La crisis iraní parece reunir todos los elementos que han provocado la crisis iraquí. Se trata, sin embargo, de dos crisis de diversa índole. Irak ha destruido el antiguo orden internacional, y lo que ocurre en Irán podría ser el inicio del futuro sistema internacional. Infelizmente, no hay duda de que será en detrimento de las democracias europeas.
Lo primero que está en juego es el futuro del régimen internacional de no proliferación de armas nucleares. Hasta fines de los años 90, el Tratado de No Proliferación (TNP) había funcionado de manera notable. Sólo tres países, no signatarios, adquirieron el arma atómica desde el comienzo del TNP en 1968 y muchos Estados habían renunciado a hacerlo. La única violación verdadera durante ese período fue la de Irak, que estuvo a punto de adquirir la bomba antes de la primera Guerra del Golfo. Hoy en día, ese sistema está al borde de la implosión. En 2004, Corea del Norte salió del TNP, pero al igual que Alemania Oriental, no se trata de un país, sino de un régimen. Una retirada iraní tendría una repercusión muy diferente. Si Irán adquiere el arma nuclear, asumiría un inaceptable papel de líder regional que sus vecinos no van a tolerar. También ellos tratarían entonces de adquirir armas nucleares. Un Medio Oriente inestable y poseedor de armas nucleares es un grave peligro para Europa, y es por ello que la Unión Europea quiere convencer a Teherán para que respete las normas delOrganismo Internacional de la Energía Atómica (OIEA). Es normal que la UE no acepte la aniquilación del TNP que ello provocaría.
No obstante, incluso ante el grave peligro que representa una nuclearización de Irán, no es conveniente entablar una guerra. No puede esperarse destruir de manera duradera el programa nuclear iraní solamente con algunos ataques. Ello agravaría fatalmente las relaciones entre Occidente y el mundo musulmán. Además, el impacto de una guerra sobre el precio del petróleo sería desastroso para la economía mundial Desafortunadamente, el apaciguamiento ya no funcionan.
Es aquí donde interviene la segunda cuestión: el carácter del surgimiento de China como gran potencia. Pekín tiene un papel central que desempeñar en las relaciones con Irán. Pekín sólo deberá ocuparse de sus intereses económicos a corto plazo en el caso iraní. China tampoco puede permitir que se destruya el sistema de no proliferación. Si eso ocurriera, ¿quién impediría a Tokio, a Seúl o a Taipei adquirir esas armas? Es necesario, por tanto, que los norteamericanos y los europeos inciten a China para actuar de forma constructiva en este asunto. Pero ¿qué precio pagaría Pekín por esta acción diplomática? ¿Qué forma asumiría entonces «la irrupción pacífica» china? ¿Qué lugar ocupará Europa en el mundo bipolar sino-norteamericano que se bosqueja?
Otro factor de la crisis podría ser un cambio de actitud de los Estados Unidos con respecto a Irán, aunque ello, infelizmente, es poco probable.

Fuente
Le Monde (Francia)

«La clé de la crise iranienne est à Pékin», por François Heisbourg, Le Monde, 1ro de septiembre de 2005.