El secuestro clandestino y la entrega a Alemania de sospechosos de
integrar la resistencia en los territorios europeos ocupados por el
Tercer Reich durante la segunda guerra mundial (1939-1945) estaba
contemplada por el decreto Nacht und Nebel (Noche y niebla, en alemán).

Hitler pensaba que el decreto, implementado por el jefe del Alto Comando
Alemán durante la guerra, mariscal de campo Wilhelm Keitel, sería
efectivo para disuadir la resistencia a la ocupación, que con sus
sabotajes se cobraba a menudo la vida de civiles y militares alemanes.

Según la directiva emitida por Keitel en febrero de 1942, cualquier
sospechoso de “poner en peligro la seguridad” sería transferido
“secretamente” a Alemania, a excepción de aquellos cuya “culpa” fuera
determinada sin la menor duda y que serían procesados en el país
ocupado.

“Estas medidas tendrán un efecto disuasivo porque (a) los prisioneros se
desvanecerán sin dejar rastros, y (b) no se puede brindar ninguna
información sobre sus paraderos o sus destinos",
observó Keitel.

“La intimidación efectiva sólo puede ser lograda por la pena capital o
por medidas que impedirán que la población y los familiares del criminal
conozcan su destino",
había escrito en una directiva anterior Keitel,
quien sería ejecutado por crímenes de guerra en 1946.

Se trata de una modalidad temprana de lo que la organización de derechos
humanos Human Rights Watch (HRW) llamó el año pasado “un mal prototípico
practicado por gobiernos abusivos".

“Nacht und Nebel” es un precursor de lo que la Agencia Central de
Inteligencia (CIA) de Estados Unidos llama hoy “entregas” de prisioneros
("renditions", en inglés).

La conexión entre ambas políticas no es directa. Prácticas similares a
Nacht und Nebel eran utilizadas por Francia con gran ímpetu en sus
campañas por eliminar los levantamientos en Argelia en los años 50.

Algunos expertos creen que los subsecuentes programas franceses de
entrenamiento militar las introdujeron en América Latina, donde
realmente fueron adoptadas en los años 70. Fueron las conocidas
desapariciones.

Desde entonces, la implementación de desapariciones se propagó por el
mundo. Según HRW, Iraq y Sri Lanka fueron responsables de la mayoría de
los casos entre 1980 y 2003. Pero fue precisamente en el Cono Sur de
América que la técnica se internacionalizó exitosamente, en el marco del
Plan Cóndor.

Con ese nombre se conoció la coordinación represiva de las dictaduras
latinoamericanas de los años 70 y 80 contra figuras políticas y de la
sociedad civil, especialmente de izquierda.

Esta operación, concebido por el entonces presidente chileno Augusto
Pinochet (1973-1990), unificó desde 1975 esfuerzos de las agencias de
inteligencia de Argentina, Paraguay, Bolivia y Uruguay. Aunque no
participó en la fundación del Plan Cóndor, Brasil también participó.

El propósito del Plan Cóndor era “potenciar las comunicaciones” entre
los países “e integrar operaciones tácticas de rastreo, arresto secreto,
tortura”
y asesinato de “críticos o sospechosos de ser militantes, a los
que a menudo se referían como “terroristas”",
según Peter Kornbluh,
analista del no gubernamental Archivo de Seguridad Nacional, con sede en
Washington.

“Agentes de una nación volaban a otra para participar en brutales
interrogatorios en centros de detención secretos",
escribió Kornbluh la
semana pasada en el periódico chileno Siete. “A menudo la víctima del
Cóndor era devuelta secretamente a su país de origen, a otro campamento
secreto de torturas, para ser sometida a más interrogatorios antes de
ser asesinada".

Como en la Francia ocupada, las familias nunca eran informadas.

“El problema terrorista es general a todo el Cono Sur", dijo en 1976 el
entonces canciller de Argentina, César Gazetti, a su par estadounidense,
Henry Kissinger, según un documento secreto de Washington obtenido por
el Archivo de Seguridad Nacional hace cuatro años.

