La Casa Blanca en Washington.

En el plano militar el plazo de seis meses que las autoridades de Tashkent (capital del país en Asia central) fijaron para la retirada de la base estadounidense estacionada en Uzbekistán no constituye ningún problema.

Pero desde el punto de vista político significaría la pérdida de un aliado con todas las consecuencias que de ello se deriven.
De aquí en adelante el régimen de Islam Karimov tendrá que soportar unas presiones mucho más fuertes por parte de Occidente. Pero China y Rusia no darán las espaldas al país miembro de la Organización de Cooperación de Shanghai.

Hace días el subsecretario norteamericano de Estado para asuntos políticos, Nicholas Berns, anunció en términos desafiantes sobre la cancelación de su visita a Tashkent. «Al haber recibido la notificación sobre la retirada de nuestra base estacionada en Uzbekistán, la parte estadounidense consideró de irracional que ante la situación configurada el jefe adjunto del departamento diplomático norteamericano efectúe la visita a este país», declaró Berns en entrevista a «The New York Times». Según las palabras del diplomático, Uzbekistán «se vio aislado por incapacidad del Gobierno de llevar a cabo las reformas».

No obstante, tales afirmaciones distan leguas de ser realidad. El hecho de que Occidente haya expresado su descontento con la conducta poco democrática del régimen de Karimov, obstruyendo la repatriación de los refugiados uzbecos que han encontrado refugio provisional en Kirguizia aún no significa que Uzbekistán ha perdido el peso de que gozaba en el escenario internacional. Al contrario Rusia y China se solidarizan hasta cierto punto con las acciones que Uzbekistán emprende para reprimir el islamismo de corte radical.

Además, no encuentra comprensión en Moscú el designio de Occidente de acelerar el proceso de democratización en las repúblicas centroasiáticas. En opinión del director del Instituto de Estudios Estratégicos de Rusia, Evgueni Kozhokin, «la implementación de los procedimientos insensatos de democratización podría provocar un estallido político y social.

Como consecuencia, llegarían al poder las fuerzas musulmanas y hasta fundamentalistas. Esta amenaza aún se cierne sobre Asia Central, gravitando ante todo sobre Uzbekistán y Tayikistán». Según las palabras del experto, «es fácil lanzar críticas al régimen de Islam Karimov, pero es la única fuerza capaz de mantener estable la situación en el país».

En el plano militar la retirada de la base de Uzbekistán no significará una pérdida sustancial para Washington. Una fuente afirmó que EE UU optaría por aumentar su presencia militar en Kirguizia, abandonando el proyecto de instalar nuevas bases en el territorio de Tayikistán.

Pero de aquí en adelante EE UU tendrá que encarar mayores riesgos políticos. El caso de Uzbekistán ha revelado que la Administración de Bush promueve al primer plano la tarea de imponer la democracia en las repúblicas centroasiáticas, relegando al segundo la relación de aliado. La represión del terrorismo internacional importa poco.

De seguir manteniendo tal estrategia, EEUU podría perder otros aliados. No es sino un chantaje la exigencia que presenta Washington a los Estados soberanos reclamando llevar a cabo las reformas democráticas a estilo occidental, prometiendo en tal caso ser amigos, pero en caso contrario, se considerarían como países gamberros. Según parece, lo que le falta a Washington es el poder de convencer que tanto aprecia la elite política norteamericana.

Fuente
RIA Novosti (Rusia)

Ria Novosti 01 de agosto 2005