Alegría (Foto: Inés Paulina Ramírez)

Compañeras y compañeros:

Luego del funesto y vergonzoso capítulo protagonizado por el nefasto dúo Gutiérrez-Palacio, sería un crimen social ofrecer una salida electoral como remedio para una realidad de un país que requiere una revolución. Sin embargo, no nos asusta el hecho de que la clase dominante -a través de la gama de colores partidarios- haya vuelto a retomar el control de la política a fin de seguir reproduciendo el Ecuador de las miserias.

Durante los últimos 25 años de democracia sea mediante la maniobra artera, el golpe de Estado o la vía electoral los «dueños del país» siempre terminaron retomando el control del poder. Nos asusta la parálisis humano-social, su incapacidad de respuesta, el descompromiso, la mirada corta y traicionera de agrupaciones autodefinidas como alternativas, el gremialismo y la ausencia de un nuevo pensamiento revolucionario, el reino de la indolencia y la ausencia de creatividad en la lucha, la pólvora mojada, la tierra seca, la decadencia del pensamiento, la desmovilización y el encandilamiento frente a los halagos y bambalinas de la cultura del mercado neoliberal globalizador ante quien se pretende que sucumba o continúe seducida, la dignidad humana.

Esta es la garantía de fondo que permite que los «señores de la política y la chequera» retengan y recuperen el poder. ¡La clase dominante no tiene contendiente! No nos quejemos de que los sucesivos gobiernos no han dado solución a nuestros añejos problemas, si nuestras luchas han sido superficiales. No salgamos con el manoseado discurso de la corrupción. Hay reyes porque hay vasallos que los soportan.

Nuestra situación de pólvora mojada de tanto no ponerla al sol se ha convertido en el mecanismo que recicla la permanencia del dominio, de la corrupción, de la vergüenza de lo público. Secar o cambiar la pólvora, revolucionar lo social es la primera e imprescindible tarea que tenemos que hacer si verdaderamente queremos derrotar la explotación, el empobrecimiento, la corrupción política.

Esta realidad no merece un tratamiento electoral como ya lo están haciendo los mercachifles y engañifas de viejo y nuevo cuño que ya están adornando su imagen de redentores, unos dentro de la vieja clase opresora y corrupta y otros desde la oportunista e ilusa actitud de «alternativos».

Porque no hacemos una revolución de lo social y de lo ideológico es que hay una desmovilización de los trabajadores, una lamentable división y paralización del movimiento indígena, el desplazamiento de los movimientos sociales por el financiamiento paternalista y desarrollista, el ahondamiento de la decadencia del gremio de educadores, la eficaz privatización de importantes espacios académicos universitarios, el abandono de testimonio del cristianismo, el oportunismo electorero de movimientos sociales emergidos en as caídas de los gobiernos y la pulverización el movimiento campesino, la emigración y desintegración familiar y social (por falta de credibilidad en el país, por miserables salarios o por ser presas del consumismo) la electoralización del pensamiento ex revolucionario, pero también la petrificación de las ideas revolucionarias como si no hubiese caído el Muro y la acción de los partidos de izquierda que por sus concepciones y prácticas cumplen un papel importante en la eficacia de la dominación. Porque no hacemos esta revolución previa y básica es que ni siquiera podemos participar electoralmente.

Toda propuesta o proyecto meramente electoral ante tan profunda realidad humana y social mundial no pasa de ser un engaño pues nada se puede cambiar desde arriba, sin tocar la base de la opresión y la corrupción, sin tener el poder de la movilización social y sin purgar el mundo de las ideas que, por lo menos en estos 25 años de democracia, han gravitado en esta desmovilización general.

