Aunque muchos lo han visto con claridad, otros apenas comenzamos a vislumbrarlo. El 11 de septiembre de 1973, instigado por Estados Unidos, se ejecutó un golpe de Estado en Chile que echó a andar una máquina de tortura y exterminio para aniquilar toda expresión de organización popular y pensamiento democrático, poniendo fin a la primera experiencia de acceso al socialismo por vía electoral. Este hecho estuvo precedido por una extraordinaria movilización social en la que artistas, estudiantes, trabajadores, intelectuales, indígenas y campesinos se encontraron codo a codo en la exigente tarea de construir y cuidar la unidad popular.

A raíz del triunfo de la revolución en Cuba el 1 de enero de 1959, Estados Unidos, en representación de los intereses de sus grandes corporaciones, decidió que no habría otra Cuba en América Latina. El 24 de marzo de 1976, la maquinaria de terror, el Estado de sitio y los campos de concentración aplicados en Chile se instalaron en Argentina y más de 30.000 seres humanos fueron desaparecidos.

Historia viva de resistencia en América Latina

Al llegar al local de las Madres de la Plaza de Mayo en la Avenida Hipólito Yrigoyen 1584, el infinito respeto ante la huella imborrable de la angustia y el sufrimiento que produce la tortura, la desaparición de un hijo, hermanos, padres... se reúnen con la admiración nacida del ánimo de comprender cómo estas Madres logran lo imposible: transmutar su dolor sin límite en asombrosa fuerza capaz de vencer el manto del silencio, el olvido y la impunidad social e institucional. Veintiocho años después de la primera marcha, en abril de 1977, ellas y sus hijos son parte de la historia viva de la resistencia activa en América Latina.

En la Librería de las Madres en la que sobresalen libros, videos y audios sobre las ideas y la historia de la lucha por la emancipación latinoamericana, se experimentan los primeros hallazgos: la mayor parte de las Madres se acerca a la política y el activismo social desde la tranquilidad de sus oficios y trabajos cotidianos, cuando -de un momento a otro- tuvieron que enfrentar el uso bestial de la violencia contra la dimensión sagrada de la vida y la dignidad de millares de seres humanos perseguidos por compartir el sueño de libertad y pan. Entonces, en su angustia y desesperación, las Madres salieron a buscarlos, exigir la verdad y marchar, desafiando el designio criminal de la represión.

La defensa de sus hijos y sus ideales las llevó a comprender cómo funciona la máquina que produce sufrimiento y degradación. La misma máquina que llevó a la Argentina a finales de los noventa a ser aclamada como el modelo más exitoso de la doctrina neoliberal y también a descubrir en 2001 que la riqueza de todos había sido usurpada por unos pocos, quedando para la inmensa mayoría sólo la más espantosa miseria.

Ana, una madre de 79 años, con extraordinaria energía y precisión en la comunicación, nos atiende. Explicamos el sentido de nuestra visita: captar las facetas más significativas de este movimiento por la unidad y "la segunda y definitiva independencia en América Latina". Ana pide unos instantes y cuando regresa nos dice: "La charla con Hebe Bonafini y otras Madres será mañana a las 10.30 de la mañana en punto".

"Somos mucho más que amigas y compañeras. Nos cuidamos, nos protegemos. Somos cada una la madre de la otra"

Es jueves. Como todos lo jueves, a las 15.30 horas, las Madres marcharán a la Plaza de Mayo, un espacio espiritual de encuentro con sus hijos, sus compañeras y la comunidad de Buenos Aires y la que viene desde diferentes lugares del mundo a ofrecer y clamar solidaridad, a estudiar cómo se puede derrotar el silencio, la impunidad y el olvido. En una pequeña oficina, junto a un busto de José Martí y muchas fotografías en las paredes que recogen la presencia de las Madres en foros en diferentes lugares del planeta, con Fidel, François y Danielle Mitterrand, Rafael Alberti, Chávez...

Kiko inicia la entrevista: ¿Cómo nacieron las Madres?

"Era 1977. Era la Iglesia Stella Maris, de la Marina. Un grupo de mujeres de entre 40 y 50 años hacía fila esperando que las recibiera monseñor Gracelli para preguntarle por sus hijos. Entonces, una de ellas dijo: Basta. No nos podemos quedar acá, no conseguimos nada. ¿Por qué no vamos a la Plaza y hacemos una carta? Y así fuimos por primera vez un sábado. Nos dimos cuenta de que no nos veía nadie, que no tenía ningún sentido. Era un 30 de abril. Decidimos volver a la otra semana un viernes. Y a la otra semana decidimos ir el jueves. La mujer se llamaba Azucena Villaflor. Y ese día nacieron las Madres de Plaza de Mayo.

