Tropas alemanas de la Wehrmacht liquidando civiles en Pancevo, 1941.
Photograph: Gerhard Gronefeld
Pancevo, 22. April 1941
DHM, Berlin.

El mes enero del 1945 para el Wehrmacht (ejército alemán), fue lo mismo que el mes de junio del 1941 para las tropas soviéticas.

Había una clara superioridad por parte del Ejército Rojo en la aviación y en la técnica de combate, así como una potencia nunca antes vista en la artillería de reacción; miles de rostros de prisioneros de guerra, traducían la desesperación de ver el avance mortífero de los blindados rusos, conjugado con el horror sentirse cercados. Los que habían planificado establecer el «nuevo orden» en la tierra eslava, estaban experimentando lo mismo en carne propia.

Aunque no con la misma arrogancia, fruto de la embriaguez por el «blitzkrieg», que los hacía carcajearse mientras posaban, teniendo como telón de fondo las ruinas de las ciudades y poblaciones soviéticas, o a ahorcados y fusilados, las tropas alemanas se consideraban vencedoras. Mientras, el Ejército Rojo, que había resistido y se había fortalecido en las crueldades de los combates, castigaba con un lazo de odio, formado por sus frentes, que poco a poco iban cortando la respiración del principal país del bloque fascista.

En ello había una dosis de justicia, pues se trataba de una retribución legítima, por las sangrientas huellas que habían dejado en la tierra soviética el invasor, así como un aleccionador ejemplo para quien en el futuro se atreviera a marchar sobre Rusia...

Encabezaban esta «avalancha reivindicatoria» soviética los Primeros Frentes Bielorruso y Ucraniano. Sus tropas, hoy hace 60 años, llevaron a cabo, durante las frías noches de enero del 45, una de las más destacadas operaciones ofensivas de la Gran Guerra Patria, la Operación Visla-Oder.

En realidad esta operación podía tener hoy en día un título diferente, el de Visla-Berlín, pues todo indicaba que desde su primerísimo instante, su fin era alcanzar Berlín.

Un líder de confianza

El acto que refrendó la confianza expuesta en el subtítulo, era el 0220263, dado a los 12 días del mes de noviembre de 1944. Fue justamente este decreto del Puesto de Mando Superior que designó al Mariscal de la Unión Soviética Georguy Jukov, como comandante del 1er Frente Bielorruso, sustituyendo a otro Mariscal, Konstantín Rokosovsky, el cual asumía el liderazgo del 2º Frente Bielorruso. Para cualquier alto oficial de los años de la guerra tales movimientos eran cosa normal.

Dos posters nazis de propaganda incitando la guerra total.

Comandar un frente era una cuestión muy importante, sólo que no se sabía cuando terminaría el plazo de esta tarea: podría dudar un mes, podría durar un año, todo dependiendo de un conjunto de motivos y circunstancias. Entre ellas la decisión del Estado Mayor ; claro que tampoco era un secreto quién era el que en realidad tomaban la decisión final.

El Mariscal Rokosovsky, al igual que muchos otros altos oficiales de su rango, durante el tiempo que duró la guerra, tuvo varias de estas tareas. Desde junio de 1942 hasta febrero de 1944 él tuvo que comandar cinco frentes. El 2º Frente Bielorruso fue su sexta encomienda y eso, luego de estar durante diez brillantes meses a la cabeza del Primero.

Bajo su mando las tropas del Primer Frente Bielorruso, durante el verano de 1944, trajeron una derrota definitiva al potentísimo grupo de ejércitos «Centro» en Bielorrusia y persiguiendo al enemigo que se replegaba, avanzaron sobre Polonia. Podríamos preguntarnos ¿a qué vino esta redistribución de cuadros? Y la respuesta sería una: así lo decidió el Estado Mayor Superior.