La soledad de algunas luchas que han persistido y de otras que han nacido, no han sido suficientes para mostrar una alternativa duradera e incluyente. La emergencia y la espontaneidad de varios y diferentes sectores sociales como actores de la protesta frente a los gobiernos neoliberales que han ido cayendo a turno, no ha durado, no ha sido aprovechada y, pronto ha sido pulverizada especialmente por el poderoso mecanismo electoral con el que el dominio se oxigena y vuelve a manos de los «dueños del país» por medio del colorín de sus partidos.

Resulta muy aleccionador ver lo que sucede en el Brasil y en Bolivia en donde la unilateral mira electoral desborda todo, pues el pensamiento se ha tornado light, se ha encorcetado la lucha y la acción creadora de las bases, mientras que sus cúpulas envueltas en corrupción y en las delicias de ese poder, se convierten paso a paso en comodín de una nueva vía a la globalización neoliberal.

Siempre hemos sido reducidos a masa de votantes por los partidos del colorín dominante, resulta que ahora estamos amenazados de ser masa de votantes de los partidos electorales de la izquierda y de los que haciéndose figurines, dan sus primeros pininos en la carrera electoral.

¡Basta ya de esta auto opresiva actitud! ¡Basta ya del temor y del silencio cómplice!

Ya hemos tenido bastante durante la vida republicana; no vamos a seguir hipotecados ni a callar nuestra conciencia por el solo miedo de que nos motejen, discriminen o cancelen el saludo. A estas alturas de la vida y de nuestra vida personal ya no podemos perder ni temer ante nada: pronunciamos la palabra limpia a bocajarro, con franqueza y en perspectiva de por fin hacer algo.

Lo que sucede en el Ecuador de las miserias es un eco como también una raíz de lo que sucede mundialmente: se trata de la decadencia no solo de un sistema sino de la condición misma de lo que es lo humano, asaltado y reducido por el mercado capitalista, a la simple expresión de consumidores, compradores compulsivos, usuarios, ya ni siquiera ciudadanos.

El capitalismo actual medra, crea e invierte en el miedo a fin de industrializar la seguridad como un nuevo elemento de la globalización a pretexto del terrorismo; arrecia en la devoración del medio ambiente, la privatización de la materia viva, liquida las mínimas libertades sociales, hace alarde de luchar contra la pobreza cuando se necesita que desaparezca la riqueza y, acorralado ante las exigencias cada vez más enérgicas y terminantes del mundo, convierte el miedo en agresión que huele a enfrentamiento y holocausto mundial. La globalización también es terrorismo y guerra.

Con este telón de fondo que hunde sus raíces en lo hondo del desafío de construirnos como contraglobalizacon de otros valores de nuestra condición humana, tenemos que decir que vivimos una época privilegiada porque nos exige otra calidad de cambio, que va más allá del recambio de la gobernabilidad, de los resortes, presidentes, funcionarios, oficinas y mecanismos del poder, de la alocada carrera por ser candidatos y candidatas y del reparto de saliva de la demagogia que entrampa y quiebra la voluntad social y popular, su derecho ciudadano a hacer política y democracia y, su anhelo de cambio muchas veces de fondo tal como se expresó en el último grito: “Que se vayan todos!!”

Lejos de seguir maldiciendo estas tinieblas, asumimos a la oscuridad como maestra de la necesidad de hacer luz. Un nuevo humanismo y una nueva época de las luces tiene que ser construida sobre la base de asumir como Madre a la Naturaleza y de sentir fraternidad entre todas las culturas conjugándolas con el respeto a la diferencia pero construyendo justicia social. Ya no sería un humanismo que discrimine u oprima social, cultural o ecológicamente.

Se trata de una matriz ética y política para crear una economía que no puede darse por un hecho o golpe, sino por un proceso revolucionario de resistencia-ruptura-construcción, que requiere autodeterminación pero que por ello puede iniciarse en el momento que un ser humano individual o un grupo, un pueblo, una generación, un género, una cultura, una clase una sociedad lo resuelva, de lo contrario pasaremos a la historia como cómplices de quienes, desde los grandes mandos, buscan estancar a la humanidad en una crisis degenerativa.