En la Plaza todas éramos iguales. Ese ¿qué te pasó?, ¿cómo fue? Éramos todas iguales. A todas nos habían llevado hijos, a todas nos pasaba lo mismo. Habíamos ido a los mismos lugares. Y como no había ningún distanciamiento, la Plaza nos agrupó".

El 10 de diciembre de aquel año, día internacional de los derechos humanos, reunieron recursos para sacar un aviso en el diario con el nombre de todos los desaparecidos que tenían anotados. Ese fue un paso decisivo en la tarea de superar el aislamiento sobre el que se sostiene la mecánica del terror. Ese día, un coche con varios hombres armados se llevó a Azucena Villaflor. Nunca más apareció. Pero el intento de desarticularlas con las agresiones y los secuestros resultaba inútil: el caudal de sufrimiento producido alimentaba el proceso de organización de las Madres, y la exigencia pública de sus hijos y compañeras, de la verdad, se había tornado indetenible.

Amaya pregunta: ¿Qué ha pasado desde entonces?

"Las Madres tuvimos tres pasos muy importantes. Primero, colectivizar la lucha. Después, socializar la maternidad, pasar a ser Madres de todos los desaparecidos. Eso no fue fácil porque tuvimos que despojarnos de la foto, del nombre del hijo en el pañuelo, todo eso. Y el último paso fue encontrar en cada uno de los que luchan a nuestro propio hijo. Esa es la cosa más hermosa que nos pasó. Cuando se llega a encontrar eso, a encontrar al hijo en cada una de las que luchan escribiendo, haciendo radio, con una pintada en una pared, en el sindicato... cuando uno llega a eso, encontró la cosa más fuerte. Porque encuentro a mis hijos a cada rato en todos los que luchan".

"Nosotras toda la vida luchamos por la vida. Por eso no vamos a revolver cementerios, a la exhumación de cadáveres, y no queremos listas de muertos. Estamos luchando por la vida... hay muchas cosas que la gente no sabe. Pero pasaron, y hay que luchar para que la justicia llegue alguna vez".

"Nosotras no aceptamos la muerte ni la memoria muerta. Nuestros hijos están vivos, como vivos están los ideales por los que lucharon. No aceptamos indemnizaciones. Lo que hay que reparar con justicia no se puede reparar con plata".

"Nosotras no aceptamos la vergüenza ni el miedo. Nuestros hijos son revolucionarios y no hay orgullo más grande que parir seres que sienten que el otro soy yo. Porque el otro soy yo"1

"Entonces no sabíamos nada, ni siquiera si nuestros hijos estaban comprometidos con la lucha. Luego escuchamos de la Operación Cóndor y nos dio por investigar. Conocimos que los represores se formaban en la Escuela de las Américas, organizada por Estados Unidos, para combatir a los revolucionarios; y que se había creado la Alianza Anticomunista Argentina (AAA) para matar a nuestros hijos. En nuestro país funcionaron 64 campos de concentración. Todo instigado por Estados Unidos, como lo han hecho con Iraq: tratar de acabar con todo un pueblo".

"Las Madres de la Plaza de Mayo nos hicimos internacionalistas y apoyamos la lucha de todos los pueblos que buscan la liberación. Sabemos que estamos en el camino correcto y, aunque ninguna de nosotras llegue a ver el resultado, estamos sembrando ideales para que otros cosechen sueños y esperanzas en un mundo más justo y solidario".

Imposible consignar en tan breve espacio las convicciones profundas y las estremecedoras vivencias de una lucha tan decidida por la verdad2. Llama poderosamente la atención la claridad sin sombra que tienen las Madres cuando señalan que "no se trata de una venganza contra quienes, al intentar degradar y aniquilar, se degradaron y se mataron en vida a sí mismos sino de una lucha por la justicia. Si de vengar se tratara, afirman, no consagrarían su existencia, como la han consagrado, a vencer con la verdad, con ideas, los símbolos, con tenacidad indoblegable, el manto de olvido y complicidad que pretendieron tender sin éxito sobre la tortura y el exterminio como método para mantener la dominación"3.

En el intento de tender un manto de impunidad hubo generales, oficiales y suboficiales del submundo criminal, desconocedores absolutos de los principios más elementales del honor militar, que ordenaron y ejecutaron hechos espantosos; políticos, empresarios y jueces que les alentaron y les encubrieron desde el auspicio y el respaldo imperial, lo mismo que desde una parte de la iglesia católica que vergonzosamente se prestó al repugnante intento de ocultar y justificar las atrocidades cometidas.

Ahora que la lucha por la verdad se revela en el mundo entero como el escenario decisivo para el resquebrajamiento final del poder global sostenido en la mentira, la pasmosa energía de estas Madres que no han cesado ni un instante en indagar y llamar la atención sobre lo que en realidad aconteció nos revela los poderes infinitos de la palabra -de verdad- frente a la mentira y sus potentes altavoces mediáticos.