Dicha decisión respetaba los dones militares de Rokosovsky y no significaba, en modo alguno, una censura a su desempeño, sin embargo, ya se presentía el triunfo y se estaba consciente del papel que en él jugaría Jukov. Stalin recordaba que fueron precisamente los esfuerzos titánicos de este jefe militar, su férreo aguante y firmeza, la seguridad y altísimas exigencias, que impidieron durante el invierno de 1941, que Moscú cayera en manos enemigas.

Por ende, según entendía Stalin, era justo y simbólico, que precisamente Jukov fuera el que tuviera la obligación de ocupar en el año 45 la capital del enemigo, transformándose así en el primer jefe de ejército soviético que entrara vencedor en Berlín. Era una gran prueba de confianza por parte del líder soviético hacia Jukov, es cierto, pero estaba plenamente justificada.

Un poster de propaganda soviético que propone terminar con Hitler, Leningrad, 1943.

El Puesto de Mando Superior confiaba que el éxito del avance de nuestras tropas en la operación estratégica de ataque que se avecinaba acercaría este gran acontecimiento y no sólo lo acercaría...

¿Cuáles eran los planes de Estado Mayor?

Nos hemos acostumbrado tanto a esta explicación estandarizada de estos movimientos en la jefatura de los frentes en la etapa final de la guerra y de las tareas que en enero del 45 llevaban a cabo nuestras tropas, que ni siquiera nos detenemos a pensar sobre determinados hechos que se produjeron hace 60 años. Su análisis conlleva a una serie de preguntas bastante difíciles y que nos conducen a determinados descubrimientos en el proceso de búsqueda de respuestas.

Por ejemplo, como es conocido, en término generales la campaña de las Fuerzas Armadas de la URSS en 1945 sólo tenía bien desarrollada su primera etapa: la ofensiva de enero. Este estaba previsto que se desarrollada desde el Báltico, hasta los contrafuertes sureños de los Cárpatos.

Sin embargo, hasta en los períodos más complicados de la Guerra, el Estado Mayor, tenía la preocupación de prever lo que sucedería con meses de antelación y resulta que aquí, ¡sólo se prestó atención a la operación de enero! Como si solamente se esperara un resultado: el añorado triunfo, después de cual eran inútiles planes ulteriores, pues ya no habría ninguna etapa nueva.

Habría que reparar en que de acuerdo con el plan de enero, el principal golpe en esta gran operación ofensiva se inflingiría en la dirección Varsovia-Berlín. Como se sabe, el principal, no siempre es el golpe decisivo. Pero he aquí un hecho interesante:

 los Primeros Frentes Bielorruso y Ucraniano estaban integrados por 2’204,000 personas (junto con la retaguardia), por más de 32,000 armamentos y morteros, por cerca de 6,500 tanques y dispositivos automáticos artilleros y,
 finalmente, cerca de 5,000 aviones de combate, es decir, la mitad de todos los tanques y aproximadamente una tercera parte de los armamentos y aviación de todo el Ejército Rojo.

La superioridad del mencionado número de combatientes y de la técnica de militar sobre el adversario era, por supuesto, mucho mayor, que la superioridad general en todo el frente germano-soviético.

¡¿Para qué el Estado Mayor tuvo que concentrar tal poderío en uno de los segmentos del frente, cuando en los otros también se producían combates encarnizados?! Las tropas del Tercer Frente Ucraniano, con dificultad repelían los contraataques de las tropas fascistas, que trataban de desbloquear uno de sus grupos cercado en Budapest.

Soldados hitlerianos capturados en Bobruisk, 1944.
DHM, Berlin
F 62/352.

No eran mucho más fáciles las tareas que debían realizar las tropas del Segundo y Tercer Frentes Bielorrusos y las fuerzas de la Flota Báltica, así como las de la Operación de Prusia Oriental. Y todos ellos, obviamente, necesitaban con urgencia el apoyo con personal, técnica y armas.
Pero el Mando Superior continuaba incrementando su poderío militar justamente en la dirección Varsovia-Berlín. Para entenderlo, es preciso recordar que en noviembre de 1944 en el Estado Mayor General comenzaron a desarrollar los primeros planes de ocupación de la capital nazi.