De ahí la importancia de ajustar cuentas con las ideas, valores y construcciones organizativas que separan o postergan la edificación de lo alternativo revolucionario en el tiempo, en la vida cuotidiana y en las luchas diarias a las que se les menosprecia o enfoca dándolas un tratamiento gremialista, aislado, desarrollista, unilateral y sin reparar que el contexto mundial constituye un desafío para operar cambios de profundo –no de largo- plazo revolucionario. De ahí la importancia de considerar la revolución de lo humano social: secar la pólvora, como garantía para que luego de cada levantamiento, elecciones, protesta o acción revolucionaria, no regrese o mantenga el poder, la clase y cultura dominante.

Construir o elaborar un Programa, una Agenda social, no es para que se la dé un tratamiento electoral o aisladamente gubernamental sino para que sea la acción social, intercultural, e integral revolucionaria quien conquiste y efectúe su cumplimiento. La revolución no es para que se logre como un golpe y luego de una acumulación de tiempo. La revolución, dadas las condiciones mundiales del ser humano, la podemos y tenemos que hacer nosotras y nosotros, teniendo en cuenta que hoy hay bases de una pluralidad revolucionaria.

La condición es secar la pólvora de lo social purgando nuestras ideas, valores, conocimientos y prácticas sobre lo político en el día a día de la vida y en el lugar en donde se vive que es la casa, el lugar del trabajo, en donde se educa o en donde se hace espiritualidad, arte y en nuestra corporalidad individual que el quizá el primer territorio sagrado que debemos volver a tomarlo, de manos de un sistema que nos ha reducido a consumistas. Es una revolución política, cultural y ética de lo social a fin de derruir este otro Muro que sostiene y mantiene encarcelado a lo humano social como objeto de dominio, de consumo, de urna electoral o de quien pone los muertos.

Como una forma de movilizar lo social ciudadano desde otra calidad de convocatoria, lanzamos la candidatura y la campaña electoral del Programa Nuevo Ecuador, acción política que requiere de organización, formación política, planes locales de trabajo y constitución de una columna de dirigentes.

La candidatura del Programa Nuevo Ecuador tiene que ir presidida por la realización de una Consulta Popular que haga dos preguntas:

1. Cuáles deben ser las características que debe tener un Programa para juntos construir un Nuevo Ecuador?

2. Cuál será su aporte y compromiso práctico para lograrlo?

Con los aportes que recojamos, debemos levantar una Asamblea Social Constituyente y ahí elaborar el Programa Nuevo Ecuador y su campaña electoral.

Finalmente, requerimos globalizar nuestras diversidades y pluralidades revolucionarias bajo el único punto central de impedir que se continúe envileciendo nuestra dignidad por parte del ídolo del mercado capitalista neoliberal, a través de construir una coordinación de trabajo, no un ente burocrático usual en nuestro medio y calidad de lucha.

Requerimos un Movimiento de movimientos, pero que reúna todas las sangres, todas las utopías, todos los proyectos revolucionarios no para agotarlo en lo electoral sino para autodeterminar nuestra calidad de vida como poder de desobediencia, de resistencia y de construcción como el contenido ético-revolucionario de una vanguardia que subordine a lo orgánico, a los liderazgos, a los individuos. Esto quiere decir también que debemos tejer laboriosa y testimonialmente una Liga Global por un Nuevo Mundo, estableciendo acuerdos del fondo que aquí proponemos para levantar luchas mundiales.

Por el fondo de lo que vivimos y deberíamos vivir, no podemos ser criminales en abandonar la revolución del mundo, de nuestros mundos y de nuestro mundo personal.

No podemos ser criminales en creer o prestarnos para emplear nuestro sagrado y vital tiempo en compromisos de quienes tarde o temprano nos mostrarán su verdadero rostro cuando les caiga el maquillaje electoral.