En un ambiente internacional donde no abundan las buenas noticias, resultó alentadora la declaración conjunta de los seis países reunidos en la mesa de negociaciones en Pekín el 19 de septiembre que prevé un amplio programa de desmantelamiento de las instalaciones nucleares de Pyongyang. Esto, sin embargo, no es más que el comienzo de un proceso difícil. Las celebraciones resultaron todavía más prematuras cuando, al día siguiente, surgió un diferendo sobre la parte más sensible del texto: el suministro de un reactor de agua ligera para Corea del Norte. ¿Acaso fue demasiado lejos el negociador norteamericano al aceptar discutir este suministro «en el momento oportuno»? Washington afirmó que no daría nada hasta que se desmantelara por completo el programa nuclear norcoreano. Pyongyang afirmó que no pensaran en que afectaría su programa hasta que no contasen con el nuevo reactor.
Esto es lo que ocurre cuando apremia cerrar negociaciones con un régimen famoso por sus bruscos cambios de actitud. Las negociaciones, así como el acuerdo de 1994, son prueba de ello, además de que, desde esa fecha, Corea del Norte no sólo ha continuado desarrollando su programa nuclear, sino que también ha experimentado un salto tecnológico en el terreno balístico. La administración Bush ve cómo se rechaza un acuerdo que necesitaba con urgencia para recuperar su prestigio.
La situación norcoreana no puede compararse con la de Sudáfrica en 1992 o con la de Libia en 2003. Teniendo en cuenta el fracaso de la economía norcoreana, la necesidad de inversiones en Corea del Norte es real, pero independientemente de que la hambruna de la población no constituye ya un problema para el régimen mientras el ejército y el partido tengan comida, los programas no convencionales del régimen siempre han sido concebidos como su mejor garantía de supervivencia. Si puede negociar esos programas sin renunciar a ellos mientras adquiere energía, bienes y tecnologías, entonces ello constituye una ventaja considerable. Nada prueba que el régimen norcoreano quiera en verdad deshacerse de sus bombas.
China ha obtenido un evidente éxito diplomático, pero su objetivo principal era evitar que la crisis llegara a un nivel crítico que justificase una reacción por parte de los japoneses y de los norteamericanos. Esto podría simplemente reflejarse en un fortalecimiento de los vínculos existentes entre ambos países, por ejemplo, en el campo de la defensa antimisiles, lo que sería una noticia bastante mala para Pekín. En conclusión, aunque tal vez continúen las negociaciones, es demasiado pronto para proclamar la victoria.

Fuente
Libération (Francia)
Libération ha seguido un largo camino desde su creación en torno del filósofo Jean-Paul Sartre hasta su adquisición por el financiero Edouard de Rothschild. Difusión: 150,000 ejemplares.

«Accord en trompe l’œil en Corée», por Thérèse Delpech, Libération, 21 de septiembre de 2005.