La renegociación quinquenal del Tratado de No Proliferación Nuclear se desarrollará en la ONU durante todo el mes de mayo. Establecido en 1970, ese Tratado prohíbe que los firmantes que no disponían de armas nucleares en aquel entonces se doten de ellas, pero les permite desarrollar un programa nuclear civil. En revancha, ese mismo texto exige un desarme progresivo de las potencias nucleares firmantes (Estados Unidos, Rusia, China, Reino Unido y Francia). Ese texto hizo posible que numerosos Estados renunciaran al arma nuclear, pero hoy se encuentra en crisis. Tres potencias nucleares siguen sin firmarlo (la India, Pakistán e Israel) y, al sentirse amenazada, Corea del Norte renunció a él para poder fabricar su propio arsenal. El principal problema que se opone actualmente al éxito de esas negociaciones es que la coalición norteamericano-británica está desarrollando su arsenal nuclear, en violación del Tratado. Washington ha establecido una nueva estrategia nuclear en la que se arroga el derecho de utilizar ese tipo de armas contra países que no la poseen y tiende a tratar de debilitar la tradicional frontera entre armas nucleares y armas convencionales. Según The Independent, el Reino Unido no se queda atrás ya que Tony Blair decidió en secreto la construcción de una nueva generación de armas de disuasión nuclear para reemplazar el arsenal británico actual, a un costo total de 10 000 millones de libras (15 000 millones de euros). Ambos países podrían, por consiguiente, hacer fracasar las negociaciones.
Por otro lado, Washington no admite la resistencia de la Organización Internacional de la Energía Atómica (OIEA), que se niega a condenar a Irán privando así a la administración estadounidense del pretexto que necesita para atacar a Teherán. The Indepedent publica partes de la alocución de apertura de la conferencia de New York que pronunció Mohamed El Baradei, secretario general de la OIEA. Deseando salir de las problemáticas estrechas en lo concerniente al desarme y la no proliferación, recordó que el desarrollo de las armas nucleares es ante todo consecuencia de las tensiones internacionales: si se respeta la ley internacional y se establece un sistema de seguridad colectiva, es posible disminuir el número de armas. Mohamed El Baradei plantea entonces la única pregunta realmente válida: ¿Cómo se puede luchar contra la proliferación en un mundo en que el derecho internacional y la seguridad colectiva son sólo palabras huecas?

Esta problemática encuentra poco eco de parte de la prensa. Los debates no van más allá de la oposición entre los partidarios del desarme y quienes desean el desarrollo del poderío nuclear estadounidense.
En el International Herald Tribune, el ex presidente estadounidense Jimmy Carter llama a su país a revisar su política y a emprender los mismos pasos hacia el desarme que pretende imponerle a los demás. Aunque estima que hay que ser firme con Irán, señala que hay que serlo también con Israel y dar el ejemplo en materia de desarme. En ese mismo diario, los ministros de Relaciones Exteriores de siete países que no poseen armas nucleares (Brasil, Egipto, Irlanda, México, Nueva Zelanda, Sudáfrica y Suecia), miembros de la Coalición por una Nueva Agenda, llaman a una reactivación del Tratado de No Proliferación e insisten en la responsabilidad de las potencias nucleares. La única opción que permitirá limitar la proliferación es evitar el desarrollo de las armas nucleares por parte de los Estados que ya las poseen. Felicitándose diplomáticamente ante un llamado de George W. Bush a respetar los principios del Tratado, los ministros le toman la palabra y piden que éste sea escuchado.
En el Frankfurter Rundschau, el diputado socialdemócrata alemán Gert Weisskirchen explica la política de la coalición rojiverde de gobierno a una opinión pública tradicionalmente hostil a la presencia de misiles atómicos en su país. El gobierno también se opone a la presencia de esos misiles, pero no protesta ni pide nada oficialmente para no hacer fracasar las negociaciones sobre el Tratado de No Proliferación. Se le pide entonces a los alemanes que tengan paciencia. Pero, no es seguro que el argumento sea convincente. Después del entusiasmo de los Verdes por los bombardeos contra Serbia, los electores alemanes tienen razones para dudar de la sinceridad de su pacifismo y para interpretar su actual pasividad como une aprobación, en la práctica, de lo que condenan en teoría.
El intelectual estadounidense Noam Chomsky se muestra mucho más alarmista en el Khaleej Times y en El Periódico. Estima que, al desarrollar su arsenal nuclear, Washington no hace otra cosa que socavar el sistema internacional de no proliferación y agravar los riesgos de confrontación nuclear. Recuerda que esa posibilidad no ha desaparecido con el fin de la guerra fría.

Para los halcones, el desarme estadounidense es impensable. El Tratado de No Proliferación debe impedir la aparición de nuevos competidores, sin que Estados Unidos se prive por ello de desarrollar su propio arsenal, según se precisa en la nueva doctrina nuclear norteamericana de 2002. Es, por supuesto, el coordinador de los halcones, Franck Gaffney, quien llama a la carga, desde las páginas del Washington Times, contra las negociaciones en el seno de la ONU. Gaffney define esas negociaciones como una trampa de los pequeños Estados para llevar a Estados Unidos a desarmarse. Llama entonces a la administración Bush a rechazar todo compromiso sobre la cuestión valiéndose de las amenazas norcoreana y iraní.
Más sutil, el presidente del CSIS y ex vicesecretario demócrata de Defensa, John J. Hamre, menciona, en el Washington Post una posibilidad de compromiso: Estados Unidos debe renunciar a una parte, ya obsoleta, de su armamento y reemplazarla enteramente con armas más eficaces, más apropiadas para las nuevas estrategias y menos numerosas. Eso le permitiría a Washington aceptar, desde el punto de vista técnico, una reducción numérica de sus armas nucleares aunque conservaría, e incluso aumentaría, su poderío. Se trata de un truco de contabilidad que no mejoraría en nada la seguridad colectiva pero permitiría salvar las apariencias en la declaración final de la conferencia.

Al margen de la conferencia, el ex consejero de Bill Clinton y John Kerry, Graham Allison, ensalza el programa Nunn-Lugar de control de las instalaciones nucleares rusas ante los lectores de Vremya Novostyey. En un esfuerzo por tranquilizarlos, afirma que la cooperación entre Rusia y Estados Unidos sobre la cuestión es perfecta y que no afecta en nada la soberanía rusa. No por ello reina el equilibrio. Mientras que ese programa verifica que la aplicación del desarme ruso tenga lugar en perfectas condiciones de seguridad, Washington desarrolla nuevas armas.