Venezuela decidió, pues, llamarse socialista como “paso adelante” de este proceso político y social revolucionario, al inicio de este Tercer Milenio.

El pueblo venezolano ya tiene un alto nivel de conciencia política para comprender que Socialismo es soberanía nacional, por consiguiente, legítimo propietario de los medios de producción, de una vez para siempre, para el interés y el bienestar social de todos los venezolanos.

Venezuela ha ingresado al Siglo XXI con un alto grado de conciencia política para comprender suficientemente que, democracia, dentro del socialismo, es construir un mundo social, donde la participación y el protagonismo ciudadano se manifiesten en el uso y la administración de los recursos naturales de la nación, como propiedad social en beneficio de las mayorías del presente y propiedad sustentable para las futuras generaciones.

Aquí en Venezuela, hoy, estas utopías se llaman socialismo. Las próximas generaciones, fieles a la historia patria y a la herencia económica, cultural y espiritual, las llamarán como quieran y convengan, pero, con el compromiso sagrado que los bienes comunes de la nación, ni se venden, ni se privatizan, ni tampoco son “botín" de despojo de ninguna nación extranjera, no importa la lucha, la sangre o la vida en sacrificio.

El gobierno revolucionario de Venezuela invita al pueblo a abrazar el Socialismo en materia política y social, dándole certeza y garantía al mundo obrero de que será propietario de las riquezas que produce y que, la inevitable automatización en el campo de la producción, no eliminará la participación laboral y social de los trabajadores, como principales agentes de las riquezas de un país, como ya lo asume muy concientemente el pueblo venezolano.

Venezuela no quiere perder la oportunidad que le brinda la historia de ingresar al mundo moderno de la dignidad humana, de la soberanía nacional, de la justicia social y de la globalización humanista y humanizante, por la vía amplia de un sistema político que le permita ser parte del protagonismo económico, llamado a brindarle a la Humanidad, toda la producción en cadena y en masa para satisfacer sus necesidades básicas, facilitarle a los ciudadanos del Mundo Sur, todo el conocimiento, toda la ciencia y toda la información que la sociedad democrática le ha prometido al ciudadano común y a las comunidades locales. Venezuela ha descubierto un sistema político socialista en la práctica de la justicia, de la democracia participativa, del humanismo y de la solidaridad, para hacer realidad los anhelos del hombre y la mujer modernos al inicio de este Tercer Milenio.

El pueblo venezolano ha aceptado abrazar el Socialismo porque no olvida su historia, aunque sus adversarios y enemigos traten siempre de rechazársela, de ocultársela y, hasta de destruírsela; pero 500 años no son nada para impedir olvidar el idilio del hombre y la mujer primitivos con la Madre Tierra, con aquella vida de comunidad donde no existía la soledad ni el desamparo en aquella soledad geográfica de un mundo al que el infeliz conquistador llamó “nuevo y conquistado”.

Aún, nuestros aborígenes del Siglo XXI, antes conquistados y esclavizados, hoy marginados y excluidos, nos recuentan sencilla y claramente lo que el cristianismo, el marxismo y el comunismo, por siglos infructuosamente han intentado explicarnos: que el ser humano, como “hombre sabio”, nació de la comunidad para la supervivencia y el servicio a la comunidad...
Después, en alguna época de la historia el Pueblo, en nombre de Dios, llamado ya Padre, quiso gritar con júbilo:”somos hermanos, somos iguales”; pero el poder del Imperio estatal y religioso callaron su grito, lo ahogaron en sangre y lo arrojaron a las catacumbas del olvido.

Venezuela ha optado por el Socialismo porque quiere ser fiel a su historia épica y cruenta, porque, con rubor y orgullo sabe que es bella a flor de piel, rica en lo íntimo de su corazón y en lo profundo de sus entrañas; porque nuca olvidará el inconformismo de sus héroes y de sus próceres, cuyas voces resuenan hoy nuevamente en las laderas de nuestras montañas y en el horizonte de nuestras llanuras, recordando con insistencia, que no es suficiente libertad e independencia para un pueblo, llamado a convertirse en república de ciudadanos, merecedores de conocimiento, de bienestar y soberanía, para brindar, con generosidad y desprendimiento, a quien tenga menos y necesite más, dentro y fuera de casa; y hacerlo como satisfacción a una necesidad interna de realización y plenitud.

