La Comisión que investiga las causas y circunstancias del ataque terrorista en Beslán trabaja casi un año. Oficialmente, fue constituida a 18 días después de la tragedia de Beslán, aunque comenzamos a reunir documentos ya antes.

La Comisión tiene por objeto averiguar las verdaderas causas de lo ocurrido y sacar conclusiones correctas. Aunque durante el año hemos avanzado mucho en nuestros estudios, el cuadro de la tragedia acusa todavía muchas lagunas; se registran contradicciones en lo declarado por los testigos oculares, participantes y víctimas del atentado terrorista. Hemos de aclararlo.

No obstante, la Comisión ha sacado algunas conclusiones preliminares que pueden ser dadas a la publicidad.
Ante todo, procede señalar que el ataque terrorista en Beslán era polivalente y perseguía muchos objetivos. Pero no fue conseguido el principal de ellos: sembrar miedo en Rusia. Sin embargo, los terroristas consiguieron que las relaciones entre Osetia del Norte e Ingushetia continuaran agravándose durante mucho tiempo, influyendo en la tensión general que afecta al Cáucaso del Norte. Fue elegido un punto demasiado vulnerable para cometer el atentado terrorista: el entronque de dos religiones distintas, de dos pueblos, los problemas territoriales pendientes de solución y la tensión reinante en la frontera con Georgia. Y, además, la elección sacrílega del tiempo y el lugar del ataque terrorista: el 1º de septiembre, colegio, niños.

El atentado fue bien planeado y sus ejecutores tomaron en consideración las enseñanzas de los anteriores ataques terroristas, especialmente en el teatro Dubrovka: para caso de un ataque de gas llevaban consigo las caretas antigás, rompieron cristales en el edificio y, en vez de sostener negociaciones, fusilaron de inmediato a varios rehenes.

Hoy surge la interrogante siguiente: ¿hemos sacado enseñanzas de la matanza en Beslán? Lamentablemente, pese a varios ataques terroristas del año pasado, de los cuales el de Beslán era el más cínico y sangriento, en Rusia se está formando muy lentamente la base normativa de lucha contra el terrorismo. Por ejemplo, el nuevo proyecto de ley de lucha contra el terrorismo sólo pasó la primera lectura en la Duma de Estado y sus perspectivas siguen siendo bastante confusas.

Entretanto, ya en las primeras horas seguidas a la toma de rehenes en Beslán se puso de manifiesto la ineficiencia de nuestra legislación antiterrorista en muchos aspectos. En aquel momento crítico los organismos del orden no efectuaban trabajo sistémico. La ley vigente de lucha contra el terrorismo reza que la crisis con rehenes cuando los terroristas presentan exigencias políticas, corre a cargo del Servicio Federal de Seguridad, y el Ministerio del Interior se ocupa de la toma de rehenes con fines lucrativos. Si nuestros organismos de lucha antiterrorista hubiesen observado estrictamente la ley, se verían paralizados, ya que en las primeras horas los terroristas no adelantaban exigencias algunas. Según demuestra nuestra investigación, más tarde los extremistas no hacían más que imitar el proceso negociador, porque esperaban órdenes desde fuera. Pero, lamentablemente, nuestra legislación antiterrorista no recoge tales situaciones.

No obstante, a estas alturas, los servicios secretos de Rusia actúan con más eficacia que los legisladores. Realmente, ellos sacaron muchas enseñanzas de Beslán. Los terroristas, entre ellos los autores de la matanza en Beslán, se están liquidando en todo el Cáucaso del Norte. En marzo pasado, por fin fue eliminado Aslán Masjádov quien, según evidencian las pruebas documentales, había participado en la organización del atentado terrorista en Beslán. Kuláev, el único participante sobreviviente de la ocupación del colegio, enjuiciado hoy en Vladikavkaz, afirma que el cabecilla de la banda Juchbárov, conocido como «Coronel», dijo a los terroristas que ellos actuaban conforme a la orden de Masjádov y Basaev. Este último declaró ser quien organizó el ataque al colegio en Beslán.

Las labores de nuestra Comisión nos sugieren la conclusión de que no sólo los legisladores y los servicios secretos deberían sacar enseñanzas de la tragedia de Beslán, sino también la sociedad entera. Se debe dotar de nuevas armas y medios especiales a las unidades antiterroristas, completarlas a costa de los mejores profesionales y aprobar leyes sopesadas para ellos. Pero esto tampoco es suficiente. En octubre de 2004 estuve en Londres y conversé con dirigentes de los servicios secretos británicos. Me parecía que el trabajo antiterrorista allí había sido meticulosamente organizado y excluía cualquier sorpresa. Pero me equivoqué: este verano Londres devino blanco de un ataque terrorista.

Hace poco, Madrid y Sharm el Sheij también fueron objeto de un ataque análogo. El terrorismo se está proliferando en el territorio de la CEI. Ahora corren peligro Uzbekistán y, posiblemente, Kirguizia. Georgia es también el escenario de ataques terroristas.

Creo que sobre este telón de fondo la sociedad rusa ha de concienciar la necesidad de adoptar toda una serie de medidas y no sólo las basadas en el uso de la fuerza.
A estos efectos no estaría de más, especialmente después de Beslán, crear una fundación estatal o pública que premie la captura de terroristas. Sus fondos podrían ser utilizados también para liquidar las consecuencias de los ataques terroristas.

En general, Rusia necesita un programa nacional a largo plazo capaz de entronizar nuestros estándares de lucha contra el terrorismo. Toda la sociedad ha de sumarse a la lucha contra el terrorismo y empeñar esfuerzos por prevenir los ataques terroristas. Creo que, en resumidas cuentas, para ponernos a salvo de la peste del siglo XXI hemos de consolidar ante todo la nación y tratar de una manera más atenta a sí mismos.

Fuente
RIA Novosti (Rusia)