La variante definitiva de la Constitución de Irak tiene que ser aprobada hacia el 15 de agosto.

A pesar de que continúan exasperadas discusiones en torno a su proyecto, los iraquíes simplemente no tienen alternativa: la aprobación de la Ley Fundamental en el plazo previsto es cuestión de principios para EEUU.

Hasta ahora no se han producido demoras en el alcance de los hitos más importantes marcados en el camino de Irak hacia la «democracia», según la terminología de Washington. El final - aunque de pura forma - de la ocupación del país, la formación del nuevo Gobierno y la celebración de las elecciones fueron realizados en los plazos previstos por las resoluciones del Consejo de Seguridad de la ONU.

El cumplimiento del horario político es una cuestión de honor para Estados Unidos, una confirmación de lo correcto tanto de la línea que es aplicada con respecto a Irak como de toda la política de democratización del Gran Oriente Próximo.

La elaboración de la Constitución y luego su aprobación en un referéndum nacional, fijado para el 15 de octubre, se presentarían como apoteosis de la democracia. Pero lo de correr mucha prisa puede llevar a una tragedia.
Nadie pone en tela de juicio la necesidad de promulgar la Constitución, igualmente existía la necesidad de celebrar elecciones al parlamento del período de transición. Irak tiene que desarrollarse.

Hace falta disponer de unas personas que asuman la responsabilidad por lo que sucede en el país, hacen falta leyes a que se atenga el país. Sin ello es inconcebible la reconstrucción política ni económica de Iraq.

De este parecer son todas las partes interesadas en el arreglo en Irak, incluida Rusia. Al propio tiempo, según han comentado fuentes diplomáticas a RIA «Novosti» en más de una ocasión, cuanto sucede en Irak debe basarse en un consenso entre todas las fuerzas políticas iraquíes. De no ser así, no se pondrá fin a la violencia durante mucho tiempo.

Se puede afirmar cuanto se quiera que el aumento de atentados y ataques contra los militares extranjeros en Irak esté relacionado con que los terroristas iraquíes sienten que su tiempo se va. Por ejemplo, en una entrevista concedida a «The Time», la secretaria de Estado de EEUU, Condoleezza Rice, ha manifestado que las posiciones de los rebeldes iraquíes se debilitan en la medida en que avanza del proceso político en el país. Pero según dicen los propios iraquíes, «aquello que sucede actualmente en Irak es guerra en pleno sentido de esta palabra».

Además, no lo dijo un miembro de la oposición ni un ciudadano de a pie, sino el portavoz del Gobierno de Irak, Leith Kubba. En relación con ello, se debe pensar bien qué importa más: el propio hecho de promulgación de la Constitución o el logro de un auténtico consenso en Irak.

Inmediatamente después del derrocamiento del régimen de Sadam Husein, cuando empezaron debates sobre el restablecimiento de la vida política en Irak, muchos analistas predecían que las principales batallas se desarrollarían en torno a la Constitución. Y así ha sido.

Pues este documento está llamado a definir las vías de desarrollo del país y poner el punto final en las disputas étnicas, confesionales y, respectivamente, territoriales, las que durante decenios no acallan en Irak. Además, hay por qué luchar: por ejemplo, la organización federativa, en la que insisten los kurdos y una parte de los chiítas significaría que los terrenos ricos en petróleo no los iban a controlar las autoridades centrales sino las locales.

Los teólogos chiítas quieren que la Constitución se base en las leyes del chariat, lo que les permitiría controlar la política interna y exterior del país. En esencia, la Ley Fundamental va a determinar quiénes van a actuar como la fuerza principal en Irak.

Por algo la propia formación del comité de redacción del proyecto de Constitución llevó varios meses. El comité fue formado a mediados de mayo, cuando quedaban sólo tres meses para la elaboración del documento. Verdad que existe la posibilidad de prolongar los debates por otros seis meses, pero ello no le conviene a EEUU. Pues respectivamente se alargarían el período de transición y los plazos de estancia de las fuerzas multinacionales en Irak.

Aumentaría el número de víctimas entre los soldados estadounidenses, lo que no añadiría la popularidad ni al presidente de EEUU ni al partido republicano en su conjunto. Si la situación se desarrolla favorablemente, la próxima primavera podrá comenzar la retirada de los militares extranjeros de Irak. No está claro cuánto tiempo éstos puedan permanecer allí si la situación se torna desfavorable, probablemente hasta la nueva campaña presidencial en EEUU. Además, es difícil predecir cómo serían los ánimos de la mayoría de los estadounidenses hacia ese momento.

Según un sondeo cuyos datos fueron publicados en el semanario estadounidense «Newsweek», sólo el 26 por ciento de los interrogados expresan la disposición a apoyar la estancia de un sustancial contingente militar estadounidense en Irak el tiempo que haga falta para el logro de los objetivos que EE UU se plantea en la región.

El 38 por ciento de los estadounidenses apoyarían la estancia del contingente en cuestión en Irak durante un plazo de menos de un año. El 13 por ciento lo harían durante un año o dos. Según el sondeo, el 61 por ciento de los ciudadanos de EEUU no apoyan la política que Bush aplica con respecto a Irak. El 50 por ciento de los encuestados sostienen que EE UU está sufriendo un revés en sus intentos de garantizar la seguridad y la democracia en Irak.

En tal contexto, la promulgación de la Constitución de Iraq podría cambiar los ánimos que reinan entre los estadounidenses sencillos. ¿Pero lo haría por mucho tiempo? Pues una apresurada aprobación de la Ley Fundamental atenuaría sólo por un tiempo las divergencias internas iraquíes, convirtiéndose en realidad en una bomba de acción retardada, colocada en el fundamento mismo del nuevo sistema estatal de Irak.

Fuente
RIA Novosti (Rusia)

Ria Novosti 10 agosto 2005