He aquí lo que hoy llamamos revolución desde las raíces, desde lo íntimo de la identidad nacional, desde la profundidad insondable del espíritu y lo que se nos ha ocurrido llamar Socialismo para el Siglo XXI.

Venezuela quiso ser socialista a través de la lucha armada en la década del 60 en el Siglo XX, quizá motivada por la experiencia revolucionaria del pueblo cubano; pero, sin tener en cuenta que el Socialismo para Venezuela, siempre debió ser una iniciativa y una aceptación del pueblo, es decir, haber tenido en cuenta el grado de conciencia de su realidad, de la relación de la lucha armada con el compromiso de un trabajo sistemático con el pueblo y sus organizaciones populares. Se olvidaron que el Socialismo suponía tener en cuenta las raíces históricas, el desarrollo de la cultura del pueblo, su grado de conciencia política y de organización social.

Fue, pues, una buena intención al rebelarse contra un régimen político opresor, plagado de corrupción económica y administrativa y, en donde la dirigencia interna y gubernamental, eran unos viles servidores del neocolonialismo de las súper potencias que, ya desde inicios del Siglo XX habían puesto sus ojos sobre el petróleo venezolano. Esa buena intención se convirtió en una quimera y en un fracaso político de un puñado de románticos e ilusos que, ni para esa época ni para la historia que protagoniza hoy Venezuela, ellos, ni tuvieron ni tienen hoy en cuenta la participación del Pueblo, siempre autor principal de sus luchas por su liberación a lo largo de la Historia.

No obstante, aquel eslabón roto de historia reciente, Venezuela siguió esperando la oportunidad de realizar sus sueños y utopías de quijote; siempre se puso en marcha en búsqueda de aventuras libertarias, inventando cosas nuevas, inconforme del presente, pendiente del futuro y convencida que las inspiraciones son realizables en el tiempo oportuno, aunque el egoísmo y la mezquindad estén siempre al acecho, defendiendo con la mirada en odio, que todo es quimera, que nada es verdad; que sólo es realidad el poder político para consumirlo y devorarlo todo.

Hoy, los venezolanos estamos plenamente convencidos que hemos nacido para hacer historia, siguiendo el ejemplo de nuestro Libertador, Los engendradores de anti-historia se niegan a retroceder. Por eso, el Pueblo cree que el Libertador ha regresado y que sus arengas vuelven a escucharse, bajo la bandera del socialismo, y como valiente comandante, dirige la batalla contra el ejército del capitalismo neoliberal y sus sanguinarios escuadrones del armamentismo, de la especulación financiera, del narcotráfico, de los dictaduras, de los seudo demócratas y de los neocolonialistas y dogmáticos.

Nuestra bella nave azul, desde siempre, ha tenido la alta misión de zarpar de aquel original “punto alfa” para navegar por el infinito mar del Universo hacia el “punto omega” de la armonía en la satisfacción, del equilibrio en las fuerzas, desde las partes hacia la totalización; hacia la unificación del pensamiento, según los dictámenes de la razón; de la comunión de las almas en pos de la completa identificación; del último encuentro de los espíritus con la original energía que inspiró la vida, la inteligencia y el amor.

¿Quién, fuera del Socialismo, puede darle el primer impulso al motor de nuestra sociedad moderna en este ambiente humanista y espiritual de la cruenta, pero bella etapa histórica que vivimos al inicio de este Tercer Milenio?

Es el sistema socialista, hoy, la bandera de los soñadores, de los quijotes, de los sinceros, de los vanguardistas que van a la cabeza de la marcha triunfal y a los que les toca morir por la libertad y la vida, después de haber regado los campos con la semilla del “hombre nuevo” y que, en premio, llevan en sus sienes, la corona de la paz, por haber logrado unificar al mundo de los pobres, para compartir el pan de la vida, la luz del conocimiento, las herramientas de la tecnología, la identidad de la cultura y el calor de la fraternidad.

Tomado de: VENEZUELA, Iglesia en Conflicto. Autor; Gilberto Giraldo V