En su discurso ante la 60ª Asamblea General de la ONU, el presidente de Rusia Vladímir Putin hizo referencia a la división de civilizaciones y a la necesidad de superarla. Estas palabras siguieron a otro llamamiento bastante enérgico del líder ruso, a luchar contra el terror que es el heredero ideológico del nazismo.

Textualmente, Putin dijo lo siguiente: «A los ideólogos de la división de civilizaciones y de la agresión terrorista, deberíamos oponerles no solamente las acciones concertadas de los Estados sino también, lo que es muy importante, el amplio potencial que tienen la sociedad civil, los medios de comunicación, la cooperación cultural y humanitaria, así como un diálogo interconfesional equitativo. La ONU es el organismo más adecuado para asumir el papel coordinador y de organización en esta labor».

Dicho planteamiento parece muy familiar para cuantos hayan visto la «Agenda global para el diálogo entre civilizaciones» - informe presentado en agosto por el secretario general de las Naciones Unidas, Kofi Annan - y conozcan sobre la creación del Grupo de Alto Nivel para impulsar la Alianza de Civilizaciones, iniciativa que fue anunciada el pasado 2 de septiembre, en vísperas de la cumbre de Nueva York.

El «diálogo de civilizaciones» es un término acuñado por el ex presidente de Irán, Mohammad Khatami, quien advertía de esta manera contra la inadmisible división ideológica entre los cristianos y los musulmanes. Khatami señaló este peligro en la década del 90, mucho antes de los dramáticos acontecimientos del 11 de septiembre de 2001, aludiendo a la necesidad de un diálogo equitativo y respetuoso entre diversas ideologías, religiones y sistemas de valores existentes en nuestro planeta como alternativa a la creciente intolerancia, desconfianza mutua y arrogantes intentos de imponer los principios y valores de una civilización a todos los demás. Pocos recordarán este detalle hoy pero la ONU incluso proclamó 1998 como Año del Diálogo de Civilizaciones.

Sería probablemente una exageración afirmar que el mundo habría podido evitar los atentados terroristas de Nueva York, Beslán o Londres en caso de que hubiera prestado más atención en aquellas fechas al presidente iraní. De todas formas, han sido precisamente esos atentados los que empujaron a otros estadistas mundiales, entre ellos, los presidentes de Gobierno de España y Turquía, a recoger la idea de Khatami, gracias a lo cual el concepto fue elevado a un rango todavía mayor, de Alianza de Civilizaciones. Con este nombre fue presentado el 14 de julio por el secretario general de la ONU, ya en calidad de iniciativa internacional y con un hincapié especial en las posibilidades de la sociedad cívica, lo cual se ha reflejado también en la intervención del presidente de Rusia.

El programa de acción es bastante claro y se está implementando ya en forma de simposios y seminarios de científicos que promueven investigaciones en el terreno de diversas culturas y religiones mundiales. Se celebraron varias reuniones de este tipo en 2004, en particular, en Sana (Yemen), así como en el lago de Issyk-Kul (Kirguizia) y en Hanoi (Vietnam). Es obvia la necesidad de aunar los esfuerzos de los líderes religiosos, centros universitarios y organizaciones no gubernamentales, de todas las estructuras capaces de impulsar el diálogo entre los representantes de diversas ideologías, creencias y culturas a fin de que puedan encontrar los puntos de convergencia y aprendan a tratar las diferencias con una actitud benévola y respetuosa.

La creciente amenaza terrorista que va alimentando la alienación cultural entre las personas hace ONU movilizar estas gestiones. El Grupo de Alto Nivel - una nueva asamblea de sabios similar a la que preparó para Kofi Annan una ponencia sobre la reforma de la ONU - tiene de plazo doce meses para generar un informe parecido con el fin de sacar adelante el tema del diálogo de civilizaciones.

El grupo incluye a Mohammad Khatami, primer autor del concepto, Federico Mayor, ex director general de la UNESCO, Desmond Tutu, arzobispo sudafricano, y Artuhr Schneider, rabino estadounidense. La Europa del Este está representada por el ruso Vitali Naumkin, catedrático de la Universidad «Lomonosov» de Moscú, quien ha sido invitado según algunos datos gracias al éxito de su reciente publicación original sobre el Islam en el Asia Central.
Conjuntamente con EE.UU., Irán y una veintena de naciones más, Rusia participa activamente en este programa de la ONU. Dicha labor no impide a Rusia mantener una postura extremadamente rígida en relación con el terrorismo, la cual se ha sentido también en el discurso de Vladímir Putin. Aunque esa inflexibilidad con respecto a los terroristas, como vemos, no significa en absoluto una actitud de intolerancia hacia la amplia diversidad de valores y principios que existen en nuestro mundo multifacético.

Fuente
RIA Novosti (Rusia)