Pero como es sabido, cualquier plan debe estar fundamentado en datos concretos. Es difícil decir cuáles eran estos datos concretos que auspiciaban las expectativas de los oficiales del Estado Mayor de tomar la capital germana.

En aquella época el plan de la venidera operación Visla-Oder solamente estaba en fase desarrollo. Es probable que los resultados intermedios de esta ofensiva eran los que apoyaban esta posición. También era posible que teniendo en cuenta el poderío ofensivo con que se contaba se supusiera que el resultado final debería ser la toma de Berlín.

Y no por gusto, precisamente, se eligió a Jukov, muchos antes del comienzo de la operación, como comandante de las tropas del Primer Frente Bielorruso, cuyo objetivo era la capital de Alemania. No es casual tampoco, que los aliados, asombrados por el silencio prologado en el frente germano-soviético, se hayan preocupado, esperando de los rusos alguna trampa.

¿Qué querían los aliados?

Como es sabido de los manuales de historia, el comienzo de la ofensiva soviética, fue acelerado por la insistente petición de los aliados de aliviar su complicada situación en las Ardenas y Vosges.

Para ser fieles a la verdad histórica, habría que remarcar que la «complicada situación» era cotidiana para nuestros tropas; y, lo más importante, siempre se esperaba. Para impedirlo, era importante no perder la vigilancia y, por supuesto, la preparación combativa. Los americanos habían perdido una y otra cosas.

Los acontecimientos de diciembre de 1944 hicieron evidente su error de diciembre del 1941. Las Ardenas se transformaron para ellos en una especie de Pearl Harbor terrestre. Sin dudas, los norteamericanos, como incluso, los británicos, eran merecedores de lástima. Temprano en la mañana del 16 de diciembre, las tropas alemanas integradas por dos ejércitos de taques y un de infantería, comenzaron la ejecución del plan de «ofensiva decisiva», que en opinión de Hitler, debería ser providencial para Alemania.

El grupo de ejércitos alemanes «B», bajo el comando del Mariscal de Campo Walter Model, vulneró las posiciones norteamericanas y se avanzó profundo en la defensa del adversario.
Un importante aporte a la ofensiva lo tributó la 150ª Brigada de Tanques, liderada por el favorito de Hitler, el obersturmanfürer (teniente) de la SS.

Otto Skortseni, subordinado directamente al Führer. Los «tanquistas» de la principal división de Alemania, disfrazados con uniformes norteamericanos, utilizando tecnología militar y armamentos de punta, deberían ocupar los puentes sobre el río Maas y «llevar el desconcierto» a la retaguardia del enemigo.

El factor sorpresa funcionó y finalizando el día 24 de diciembre, los alemanes ya habían avanzado a la profundidad de 90 Km. Sin embargo, este fue el pico de su ofensiva y un punto crítico en los combates de Occidente. En principio Hitler no tenían muchas esperanzas de obtener un «gran triunfo» en las Ardenas.

Para él era fundamental alcanzar este éxito, que obligaran a los aliados de Rusia, a olvidarse de sus compromisos con Moscú y recordar los alcances del poderío alemán. Él confiaba que así destruiría sus planes posteriores y forzarlos a una reevaluación cardinal de sus posiciones en relación, no solamente de Alemania, sino de toda Europa.
El general Hasso von Monteifeld - comandante de uno de los ejércitos alemanes en las Ardenas - recordaría más tarde:
«Hitler consideraba que una operación exitosa no solamente le daría a Alemania un descanso providencial en cuanto a tiempo, al mismo tiempo que elevaba la moral de los alemanes, sino que influiría seriamente en la opinión pública de los demás países.

Fundamentalmente en los Estados Unidos y la Gran Bretaña. Para Hitler, las Ardenas deberían ser el punto de partida para enfrascarse en negociaciones por separado...» Lo que el fürer recibió es sabido por todos: una derrota más de sus tropas y un aislamiento aún más agudo.

