En medio de tanta confusión, hábilmente planteada desde los medios que subrayan la carcelería que engrilleta a Kenya Fujimori en Chile, lo referido al TLC ocurre desapercibido. Sobre todo, cuando los que opinan lo hacen en sentido contrario. La inconfundible estulticia oficialista ha perfilado al TLC como la panacea, el remedio total, la aparición de la Virgen María para la solución de los antiquísimos problemas nacionales. Un ministro ha profetizado, jalándose los pocos pelos que aún le quedan, que el país se viene abajo si no firmamos el TLC.

Conviene recordar las expresiones del representante (diputado) norteamericano demócrata por Ohio, Sherrod Brown, quien dijo que “El TLC con los andinos es sencillamente tan malo como el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) y el acuerdo con los países de América Central y República Dominicana (CAFTA)”.

Además también denunció que “Estas son políticas fracasadas que traicionan a las familias obreras de Estados Unidos y trasladan empleos al extranjero”.

Su colega de bancada, del estado de California, Linda Sánchez, sostuvo que “Es hora de llamar al presidente George W. Bush a dejar de lograr acuerdos que favorecen a sus amiguetes y que empiece a proteger a las mujeres y hombres que conforman la fuerza laboral en el mundo”.

Por otro lado, la legiferante (California) Hilda Solís, anunció que el TLC incluirá “normas sobre la propiedad intelectual que afectarán a la gente en América Latina y pondrá trabas al acceso a los medicamentos de la gente en las regiones más pobres” de la región.

Dicho por parlamentarios norteamericanos por lo menos muestra que el tema del TLC en el propio Congreso de EEUU no es una apuesta que deba ser fácilmente aceptada o ratificada. Y esto es importante para quienes dan por descontado que basta que Perú firme y que eso sea suficiente. ¡Menuda estupidez de ignorantes!

En Perú otorgamos valor mágico a ciertas fórmulas. El TLC es una de ellas. Para algunos, el tema es tan milagroso que promoverá, por arte de birlibirloque, nada menos que ¡un millón de empleos! Hay un ingeniero oficialista que repite esta mentecatada y quiere hacernos creer que los empleos crecen en la rama de los árboles. Su análisis político es tan acertado que hasta hoy no se convence que su partido político no sacará ¡ni un legislador!

Es decir no sólo que el TLC no representa ninguna pócima maravillosa como que tampoco puede darse por hecho que el Parlamento de EEUU lo apruebe automáticamente. Los testimonios referidos tienen que ser tomados en cuenta porque allá no es como acá que el Congreso tiene una desaprobación de casi el 90%.

Un gobierno débil sólo genera acciones de acuerdo a su esfera de influencia. Cuando un régimen, sumido en yerros y disparates al por mayor, cree que la propaganda reemplaza a la doctrina y que el embutido por televisión, diarios y radios, es capaz de “convencer” fácilmente al pueblo, cava su tumba y la de todos los que están involucrados. Mayor torpeza no es concebible. Y es que el pueblo es más sabio que todos los sabios.

¡Atentos a la historia; las tribunas aplauden lo que suena bien!

¡Ataquemos al poder; el gobierno lo tiene cualquiera!

¡Hay que romper el pacto infame y tácito de hablar a media voz!