En el pasillo del local que reúne la librería con la videoteca y la Universidad Popular de las Madres se encuentran las fotos de las mujeres y hombres víctimas del terror de Estado. Esta Universidad Popular se creó como espacio de estudio y formación en una sociedad que sufrió la aniquilación sistemática de aquellas voces no intimidadas ni compradas y que, en cambio, consagraron su saber, su talento creador, al cuidado y emancipación de su pueblo. Hoy, artistas e intelectuales participan en los cursos que incluyen cine documental, educación popular, periodismo de investigación, psicodrama, historia argentina y latinoamericana...

La Universidad Popular, junto a la videoteca abierta al público, los programas de radio, el periódico, las marchas anuales de la resistencia, el estudio permanente y el debate semanal, las expresiones solidarias con los obreros de Zanon, con la organización de los niños de la calle, con los piqueteros, con los obreros de Asturias, con el Movimiento de los Sin Tierra, en fin, concentran la energía de estas mujeres irreductibles que con su valor y atrevimiento han erigido un muro de contención social en la tarea de hacer imposible la reedición del salvajismo como herramienta de control a la que se acude cuando los espacios democráticos resultan incómodos para los poderes imperiales y sus capataces locales.

Cuando el 19 de diciembre del 2001 el presidente Fernando de la Rúa anunció por televisión el decreto de estado de sitio para intentar controlar la revuelta popular que tomó las calles de Buenos Aires (ante la ruina causada por la corrupción y la apropiación multinacional de las riquezas del país), nunca imaginó que con las palabras estado de sitio pondría en marcha el muro de contención y desencadenaría la ira irresistible de un pueblo que no ha olvidado y que comprende cada vez más la mecánica de los intereses que impusieron la barbarie y las condiciones en que ella se fragua. Ya hace mucho tiempo se sabe que es imposible hablar de capitalismo sin hablar de fascismo. Con el grito: ¡Que se vayan todos!, el ciclón social barrió a De la Rúa y otros tres efímeros mandatarios.

1. Hebe . La otra mujer. Ediciones Madres de Plaza de mayo.Abril de 2.004

2. Se puede conocer más sobre la historia y la actividad de las madres en: www.madres.org

3. En abril del 2.005, Adolfo Scilingo, uno de los militares protagonistas de esta fase oscura para los argentinos, fue juzgado y condenado a 12.000 kilometros de distancia por crímenes cometidos hace treinta años.

Nuevo elogio de la locura

(Fragmentos) Julio Cortázar

El primero fue escrito hace siglos por Erasmo de Rótterdam. No recuerdo bien de que trataba , pero su título me conmovió siempre , y hoy sé por qué: la locura merece ser elogiada cuando la razón, esa razón que tanto enorgullece al occidente, se rompe los dientes contra una realidad que no se deja ni se dejará atrapar por las frías armas de la lógica, la ciencia pura y la tecnología.....

Y día en que los plumíferos y los sicarios de la junta militar argentina echaron a rodar la calificación de "locas" para neutralizar y poner en ridículo a las Madres de la Plaza de Mayo, más les hubiera valido pensar en lo que precede, suponiendo que hubieran sido capaces, cosa harto improbable. Estúpidos como corresponde a su fauna y a sus tendencias, no se dieron cuenta de que echaban a volar una inmensa bandada de palomas que habría de cubrir los cielos del mundo con su mensaje de angustiada verdad, con su mensaje que cada día es más escuchado y más comprendido por las mujeres y los hombres libres de todos los pueblos.

Como no tengo nada de politólogo y mucho de poeta, veo el decurso de la historia como los calígrafos japoneses sus dibujos: hay una hoja de papel, que es el espacio y también el tiempo, hay un pincel que una mano deja correr brevemente para trazar signos que se enlazan, juegan consigo mismo, buscan su propia armonia y se interrumpen en el punto exacto que ellos mismos determinan.

Sé muy bien que hay una dialéctica de la historia (no sería socialista si no lo creyera), pero también sé que esa dialéctica de las sociedades humanas no es un frío producto lógico como lo quisieran tantos teóricos de la historia y la política. Lo irracional, lo inesperado, la bandada de palomas, las Madres de la Plaza de Mayo, irrumpen en cualquier momento para desbaratar y trastocar los cálculos más cientificos de nuestras escuelas de guerra y de seguridad nacional...

Sigamos siendo locos: no hay otra manera de acabar con esa razón que vocifera sus slogans de orden, disciplina y patriotismo. Sigamos lanzando las palomas de la verdadera patria a los cielos de nuestras tierra y de todo el mundo."