Se conoce también que Stalin justificaba el comienzo adelantado de la ofensiva de las tropas soviéticas en la dirección Varsovia-Berlín con su intención de brindar apoyo a los aliados, los cuales estaban enfrascados en duros combates en Occidente. Sin duda alguna, los golpes de los dos frentes soviéticos en el Oriente tuvieron una muy positiva influencia en las dificultades de los aliados.

Pero hay otra cosa remarcable: ¡nadie le pidió ayuda a Moscú! Los conocidos mensajes secretos del Primer Ministro británico al líder soviético en realidad contenían comunicaciones acerca de los complicados combates en Occidente. Pero con todo y eso, Winston Churchill afirmaba que los aliados mantenía la situación bajo control. No había ahí, ni una palabra pidiendo una ayuda urgente. Bien, en realidad, sí hubo petición, pero encaminada a que Stalin esclareciera los planes ulteriores de la comandancia del Ejército Rojo.

Churchill literalmente le rogaba a Stalin que compartiera con él la información secreta, la cual prometía mantener en secreto. Tal insistencia de parte de Churchill no es difícil de comprender. Al perder Polonia, donde él quería ver el gobierno «pro-británico», que él mismo había criado, el líder inglés temía que fuera a perder también los codiciados Balcanes.

Es más, en sus preguntas al Primer Secretario soviético en cuanto a los planes del Ejército Rojo, no se sabe por qué, Churchill se interesaba mucho en las posiciones de las tropas soviéticas en Hungría y la preparación de la Prusia Oriental. Su atención fundamental estaba concentrada en el avance de las tropas soviéticas en el Visla, como si presintiera, que justamente en este segmento del frente, los rusos les preparaban una sorpresa a los aliados.

Para ocultar el objetivo real de la Operación Visla-Oder, Stalin cambió sus fechas de comienzo, motivando el avance de sus dos frentes, con la ayuda que se le ofrecería a los aliados. Dicha ofensiva, en poco tiempo, dejaría perplejo a Churchill por sus ritmos nunca antes vistos.

¡Berlín debe ser ocupado en febrero!

El 12 de enero de 1945 fue el punto de partida de los dos frentes soviéticos en el río Visla. Hasta el Oder sólo había unas cuantas centenas de kilómetros. En el camino de las tropas soviéticas el enemigo tenía más de 30 divisiones, 2 brigadas y la guarnición de Varsovia incluida en algunos batallones fortificados de infantería.

Además de ello, había cerca de 50 batallones independientes, distribuidos en guarniciones por distintas ciudades polacas. De los límites defensivos entre el Visla y el Oder, el más difícil para las tropas soviéticas, resultaba ser el primero, el del Visla.

Éste estaba firmemente ocupado por las fuerzas principales del grupo de ejércitos «А». Los demás límites deberían ser ocupados por las fuerzas del Vermacht, en caso de ser vulneradas por el Ejército Rojo. De esta manera era que los alemanes pretendían desangrarnos, impidiendo el avance de nuestras tropas hacia el Oder.

Un hecho que demuestra lo bien reforzado que estaba el límite defensivo del Visla es el siguiente. El 8º Ejército de Guardias del Primer Frente Bielorruso no tuvo oportunidad de vencer la zona táctica de resistencia del adversario en la fecha planificada que era el 14 de enero, primer día de su ofensiva, siendo imposible ocupar el límite que permitiría el paso del ejército de tanques.

El Primer Frente Ucraniano tuvo mayores éxitos. En cuatro días de ofensiva éste pudo penetrar a la profundidad de 100 Km. Y todo porque el comandante del frente no se aferró a su idea original de utilización de los ejércitos de tanques solamente para desarrollar con éxito la ofensiva hacia lo profundo de la defensa del adversario.

El primer día de operaciones él los dirigió a prestar ayuda a los ejércitos regulares.

