Bandera de la Comunidad Sudamericana de Naciones

El escándalo desatado por las denuncias de corrupción, que descabezó al gobernante Partido de los Trabajadores (PT) y mantiene en jaque al propio gobierno del izquierdista Luiz Inácio Lula da Silva, no paralizó la política externa brasileña, pero le quitó brillo.

Esa crisis también afectó a Lula fuera de fronteras, donde ya no es una personalidad tan aplaudida como antes, pese a lo cual su estrategia exterior sigue activa, con prioridades como la de articular el Grupo de los 20 países en desarrollo, que luchan contra las barreras comerciales del Norte, o la construcción de la alianza con India y Sudáfrica.

La reunión de los jefes de Estado y de gobierno de la Comunidad Sudamericana de Naciones se concretará, además, en un momento de dificultades en varios países de la región, en especial los andinos, y de fragilidad en las relaciones de Brasil con sus vecinos, señaló a IPS Argemiro Procopio, profesor de relaciones internacionales de la Universidad de Brasilia.

Se acentuaron los roces con Argentina, cuyo gobierno de Néstor Kirchner no olvida la falta de solidaridad brasileña en el momento en que se enfrentaba al Fondo Monetario Internacional y negociaba en los dos últimos años con los acreedores, recordó.

Al malestar regional provocado por Paraguay, al acoger tropas estadounidenses por 18 meses concediéndoles inmunidad diplomática, se suma el malogrado intento de Brasilia de disputar la dirección general de la Organización Mundial de Comercio para oponerse al candidato uruguayo Carlos Pérez del Castillo, a la postre una competencia frustrada para ambos países.

También las relaciones con Bolivia fueron perturbadas por la rebelión popular en ese país que derrocó dos gobiernos, encareció el gas natural importado por Brasil y limitó la explotación de yacimientos bolivianos por la empresa estatal brasileña Petrobrás, tratada como cualquier empresa transnacional, observó Procopio.

La ausencia ya anunciada de los mandatarios de Colombia, Guyana y Suriname contribuye también a disminuir la repercusión de esa primera cumbre oficial de la Comunidad. La presencia de Kirchner es siempre una incógnita, según la experiencia de otros encuentros presidenciales en la región.

La cumbre en Brasilia fue fijada en diciembre pasado, cuando mandatarios y representantes de los 12 países de América del Sur reunidos en la ciudad peruana de Cuzco firmaron el acta de nacimiento de la Comunidad.

Ahora se trata de definir un programa de acción, que deberá ser aprobado en Brasilia, anunció el embajador brasileño Luiz Filipe de Macedo Soares, que preside el grupo de trabajo organizador de la reunión, cuya preparación se hizo en dos encuentros de cancilleres este año y en el de ministros de Energía realizado el lunes pasado en Caracas.

Los cancilleres volverán a encontrarse este jueves para ultimar los documentos, incluyendo el borrador de la declaración final, antes de la inauguración de la reunión de los mandatarios en la noche de ese mismo día.

Los debates presidenciales del viernes se dividirán en cuestiones económicas y culturales. El primer tema contemplará la construcción de la infraestructura integradora, su financiación y los acuerdos de libre comercio que deberán juntar todos los países en un solo bloque.

Para la integración cultural se cuenta con iniciativas estatales brasileña y venezolana de promover emisiones televisivas a toda América del Sur. Un seminario paralelo a la Cumbre discute la integración de los medios de comunicación masiva.

Otro encuentro paralelo tendrán el jueves las compañías aéreas de la región, además de la que realizarán autoridades aeronáuticas y turísticas, buscando formas de ampliar el intercambio de visitantes y el transporte entre las grandes ciudades.

El presidente Lula destacó, en su programa radiofónico semanal del lunes, la importancia de mejorar los transportes entre los países para incrementar el comercio y el desarrollo económico.

En los dos años y medio que lleva de gobierno, las exportaciones de su país a los mercados sudamericanos crecieron 98,4 por ciento y comprenden principalmente productos manufacturados, como aparatos de teléfonos celulares, vehículos y partes de motores y carrocería, subrayó.

El programa de Integración de la Infraestructura Regional Sudamericana (IIRSA) tuvo su lanzamiento hace cinco años, pero solo ahora empiezan a ejecutarse algunos proyectos, como las carreteras que unen Brasil con Chile y Perú, lo cual implica salidas al océano Pacífico para los exportadores brasileños.

Pero es en el sector de la energía que la integración presenta perspectivas más prometedoras y rápidas. Además de los gasoductos que ya unen los países del Cono Sur de América, la cooperación entre Brasilia y Caracas gana cuerpo, con la anunciada construcción de una refinería en el nordeste brasileño, para procesar petróleo venezolano.

Pero son proyectos que avanzan independientes de la Comunidad, que se inauguró "sin propuestas innovadoras", criticó Procopio. De esa forma, no se vislumbra a corto plazo uno de los efectos deseados por Brasilia de la integración sudamericana, como es el de fortalecer su posición internacional.

Una política exterior afirmativa depende de la economía y la política nacional, por eso la creciente frustración de las esperanzas de cambios económicos y sociales en Brasil bajo el gobierno de Lula termina por debilitar su actuación internacional, opinó Procopio.

IPS