Gran Bretaña ha sido finalmente víctima de su excesivo respeto por la libertad ciudadana o, de su opción política de entrar en alianza con una administración norteamericana con una política exterior extraviada.

Es quizás este de Londres del 7 de julio el atentado más anunciado y el más político, si el terrorismo pudiera aún concebirse como una acción política. Fue precedido por un intenso debate en el parlamento británico a lo largo de 2004 y éste año respecto a las medidas severas al control ciudadano propuestas por el gobierno de Tony Blair. Muchas no prosperaron, y el atentado hará recabar del archivo quién estuvo bien o mal. Ni el de Madrid, ni el de Indonesia, similares en magnitud, habían estado precedido por una polémica de cómo cambiar el estilo de vida para enfrentar el próximo atentado.

En el Reino Unido, quizás el territorio más libre y libertario del planeta, que no son la misma cosa, se desarrollaba un intenso debate de si Gran Bretaña estaba preparada para mudar la esencia de su existencia: su libertad y sobretodo la libertad de su privacidad. El M15 un servicio que mantiene su eficiencia con perfil bajo, sin la parafernalia de provocar pánico en la gente, había detectado un espectro de posibilidades de ataque. Pero el M15 no es el encargado de asegurar in situ que el operativo ocurra.

Con los G8 reunidos en un punto aislado, los que cometieron los atentados dispersos en cuatro puntos de Londres, hoy por hoy el centro del mundo por la importancia política, cultural y económica del Reino Unido, no podrían haber elegido un lugar y un momento más adecuado para llevar a cabo la operación. Los de King’s Cross y Russel Square quizás sean los más representativos porque son como el corazón del Londres actual. Sucedieron como la acción quirúrgica de que tanto habla Donald Rumsfeld respecto al efecto del armamento moderno al comienzo de la invasión a Irak.

Ocurrieron después de los conciertos a favor del Africa y de la pobreza en el mundo; justo después que el Reino Unido recibía la alegría comercial y deportiva de ser sede de los juegos olímpicos; en los momentos en que Irán cerraba un acuerdo de cooperación con el Gobierno de Irak para entrenar a las fuerzas de seguridad; y en una rara sincronía con el anuncio del asesinato del diplomático egipcio en Bagdad. Finalmente, pero en el medio de todo, ocurría cuando la reunión de los G8 entraba en plenas sesiones.

Sin embargo en el escenario laberíntico en cuanto la movilidad de los terroristas -abierto y cerrado al mismo tiempo- existe la posibilidad mayor de que el atentado ocurra ’cuando se puede’, y todas estas conjeturas del ataque quirúrgico terminen en el basurero. Pero así ocurrió, y las conexiones con la invasión a Irak están allí y también aparecieron amenazas hacia Italia, Dinamarca, Polonia. El daño está hecho y partió mucho más atrás en el tiempo y cuando la invasión a Irak era apenas un materia de debate entre Tony Blair y George W. Bush.

Mientras más éste último insiste que lo de Irak estuvo bien hecho porque ahora votan libremente, mientras más insiste en que no se irán las tropas de ocupación mientras la estabilidad no esté asegurada, más aparece un artefacto mediático hacia el mundo, vacío de contenido político. Es como el golpearse en el pecho e insistir que lo hecho (en Irak), está hecho por una convicción profunda que él y los que lo acompañan lo entienden. Pero ese grupo es muy reducido. Hay una mayoría de personas en el mundo que encuentran todo inexplicable. En el siguiente escalón estaba Tony Blair que no le bastó el rechazo en su propio partido, y la baja de las últimas elecciones y continuó con una actitud beligerante de continuar la batalla contra el terrorismo centrando el acento en el aspecto militar y no el político.

Por fortuna en su primera intervención después de estos atentados, Blair menciona con prontitud que esta no es una obra del mundo musulmán que en su mayoría no está con este tipo de acciones. Lo que le faltó decir no obstante, es que la mayor parte de los musulmanes también está contra la invasión a Irak , y de que el fraude de información sobre las armas químicas y los falsos vínculos de Hussein y del Partido Baas con Al queda está el origen del problema.

El daño ya está hecho, y al menos se dirijan las energías hacia la compleja zona política del problema, con todas sus ramificaciones - petróleo, equilibrios políticos en el medio oriente, militarismo en Israel- los atentados continuarán ocurriendo lamentablemente en cualquier parte del mundo asociado a una decisión original claramente errada.

El daño original no son los atentados a las torres gemelas del 11 de septiembre de 2001 como los EEUU insiste en imprimir en la opinión pública y en las políticas exteriores de los países. El daño original está en los estrategas, que aun pretenden hacerle creer al público que el petróleo en Irak y en el medio oriente no es la razón de tener un pie militar en la zona. Los que pensaban que con Condoleeza Rice se estaba experimentando un cambio en la política exterior estadounidense, de estilo al menos, con este atentado todo vuelve al punto 0, donde la lógica militar sobresee a la política.

Regreso al origen

En medio de estas tragedias la incitación es apuntar al problema logístico. Donde se estuvo mal, por qué no se previno, encontrar a los culpables, romper con las redes. El tema político se enreda en el camino de la ira y la desidia. Sucedió así en Madrid y en Bali. Un miembro del IRA confesaba hace poco que la mejor prevención al terrorismo, es solucionar el problema político que lo provoca. Nadie es terrorista por que sí. Tampoco hay causas demasiado mesiánicas. Se lucha por un puñado de derechos postergados históricamente y en otros casos tierra, una casa. Un británico de origen indio consultado nos dice ’que el impacto político de este acto terrorista de hoy es mayor que 20 declaraciones de los G8 y que los conciertos contra el hambre. Tampoco cree que hay una guerra santa. Esta visión quedó desacreditada con la declaración de Tony Blair.’

Hay que recordar, que parte de los orígenes de este tipo de terrorismo de última generación, se pierden en las estrategias de confrontación cuando la guerra fría clásica ya expiraba durante la invasión soviética a Afganistán (en los 80). Recordemos que la escuela de la Jihad, (la Guerra Santa) localizada en Pakistán y apoyada con financiamiento de Arabia Saudita y equipamiento y entrenamiento norteamericano, nace con la estrategia de contener el comunismo en el mundo islámico. El especialista en Medio Oriente Bernard Lewis señala que durante la guerra fría el mundo islámico tenía más razones de ser anti soviético que anti norteamericano. No se explica por qué entonces una parte del mundo islámico se vuelva en contra de los EEUU.

La hibridación cultural que se expresa en el movimiento sociopolítico actual, donde se hace difícil ver la subordinación pura de antaño, y descrita con detención por Homi Bhabha, es una variable instalada en las relaciones internacionales. Ahora esa hibridación también ocupa el área del terrorismo, que a la vez existe -a pesar de su brutalidad extrema- por razones políticas. Esto, aún parece no ser parte de la agenda, o el cinismo en los líderes de turno es a prueba de balas.

En la estrategia contra el terrorismo inclusive en el área más operativa, hay que volver a ese origen, y ver cómo se imbricaron relaciones y estrategias anteriores, que después se hizo demasiado tarde detenerlas. No es puramente una responsabilidad norteamericana aunque aparezca obvio y simplista decirlo. Es del grupo G8 más cuatro países que le siguen el paso como India, México. India y Sudáfrica que estaba reunido en Gleneagles. Las primeras escaramuzas serán para ayudar a las víctimas y encontrar a los responsables, pero el grupo de líderes quiénes fueran, no pueden continuar evitando el bulto político al problema de la pérdida de equilibrio político en el medio oriente. No era Africa solamente el problema en la reunión.

Especial para ARGENPRESS.info