A su vez, Jukov, no vinculaba los ejércitos de tanques con el combate dirigido a vulnerar la defensa del contrincante. Él conseguía que esta tarea fuera cumplida por las tropas generales por sí mismas, utilizando con habilidad los recursos con los que contaba. La fortaleza con que se aferraba a sus convicciones originales estaba implícita en la situación del 8º Ejército de Guardias.

En vez de proporcionar a la infantería una «coraza», el Mariscal optó por no involucrar al Ejército de Tanques.
Y este no es el único ejemplo que testimonia las distintas visiones de los comandantes en cuanto al uso de la fuerza blindada.

El Mariscal Iván Kónev que comandaba el Primer Frente Ucraniano no permitía una separación muy grande entre las unidades de tanques del resto de la tropa, buscando así concentrar las fuerzas fundamentales, como él mismo decía en su «puño». Zhúvor, por su parte, exigía a los comandante de los divisiones de tanques que estos actuaran a una distancia considerable de las tropas generales.

Mientras Kónev planeaba que sus unidades avanzaran a un ritmo de 20-25 Km. diarios, como promedio, Jukov conseguía tempos de 40-45 Km.

Las altas velocidades de los ejércitos de tanques del Primer Frente Bielorruso, obviamente, no resultaban indiferentes para los comandantes del Primer Frente Ucraniano. En particular, viendo que Kónev había dado a su 3er ejército de tanques a un papel pasivo, su capitán general Pável Rybalko insistió que le permitieran ocupar las ciudades de Chenstojov y Radomisko.

Ahí, según sus datos, no había presencia enemiga. Kónev, cauteloso y calculando las posibles consecuencias, demoró seis horas en decidirse, pero finalmente autorizó avanzar sobre las mencionadas ciudades. Pero si Radomisko fue ocupado sin mayores esfuerzos, en Chestonjov hubo que enfrentar una seria resistencia por parte del enemigo.

En este sentido es ejemplarizante, la manera en que actuó Jukov, con el comandante del primer ejército de tanques capitán general Mijaíl Katukov, que durante dos días trató de ocupar la ciudad Poznan. Luego de una reprimenda, como sólo Jukov podía hacer, él ordenó al comandante: «¡Para bloquear Poznan dejar parte de las fuerzas de infantería y con las principales dar una vuelta alrededor de la ciudad y moverse hacia delante!»

Tal persistencia y decisión por parte de Jukov tiene explicación. Su vecino del lado izquierdo, el Primer Frente Ucraniano tenía la tarea de moverse en la dirección de Bratislava, el Segundo Bielorruso hostigaba al enemigo en el ala derecha y las tropas del Primer Frente Bielorruso se dirigían hacia Berlín, objetivo principal.

Jukov entendía que a estas alturas el adversario no estaba en condiciones de ofrecer una resistencia de peso. Y con tal de que los alemanes no pudieran, en momentos posteriores, organizar su defensa, el Mariscal exigía de los comandantes de los ejércitos de tanques, aumentar los tempos de persecución, sin envolverse en acciones bélicas encaminadas a la toma de ciudades, bordeándolas y avanzando ya con ritmos próximos a los 75-100 Km. por día.

Las tropas generales, según las órdenes de Jukov, deberían avanzar 20-25 Km. al día. No hay dudas que los ejércitos de tanques no siempre conseguían los resultados que les exigían sus superiores, pero Jukov era inflexible...

«¡Sólo adelante!»

El 22 de enero ambos ejércitos de tanques se encontraban a 100 Km. del resto de las tropas. Justamente el 22 de enero el comandante del frente, literalmente olvidando su promesa a los tanquistas de dejarlos descansar, puso ante ellos nuevas metas: apoderarse de las poderosas fortificaciones defensivas en la frontera oriental de Alemania.

