Para nadie es un secreto ni una novedad el recorte sistemático de derechos y garantías que afecta a trabajadores y obreros. Las sucesivas reformas implementadas en el campo laboral desde 1990 han cumplido su objeto: inestabilidad, jornadas de trabajo más largas y no reconocidas, alzas salariales congeladas, estigmatización e inclusive criminalización del derecho de asociación y desaparición paulatina de la contratación colectiva. A su par, el asesinato selectivo que diezma sistemáticamente la capacidad y la experiencia del movimiento obrero, y sin desamparar a los dos anteriores, la acción ideológica que desprestigia los derechos de todos los trabajadores, creando un ambiente contradictorio -por no decir que antagónico- en muchos grupos de trabajadores que deberían estar asociados sindicalmente.

Atacan sistemática y concientemente, desde hace varias décadas, el derecho de asociación, a la par que transforman el mundo del trabajo. No es que se esté acabando el trabajo como algunos plantean en forma ligera. No. Se consolidan unas nuevas relaciones laborales, acordes con las políticas neoliberales y de globalización, las mismas que requieren una mano de obra que pueda circular libremente dentro y fuera del país, en condiciones favorables para el capitalismo, es decir, salarios de subsistencias para que el margen medio de ganancia no se reduzca.

En un país que nunca logró industrializarse de manera plena, y donde por tanto las fuerzas sindicales siempre han sido marginales, ser sindicalista es cada vez más difícil. Por el riesgo, por la estigmatización, por la persecución. No es casual, por tanto, que hoy existan menos afiliados en los sindicatos que hace unos años.

Los retos

Ante este panorama, ¿cómo elevar la capacidad de respuesta de los obreros y trabajadores? Algunos dicen que lo ideal es que los dirigentes sindicales dirijan su capacidad y experiencia al movimiento social, que pasen a organizar al conjunto del movimiento social. No estamos por segmentar movimientos, por dividirlos. No. Pero tampoco por que los dirigentes sindicales se internen en los movimientos sociales. Aportarles como dirigentes políticos, trazar líneas de acción común, pero no internarse en la amplitud de lo social.

La función de estos dirigentes está más por el lado de identificar la estructura organizativa que más se ajuste a las actuales condiciones del país, quiénes la deben conformar, qué intereses representar y cuáles serían las propuestas para responder a las necesidades e intereses de los obreros y trabajadores.

Los obreros y trabajadores producto de sus históricas luchas han consolidado sus propias formas organizativas, las cuales siguen vigentes. El punto está en cómo se enfrentan las nuevas condiciones laborales. A este respecto, teniendo claro que la desregulación laboral y la deslaboralización son los problemas que afectan sensiblemente las formas organizativas de los obreros y trabajadores, pensar que si bien urge salvaguardar a los que están organizados, ello no es suficiente. Se requiere ampliar mucho más el campo de acción a los trabajadores que, producto de la aplicación de las políticas económicas y laborales, no cuentan con ese derecho. No olvidar que estos son los que sufren con mayor rigor las nuevas condiciones laborales.

En la perspectiva de una CUT de masas, si de verdad se piensa en una central fuerte, con capacidad de movilización y que presente propuestas en beneficio de todos los obreros y trabajadores del país, se debe:

· Primero, identificar las garantías que pueden alcanzar los trabajadores no organizados, para mejorarles sus condiciones laborales. Si no les presentamos estas ventajas no se motivarán, no tendrán ningún incentivo para vincularse, más aún si tomamos en cuenta que ante la opinión pública el sindicalismo está desprestigiado, se le acusa de ser una ínfima minoría de privilegiados, causante del desempleo y culpable de la crisis económica.

· Segundo, elaborar planes que consideren los trabajadores informales (60% de la población económicamente activa), los que laboran mediante órdenes de prestación de servicios, contratos civiles, profesionales, las cooperativas asociativas de trabajo o de trabajo asociado y los contratos sindicales, aun cuando las dos últimas formas de contratación son cuestionadas al interior del movimiento sindical, pero no se pueden desconocer, son una realidad, y esos trabajadores también están afectados por todas las políticas que hemos mencionado.

· Tercero, llegando al acuerdo que la CUT esté constituida por 18 sindicatos por rama de producción, el primer cambio organizativo y de decisión política es funcionar en verdad como tal. Es decir, en la actualidad hay sindicatos de industria o por rama pero funcionan como federaciones en donde cada subdirectiva negocia y resuelve sus problemas desligada cada una del contexto nacional.

· Cuarto, la CUT debe ser la central que brinde una salida organizativa que mejore las condiciones laborales de todos los obreros y trabajadores. Para lograrlo debe dar adecuadas respuestas sobre las formas organizativas por implementar por los trabajadores y obreros correspondientes con el momento que vivimos. Formas organizativas y alianzas sociales que permitan confrontar las políticas que impone el imperialismo, el gobierno y los patronos.

Este es el papel principal que debe jugar la central. Desbordar este campo no es lo más conveniente ya que esas tareas le competen a organizaciones de mayor envergadura.