“Para combatirlo, estamos alentando esfuerzos conjuntos de integración
con nuestros vecinos",
agregó.

“Otros paralelos entre el Cóndor y el programa de “entregas” de la CIA
son despreciablemente similares",
dijo Kornbluh a IPS. “Podrían
considerarse copias al carbón desde la concepción hasta la
implementación, la metodología de tortura y las negaciones mentirosas de
que se la comete “.

El Plan Cóndor se basó sobre la cooperación multinacional, según la cual
cada miembro sabía qué estaba haciendo el otro en su territorio.

Mientras, Estados Unidos –por lo menos según la secretaria de Estado
(canciller) Condoleezza Rice– ha confiado en la aquiescencia, si no en
una activa colaboración, de sus aliados en la “guerra contra el terror".

Entre estos aliados figuran países de Europa oriental que proporcionaron
centros de detención secretos y naciones árabes, como Egipto y
Marruecos, donde la tortura es común.

Washington “respetó completamente la soberanía de otros países que
cooperan en estos asuntos",
señaló Rice el lunes. La cooperación de
inteligencia entre Estados Unidos y Europa, enfatizó, sirvió para
“proteger a los países europeos de ataques, ayudando a salvar vidas
europeas".

Algunas técnicas del Plan Cóndor y de las “entregas", incluso, son comunes, escribió Kornbluh en Siete.

“Las víctimas del Cóndor fueron sometidas a lo que sus torturadores del
Cono Sur llamaron “submarino”",
práctica de tortura que consiste en
introducir la cabeza del detenido en un tanque de agua mientras se le
sujeta por los pies, “en tanto el presidente George W. Bush autorizó el
“waterboarding”, el equivalente de la CIA".

Pero también existen considerables diferencias entre las entregas de
prisioneros de la CIA y el Plan Cóndor.

Mientras los represores sudamericanos negaron descaradamente su
responsabilidad en las desapariciones, los funcionarios de Estados
Unidos simplemente se negaron a hacer comentarios.

En ese sentido, se excusaron –como lo hizo Rice el lunes– por el temor
de que “la inteligencia, la aplicación de la ley y las operaciones
militares”
pudieran ser “comprometidas".

Además, los funcionarios de Estados Unidos se las arreglaron para
insistir en que no cometieron violación alguna del derecho nacional o
internacional, con una sutileza legalista de la que carecieron los
regímenes participantes en el Plan Cóndor.

Los argumentos consisten en frases cuidadosamente construidas que,
examinadas de cerca, parecen diseñadas para despistar más que para
mentir abiertamente y que causan consternación entre expertos en
derechos humanos.

Rice destacó el lunes que Estados Unidos no transportó detenidos a otros
países “con el propósito” de interrogarlos mediante tortura, como si eso
se contradijera con el hecho de que se los entregó a países donde la
tortura es común, que era el motivo de las preguntas de los periodistas.

Pero aun esas afirmaciones pueden ser puestas en duda en un tribunal por
Khaled al-Masri, ciudadano británico de origen jordano detenido cuando
pasaba sus vacaciones en Macedonia en 2003.

Luego, fue golpeado, drogado y transportado en avión por la CIA a una
prisión secreta en Afganistán.

Masri relató que fue sometido a interrogatorios coactivos y confinado
durante cinco meses antes de ser liberado, dos meses después de que la
CIA concluyó que era un caso de identidad equivocada.

Este tipo de situaciones, sin duda, también pulularon en los países
europeos ocupados por la Alemania nazi y en las operaciones del Plan
Cóndor.

Masri demanda ahora al ex director de la CIA, George Tenet, con la ayuda
legal de la Unión Estadounidense para Libertades Civiles. Al presentar
la demanda el martes, la organización dijo que procuraba “reafirmar que
el estado de derecho es central para nuestra identidad como nación".

IPS