales en la organización y la producción, con criterios de equidad social.

Esto puso sobre el tapete, por primera vez a nivel de políticas explícitas de Gobierno, la necesidad de fomentar una "cultura" de la Innovación, y de asegurar el ambiente propicio para desarrollarla, con el fin de aumentar la calidad del conocimiento y la competitividad de las empresas del sector productivo nacional y de mejorar el nivel de calidad de vida de la población.

Esta voluntad política se enfrenta con contradicciones y debilidades gerenciales, así como con el gran reto que impone la situación real del país, caracterizada por un gran retraso, a nivel social e institucional frente a las demandas de desarrollo e ingreso en la Sociedad del Conocimiento. Sin embargo, las ventajas comparativas del país, esencialmente petrolero y con abundancia de recursos naturales y energéticos, permiten ser optimistas en cuanto al potencial rol del Estado y del establecimiento de políticas adecuadas, en función de revertir esta situación de debilidad socio-institucional en un plazo relativamente corto.

Los obstáculos para instalar un escenario propicio para la Innovación, son, en Venezuela, producto de una situación compartida con numerosos países del tercer mundo. Se pueden citar: la inestabilidad política y económica, el bajo nivel educativo de la población en general (el nivel educativo promedio de la fuerza laboral venezolana es de quinto grado de primaria), la poca utilización o desempleo del talento humano altamente capacitado existente en el país, la debilidad institucional en el sector del Gobierno, la poca demanda de ciencia y tecnología nacional por parte del sector empresarial y también del sector gobierno, la insuficiente capacidad de desarrollo científico y tecnológico acompañada de subutilización de la oferta existente, el bajo desarrollo de redes de cooperación institucionales, productivas, sociales y , en general, el bajo desarrollo del capital social.

El problema principal no parece residir sólo en la falta de inversión pública para enfrentar estos obstáculos. Un ejemplo de ello ha sido la inversión en Ciencia y Tecnología en Venezuela, que, hasta 1998, osciló anualmente alrededor del 0.25% del PIB, y en 2001 aumentó significativamente, superior al 0.5% del PIB. Aunque esta inversión puede considerarse baja (la Unesco recomienda un 2% del PIB y los países desarrollados invierten más del 3%), lo cierto es que, durante largos años, tampoco se apreció un real impacto del gasto público efectuado (casi la totalidad de la inversión nacional, ya que el sector privado invierte poco o nada en esta área), ni un retorno apreciable en indicadores que demostraran su incidencia concreta en la solución de problemas específicos ni en el desarrollo económico y social del país.

Si la inversión es escasa, es necesario incluir planes que conduzcan a resultados específicos y de corto plazo, incentivando la participación activa del sector productivo. En este sentido, desde la creación del MCT se fijaron áreas de desarrollo estratégico inmediato (sin abandonar la oferta y el fortalecimiento de otras áreas, incluyendo las que tradicionalmente han recibido apoyo, como las ciencias básicas), para lograr resultados de impacto a corto plazo. Principalmente, se concentraron esfuerzos en las áreas de Tecnologías de Información y Comunicación (TIC), Energía y Agroalimentación. En estas áreas se inició con gran fortaleza, la formulación y ejecución de proyectos que atiendan problemas específicos de la realidad nacional, con un cambio en las estrategias y objetivos de la inversión, destinados a:
 a) Incentivar la demanda de ciencia y tecnología por parte de los sectores productivos, públicos, y de la sociedad en general, sin abandonar el fortalecimiento de la oferta.
 b) Fortalecer las capacidades de los sectores productivos, públicos y de la sociedad en general, para la producción, absorción y utilización del conocimiento, la ciencia y la tecnología.
 c) La estructuración de redes de cooperación productiva y social. Estas redes son el sustrato necesario para el desarrollo del Sncti, las bases para el fortalecimiento del Capital Social y el paso a los cambios organizacionales, sociales y productivos, que caracterizan a la Sociedad del Conocimiento.

Innovación y gobernabilidad

En el desarrollo e implementación de estas estrategias para la ejecución de proyectos concretos, se encuentra otro de los grandes obstáculos para la innovación: la inadecuación de nuestras instituciones públicas y su baja capacidad de ejecución para implementar políticas y responder a las nuevas exigencias del entorno. De allí se desprende la necesidad imperiosa de lograr un cambio de paradigma en los modelos de gestión pública, fortaleciendo, internamente, la consolidación de instituciones flexibles, con capacidad de adaptarse dinámicamente a las demandas del entorno para la ejecución de sus políticas y de introducir los cambios necesarios en su organización para responder a esta demanda de manera eficaz y eficiente.

Frente a las grandes dificultades de las instituciones gubernamentales, que se han revelado incapaces desde hace muchos años, de mostrar logros visibles en la ejecución de las nuevas políticas, la creación reciente de estructuras paralelas a las ya existentes (las "misiones", la proliferación de nuevos Ministerios de Estado), son un esfuerzo con impactos generalmente positivos por su atención directa a la población, pero con dificultades para su consolidación.

Es de temer que, en lugar de sortear las debilidades institucionales existentes, éstas se reproduzcan o reafirmen, con el aumento del gasto público, la dispersión de la inversión y la contradicción de tareas entre instituciones. Aun faltan por mencionar dificultades relativas a la corrupción, tan presentes en el país desde hace un par de décadas, que hoy parecen continuar mellando la acción pública.

Es urgente encarar la transformación de las organizaciones gubernamentales. Y el cambio organizativo que se requiere debe responder a un nuevo modelo de gestión pública, acorde con los objetivos deseados de desarrollo endógeno e inserción global.

El rol principal del Estado no es el de formular políticas e implantarlas de manera vertical, consolidar la oferta y otorgar fondos públicos, sino el de promover la participación de todos los actores para la construcción conjunta de las políticas y la planificación, coordinar su actuación en la ejecución, fortalecer la oferta, incentivar la demanda y promover la participación del sector privado en el financiamiento y desarrollo de las actividades de ciencia y tecnología. Es un rol mucho más activo, que exige fortalezas institucionales, para la promoción, negociación, articulación de redes, monitoreo del entorno y evaluación y seguimiento de la gestión. Este cambio acompaña un nuevo modelo de producción y apropiación social del conocimiento, basado en la vinculación de la oferta y la demanda, en formas de organización más horizontales, estructuradas en redes de cooperación, con la utilización intensiva del capital social, la valoración del talento humano, el uso de nuevas tecnologías y de la innovación en todas sus formas.

[1Lema, Fernando "Sociedad del Conocimiento: Nuevos Desafíos Para El Desarrollo Sostenible, Equitable y Solidario de La Sociedad", dic 2004, http://www.gobernabilidad.cl

[2Genatios, Carlos y Lafuente, Marianela "Ciencia y Tecnología en América Latina", ediciones OPSU, 2004).