Al enterarse que las principales fuerzas del 2º Ejército de Tanques no estaba en condiciones de llevar a cabo acciones combativas por falta de combustible, Jukov ordenó avanzar sólo con su vanguardia, ¡pero avanzar! En telegrama dirigido a los comandantes, fechado el mismo día 22 de enero, él explicó los motivos de unas exigencias tan crueles:
«Adelantarnos al enemigo en la ocupación de las posiciones señaladas garantizará resultados exitosos y rápidos en la consecución de la Operación Berlín. Si las reservas del enemigo logran ocupan las posiciones señaladas por mí, la Operación Berlín puede dilatarse».

Es obvio que el Mariscal consideraba que esta ofensiva de las tropas soviéticas era la ¡Operación Berlín! Alcanzar el Oder para él era tan sólo un límite intermedio para dar el salto definitivo a la capital fascista. Prueba de ello fueron sus disposiciones dirigidas al Estado Mayor el 26 de enero.

En ellas él señalaba para comienzos de febrero el paso del río Oder y la ofensiva posterior sobre Berlín. Jukov no dio plazos para la caída de la capital alemana, pero en las tareas a sus subordinados, orientaba una fecha: tomar Berlín entre el 15 y el 16 de febrero.

Es de remarcar que el Estado Mayor, al recibir tarde en la noche del 26 de enero las propuestas del comandante del Primer Frente Bielorruso, ya les dieran su visto bueno al día siguiente, como si estuviera preparado para ellas hacía tiempo. Y en realidad, así era. Las propuestas de Jukov estaban en estrecha consonancia con el plan desarrollado por el Estado Mayor en el otoño del 1944 de apoderarse de Berlín.

Concretamente: destruir en la primera etapa de la ofensiva de enero al adversario en la Prusia Oriental, Hungría y Austria. En la segunda - cuya duración sería de un mes - se suponía que el Ejército Rojo, ocuparía Berlín, Praga y de conjunto con los aliados, acometería la destrucción definitiva de Alemania.

El 28 de enero Kónev envío sus propuestas a Moscú. Él proponía salir al río Elba y con el ala derecha del frente junto con las tropas de Jukov apoderarse de Berlín. Una prueba más de la seguridad de los comandantes soviéticos lo constituye el plan presentado por Jukov a Stalin el día 10 de febrero en el que describía en detalle de la operación de avance sobre Berlín, que debería llevarse a cabo entre 19 y 20 de febrero de 1945.

En la primera etapa de sus grandiosos planes los comandantes soviéticos tuvieron un desempeño brillante. En 23 días sus tropas vencieron más de 500 Km., eliminando y destruyendo 60 divisiones alemanas.

En los plazos planificados llegaron hasta el Oder. Los que se aproximaron más a Berlín fueran las tropas del Primer Frente Bielorruso. La capital enemiga estaba a pocas decenas de kilómetros de ellos. Parecía que bastaba un salto de las unidades de tanques y se alcanzaría la tan anhelada Victoria...

El triunfo no se alcanzó

Los planes más perfectos, como es sabido, tienen una particularidad: no todos están destinados a cumplirse. Menos cuando hablamos de operaciones militares. Eso fue lo que sucedió con los planes de los Mariscales Jukov y Kónev de llevar a cabo en febrero de 1945 de la Operación Berlín.

En el norte, entre las fuerzas del Primer Frente Bielorruso, que había penetrado profundamente en dirección de la capital fascista y su vecino a la derecha, el Segundo Frente Bielorruso, se abrió un abismo, en el cual pretendían insertarse las principales fuerzas del recién creado, por parte de alto comando alemán, grupo de ejércitos «Visla».

En caso de éxito el enemigo podía penetrar la retaguardia del Primer Frente Bielorruso. En aras de eliminar la amenaza que los asechaba, Jukov dirigió dos sus ejércitos generales al norte, debilitando así su Frente. El Primer Frente Ucraniano fue el único que continuó su avance hacia Occidente.

