“Blanqui y Puma regresen”

Cuando cerca de la Navidad de 1944, en Valparaíso, Chile, Carlos García Ronceros y Armando Villanueva del Campo abordaron el “Illapel” buque carguero de bandera chilena que hacía la ruta hasta Panamá y luego a puertos del Mar Caribe, nunca imaginarían que, también, esa travesía tendría como consecuencia dar origen con el paso del tiempo al nacimiento del presidente del Perú de 1985.

El Perú vivía los años de la gran clandestinidad, con el APRA perseguida por el tirano Benavides, Haya de la Torre viviendo a salto de mata, El jefe de la organización política más importante del siglo XX tenía, sin embargo, genialidad para dirigir todos sus cuadros en plena persecución inmisericorde. Desde que en 1943 fue desterrado con otros muchos, el destino le deparó a Armando (“Puma”, era su nombre de combate) sentar plantas en Santiago, ciudad capital que había sido el asilo contra la opresión desde sus inicios como república.

“Blanqui” era Carlos García Ronceros, a bordo del “Illapel”, conversaba interminablemente con Villanueva del Campo en noches estrelladas con el rumor del Pacífico austral de fondo y la esperanza latiendo con fuerza, cuando intercambiaban sus posibilidades de reforzar el nacimiento del Frente Democrático Nacional en Arequipa, el corazón se confundía con los latidos del océano, mientras la satrapía del dictador no tenía piedad con ninguno de los apristas que subterráneamente iban convenciéndose que el APRA nunca muere.

Armando, había nacido el 25 de noviembre de 1915, limeño, hombre de decisiones inquebrantables, arrojado y corajudo. Hizo periodismo, hizo tallas de madera en la prisión del Frontón, hizo poemas a la vida, a la esperanza, al amor y al país que le tenía reservado un gran destino: ser el primer soldado de la causa del pueblo al servicio de la doctrina de Víctor Raúl y capitán de los combatientes por la democracia. En 1934 fue elegido como el primer Secretario General de la Federación Aprista Juvenil (FAJ), conoció al jefe del Partido Aprista en plena actividad política y nunca cambiaría su credo de convicción y confesión indoamericana.

Desembarcaron frente a Catarindo, pequeña bahía de Mollendo, Arequipa, en el año nuevo de 1945. Los recibieron en una lancha pequeña, el “Mono” Arriaga y Ocharán, dos compañeros mollendinos de bravía trayectoria y más allá en tierra firme el legendario compañero Gómez de la Torre, que moriría después desterrado en Chile. Ironías de la vida. Se incorporaron a la tarea clandestina de lograr que el FDN se convirtiera en el instrumento de retorno a la democracia. Vivieron en Arequipa, más de medio año. Allí, “Blanqui” conoció a Nita Pérez, joven estudiante y destacada líder fajista mistiana. Le pidió a “Puma” que por favor pidiera su mano para casarse a su mamá, Delia Angélica Rojas Ladrón de Guevara, cusqueña y directora de un colegio. Al día siguiente se casaron en la iglesia de San Francisco Carlos García Ronceros y Nita Pérez Rojas siendo sus padrinos Emilio Concha Fernández y Armando Villanueva del Campo. Era 1945. En 1949 nacería Alan García Pérez, con el APRA otra vez fuera de la ley.

Armando, llega a su 90 años, lúcido, esperanzado en la sabiduría del pueblo peruano. Ha confesado que si debe polarizarse el país, debe ser para que triunfe una causa que defienda a las mayorías desprotegidas y desempleadas. Considera que el aprismo encarna está posibilidad, con experiencia, con prudencia y con un candidato que ha asimilado el golpe de la vida en la carne y humanidad de los millones de peruanos que buscan puesto de trabajo digno y creativo, no la dádiva ni el asistencialismo denigrante.

Cumplió con el encargo vía cablegrama del jefe del Partido: “Blanqui y Puma regresen”. Regresó. Uno ya no está entre nosotros. En este día los demócratas del Perú y del mundo, te saludan por la estela de dignidad y altura que le diste a la vida del aprismo Armando Villanueva del Campo, cuyo dístico de Enrique Peña Barrenechea marcó tu vida: “Hombre que elige su ruta, debe cumplir su camino”.