Azerbaiyán atraviesa un período de inestabilidad tanto en el plano interno como en el plano regional. El país se encuentra en conflicto abierto con Armenia desde hace bastantes años con relación a Nagorni-Karabaj, lo que ha provocado numerosas víctimas. Desde hace algunos meses, los observadores dan cuenta de un aumento de las actividades militares y del uso de términos agresivos por parte de numerosos políticos.
Las tentativas de injerencia de algunos países occidentales en Transcaucasia parecen haber dado aliento a las más violentas fuerzas de derecha, que aumentan su actividad para tratar por todos los medios de ahogar a Armenia. Este país, puesto a régimen desde principios de siglo, es castigado por sus vecinos y enemigos tradicionales turcos y azeríes. Las prórrogas europeas a Turquía no son ajenas al aumento del interés turco por su vecino. En Gazeta SNG (el diario de la CEI), Smbat Karakhanian, el muy nacionalista presidente del club nacional armenio de Moscú, Miabanutiun, denuncia los esfuerzos conjuntos de los turcos y de la OTAN para tomar el control del Cáucaso y obtener la evacuación de las últimas bases rusas situadas en Armenia. A pesar de los viejos rencores, el este de Turquía padece por el cierre de la frontera con Armenia desde hace diez años. Son los vínculos con los socios comerciales naturales del Cáucaso los que salen afectados. No existen relaciones diplomáticas entre los dos países. Los turcos llevan a cabo un juego peligroso al tratar de extender su influencia en todas direcciones: OTAN, Unión Europea, el Cáucaso, sin hacer la menor concesión. La ilegalidad del trazado de las fronteras con Armenia constituye tal vez el origen de estas dificultades. El menor cambio de discurso podría tener graves consecuencias para este país que debe enfrentar también a un nuevo Estado potencialmente fuerte en sus fronteras: el Kurdistán iraquí y las reivindicaciones de este país en un futuro próximo.
Etibar Mamedov, secretario del Partido de la Independencia Nacional Azerí y una de las principales personalidades de la oposición azerí, da cuenta en el diario Day.Az de su inquietud en cuanto al desarrollo de las próximas elecciones legislativas en su país. Este artículo es retomado por el diario Gazeta SNG, lo que constituye un ejemplo del interés suscitado actualmente por esta región que algunos declaran ya perdida para los rusos. En su opinión, el cambio será inevitable cuando las disensiones estén más definidas en el seno de la élite dirigente. Esto no debería tardar a menos que se realicen reformas de envergadura. La voluntad de centrar la atención de los ciudadanos en otro potencial conflicto con Armenia en relación con Karabaj es sin duda parte de la voluntad del poder para encontrar un pretexto que cree una especie de estado de emergencia que le permitiría mantenerse en el poder sin tener que preocuparse por la legalidad. El presidente azerí está presionado por Estados Unidos que, en el marco de su democratización del «Gran Medio Oriente», se esfuerza por anticipar un relevo que parece inevitable debido a la creciente insatisfacción en el país. Unido por decenas de años a las compañías petroleras transnacionales gracias al «contrato del siglo», Azerbaiyán es ahora un polígono militar norteamericano fronterizo con Rusia, Irán y Armenia, seguro únicamente en la cuarta frontera: la que comparten con los tradicionales aliados turcos. En este «cinturón verde» alrededor de Rusia, únicamente las cuestiones de estrategia regional y mundial parecen contar, mientras la voluntad del pueblo se encuentra relegada a un segundo plano, como rehén de intereses militares y corporativistas. La carrera en pos de estas elecciones parece haber sido lanzada y quien logre convencer a Condoleezza Rice de que lo apadrine oficialmente tendrá amplias posibilidades de ser el vencedor. Sin embargo, es muy posible que todo esto sólo ocurra para dar una impresión de democracia y que las jugadas se hagan con anterioridad. El presidente azerí Aliev, fortalecido por el apoyo norteamericano y por su contrato del siglo, podría además beneficiarse con un estallido de la República de Irán, donde hay una importante minoría azerí.

El ex asesor de Seguridad Nacional norteamericano, Zbigniew Brzezinski, y su es asistente para el Medio Oriente, William B. Quandt, analizan en el Washington Post y en el Gulf News las declaraciones de George W. Bush en ocasión de la visita de Mahmud Abbas à Washington. Expresan su satisfacción por el regreso del presidente norteamericano a la posición tradicional de su país en lo referente al estatuto final entre israelíes y palestinos: un retorno a las fronteras de 1967. En efecto, el presidente norteamericano había afirmado en abril de 2004 que estas fronteras no podían seguir siendo las que delimitaran ambos territorios y que era necesario tener en cuenta la «realidad del terreno», es decir, las implantaciones de colonias. Actualmente, Washington ha cambiado de estrategia y pretende que Israel lo obedezca, una actitud que satisface a ambos demócratas.
En el Daily Star, el investigador del U.S. Institute of Peace y ex asesor de Al Gore, Scott Lasensky, considera que israelíes y palestinos se encuentran muy cerca de una solución final. Sin embargo, para lograrla, Estados Unidos debe apoyar la integración de Hamas a la Autoridad Palestina a fin de hacer factible el proceso de paz. Es necesario igualmente continuar presionando a Israel para que acepte enfrentar a los colonos y desmantelar las colonias de Cisjordania. Sin embargo, advierte que Hamas no deberá cometer otros atentados.

Ante este viraje norteamericano, Ariel Sharon utiliza la retirada de Gaza como un medio para ganar tiempo y consolidar el dominio israelí en Cisjordania. Esta cuestión es motivo de debate en Ha’aretz.
El colaborador de Yossi Beilin, Daniel Levy, denuncia el manejo de la retirada de Gaza por parte de Ariel Sharon. Es de la opinión de que el primer ministro israelí se esforzará por prolongar indefinidamente las discusiones con los palestinos sobre la retirada de Gaza, insistiendo en los problemas. Si bien suscribimos este análisis, tenemos muchas más dudas sobre la solución propuesta por el autor, imbuida de la ambigüedad que con frecuencia se encuentra en los redactores de la iniciativa de Ginebra. Para enfrentar esta maniobra, el autor llama a la Autoridad Palestina y al Cuarteto Internacional a hacer más concesiones a Israel. Para que Israel prolongue el proceso, hay que ofrecer más a Tel Aviv.
El ex asesor de Ariel Sharon, Zalman Shoval, ilustra perfectamente cómo se utiliza la retirada de Gaza para impedir toda negociación con los palestinos. El autor afirma que es muy probable que los palestinos identifiquen la retirada de Gaza con una victoria del terrorismo. Por lo tanto Israel debe esperar una ola de atentados o acciones violentas de los palestinos, lo que impedirá toda reactivación del proceso de paz.
Este debate exaspera a Meron Benvenisti. Considera que es un falso debate, una oposición entre grupos sionistas que se ponen de acuerdo en lo esencial, que han apoyado siempre a los colonos y que se burlan de la suerte de los palestinos. Sin embargo, el debate tiene una ventaja: demuestra a los israelíes que los argumentos de los adversarios y de los partidarios de la retirada se basan en lo mismo, lo que permite desmitificar el enfrentamiento a los ojos de los israelíes.