En declaraciones de hace pocos minutos, por la televisión, el alcalde de San Ignacio, Carlos Martínez Solano, denunció que son más de 5 ó 7 los muertos ronderos y decenas los heridos campesinos en Río Blanco propiedad de Minera Majaz. La Policía arremetió contra los ronderos con bombas lacrimógenas y balas y ayudados por esquiroles, matones contratados por esa compañía. ¡Qué felices deben estar los trogloditas que ruegan por mano dura para los hombres y mujeres del pueblo! ¡Hay que condenar la violencia que parte del Estado y sus órganos represores, pero también hay que abominar o escupir a todos su cómplices miserables en los medios de comunicación!

Cuando muere un rondero serrano o un agricultor del interior, porque es campesino, cholo y pobre, la noticia queda como parte del inventario común de nuestra vergonzosa historia oficial: ¡uno menos! ¡Es un incidente estadístico! ¡Así ocurrió cuando los años de la violencia senderista hasta que un bombazo en Tarata, Miraflores, despertó de su modorra descarada a la población limeña! ¡Qué increíble y que insensibilidad la que muestran los partidos políticos, las organizaciones -casi todas- de la llamada sociedad civil y ni siquiera pensar en la Defensoría del Pueblo, cuyo titular precario, Garrapata Albán, está más preocupado en conseguirse un empleo apoyando la privatización de Sedapal que en honrar el puesto para el que le paga el Estado!

Ha dicho el alcalde de San Ignacio que los ronderos fueron atacados por los matones y la policía y los capturados, desnudados y flagelados. ¿Qué, son enemigos de la patria esos connacionales cuyo único “delito” consiste en ser parte del Perú olvidado por el oficialismo blanco, racista, discriminador, practicador de un apartheid que se cuidan muy mucho de mencionar pero que practican todo el tiempo?

La venal prensa limeña, que sigue creyéndose nacional, disfraza las ocurrencias y las envuelve en un manto mentiroso. El malo del evento, es el rondero por cobrizo, estadístico e insurgente. El bueno, la inversión extranjera que “automáticamente” produce ganancias para el país, vía las empresas mineras, cuya moral moralísima reside en coimear a cuanta autoridad exista con tal de conseguir las licencias de explotación, la viabilidad de sus denuncios y la enajenación de los recursos no renovables del Perú a precio de regalo porque son otros peruanos traidores los que así apisonan la tremenda estafa que le hacen al país.

Los poderosos, agrupados en pandillas insolentes y anticholas, piden mano fuerte, palo y bala. ¡Muy bien, ya consiguieron más muertos para su nutrido prontuario de crímenes contra el pueblo! ¿Qué esperan las universidades, las Fuerzas Armadas, las asociaciones, los frentes patrióticos o departamentales para mostrar su condena terminante a estos abusos? ¿Tiene que existir el factor muerte para recién reaccionar y dejar el campo abierto a los gritos desesperados de los Del Solar y otros que creen que viven en campos de concentración donde ellos -por supuesto- son los mandones y el resto el rebaño listo para los crematorios?

Las empresas mineras practican lo que Manuel Seoane denunció hace mucho tiempo: ¡azúcar (mineral) caro y cholo barato! La nula respuesta política de los partidos, extiende su partida de defunción y los exhibe como las entelequias inútiles que son porque entre sus intereses no figura siquiera la mínima reivindicación ciudadana sino las curules, las sinecuras, los ventajismos propios que dan cargos formales de una democracia tuberculosa e irreflexiva. ¡Qué oprobio y qué pena por el país!

¡Atentos a la historia; las tribunas aplauden lo que suena bien!

¡Ataquemos al poder; el gobierno lo tiene cualquiera!

¡Hay que romper el pacto infame y tácito de hablar a media voz!