Pero sin un apoyo activo del Primer Frente Bielorruso, Kónev no podía atacar Berlín. Asimismo, nuestras tropas disminuyeron su velocidad de traslación en los Cárpatos, en dirección de Viena. Teniendo en cuenta la coyuntura creada el Estado Mayor decidió postergar la Operación Berlín.

Hoy en día es difícil decir hasta qué punto fue acertada esta resolución. En febrero de 1945, los accesos orientales a Berlín tenían una pobre defensa - Hitler no esperaba un avance tan impetuoso por parte de las tropas soviéticas hacia el Oder y dirigió sus fuerzas fundamentales a Hungría en la esperanza de conservar la única fuente de petróleo que le quedaba a Alemania.

Por supuesto, el Estado Mayor conocía la débil defensa de la capital germana, por esa razón se ratificaron los planes operativos de los comandantes de ambos frentes en cuanto al ataque de la ciudad. Y no por gusto Jukov trató de utilizar efectivamente sus tropas en Occidente. Entendiendo que el tiempo estaba a su favor, él trataba de utilizar con efectividad el momento en su beneficio.

Y es bastante probable que el Primer Frente Bielorruso habría cumplimentado exitosamente la tarea de ocupar Berlín. Máxime, teniendo en cuenta el carácter del comandante y su resolución para alcanzar el triunfo.

La cuestión es otra: ¿qué nos habría traído la ocupación de la capital nazi en febrero del 45? En primer lugar, parecería que al liquidar el poder central de Alemania el Wehrmacht se vería privado de su dirección y en consecuencia capitularía.

Lo que cual a su vez se traduciría en el fin de las acciones bélicas. Pero por otro lado, todavía en febrero de 1945, las tropas fascistas germanas constituían una amenaza apreciable. Sintiendo la agonía del Tercer Reich, el enemigo combatía con la desesperación del condenado. ¿Y quién garantizaba que ocupando Berlín, las tropas soviéticas no se encontrarían rodeadas repitiendo las suertes de los alemanes en Stalingrado?

Es probable, que fuera precisamente este factor el que tuvo en cuenta el Estado Mayor, al decidir la suspensión del avance sobre Berlín en febrero. En realidad, actualmente, sólo caben conjeturas en cuanto las razones que impidieron la victoria de ambos frentes. La historia no puede rescribirse.

Durante el tiempo que duró la operación Visla-Oder el Primer Frente Bielorruso, sumándole el Primer Ejército del Frente Polaco, tuvo 17 257 bajas, así como 61 151 por causas sanitarias.

Una pérdida realmente irreversible

Mientras que el Primer Frente Ucraniano perdió respectivamente 26,219 y 89,564 personas. Fue un preciso muy alto para nuestras tropas, pero valió la pena, pues acercándose a Berlín, se acortaba el plazo para alcanzar el profético día de la Gran Victoria.


Este artículo apareció originalmente en la Revista Militar Rusa.
© Traducción Copyright Agencia IPI Informe de Prensa Internacional y en colaboración con Ria Novosti.

Una exposición fotográfica que terminó con el mito de la Wehrmacht

Hace unos años en Alemania se llevo a cabo una muestra fotográfica con imágenes históricas de la Segunda Guerra Mundial y exclusivamente con fotos del rol de la Wehrmacht (ejército alemán) en este último conflicto mundial (la primera al inicio del artículo es una de ellas).

Todas las fotos mostraban ejecuciones sumarias de civiles en diferentes lugares de Europa ocupada por la Wehrmacht.

Esta exposición terminó con el mito que pretendía salvar un cierto honor militar de la "guerra limpia" o "normal" por parte de las fuerzas armadas alemanas en la Segunda Guerra Mundial. Este mito responsabilizaba únicamente a las tropas SS nazis por las barbaries cometidas en la guerra y sobre todo en el frente Este (Polonia, Rusia) y la guerra de exterminio total que desarrollaron contra las poblaciones civiles.

La muestra fotográfica terminó con esta ambiguidad histórica y generó una fuerte conmoción en algunos sectores conservadores de la sociedad alemana.