Las elecciones parlamentarias que se celebraron en Egipto durante casi un mes concluyeron el 7 de diciembre de 2005. Durante esas elecciones, la policía cargó contra la multutud y empleó técnicas antimotines en los alrededores de los centros de votación. Tales actos de violencia dejaron un saldo de 11 muertos y cerca de mil heridos.
El partido del presidente Hosni Mubarak sigue siendo en gran medida mayoritario y ocupa dos tercios de los escaños de la Asamblea, pero lo que más llamó la atención, además de los actos de violencia, fue un fraude denunciado unánimemente y el avance de los Hermanos Musulmanes, oficialmente prohibidos pero tolerados en Egipto y que ya participan abiertamente en el debate político. El partido fundamentalista cuenta ya con 88 escaños de un total de 444 en la Asamblea egipcia, cifra impresionante si se piensa que la Hermandad presentó candidatos sólo en un tercio de las circunscripciones.

Ese resultado es consecuencia de la apertura relativa del régimen egipcio y de las presiones de Washington sobre El Cairo, uno de los mayores beneficiarios de la ayuda económica y militar estadounidense. El resurgimiento de los Hermanos Musulmanes y el papel central que ese partido desempeñará sin duda en los años venideros plantea muchas interrogantes.

Al editorialista del diario oficial egipcio Al Ahram, Mohamed Sid-Ahmed, le resulta muy difícil hacer previsiones sobre el futuro de su país. Está alarmado por las amenazas de boicot por parte de jueces egipcios con miras a controlar las próximas elecciones, mediante la violencia y los fraudes, pero hace más preguntas que pronósticos. ¿Cuáles serán las futuras alianzas electorales? ¿Cómo reaccionará el poder en esta nueva partida? En su criterio sólo hay una sola cosa segura: los Hermanos Musulmanes ya están en el centro del proceso político. Aunque no constituyan mayoría, han dado pruebas de su popularidad pese a la prohibición oficial que sigue afectándolos incluso cuando están realizando ya abiertamente su campaña.
Las referencias de la clase dirigente egipcia han cambiado y está a la expectativa.
Un símbolo de ese cambio es que el diario Al Ahram ya ha abierto ampliamente sus columnas a los Hermanos Musulmanes que se expresan en tribunas o en entrevistas cuando su partido sigue estando oficialmente prohibido. Así, en unas pocas semanas, no menos de tres altos dirigentes de los Hermanos Musulmanes han podido exponer su programa en las columnas de dicho periódico. El tono general de sus intervenciones es la calma y el deseo de tranquilizar. De ese modo, en una entrevista, el guía supremo de la Hermandad, Mohamed Mahdi Akef, asegura que su organización continuará llevando a cabo de manera pacífica el combate político y tranquiliza a las poblaciones cristianas egipcias en cuanto a sus intenciones. Este deseo de tranquilizar a los cristianos aparece asimismo en una tribuna, también en Al Ahram, de Abdel-Moneim Abul-Fotuh, miembro del Buró de Orientación de los Hermanos Musulmanes.
No obstante, Essam El-Erian, uno de los principales voceros de los Hermanos Musulmanes, es quien se muestra más locuaz sobre el proyecto político del partido. El autor insiste mucho en las bases religiosas de su programa y en su decisión de reformar a Egipto, y después a todo el mundo árabe-musulmán, sobre la base del Islam, pero sin excluir a los cristianos (guiño de ojo a la comunidad copta en Egipto). El-Erian insiste en el hecho de que los Hermanos Musulmanes han respetado rigurosamente la ley egipcia y pide que en lo adelante la oposición, por tanto, su partido, tenga más derechos en Egipto. Pero si bien el autor expone las bases ideológicas de su programa y su deseo de hacer reformas, no da ningún ejemplo acerca de las políticas que podría aplicar.
Esta decisión de los Hermanos Musulmanes de tranquilizar a la opinión pública, evidentes en los textos publicados en Al Ahram, no se limita a la prensa egipcia. Es en el diario de izquierda británico The Guardian, donde Khairat el-Shatir, vicepresidente de los Hermanos Musulmanes en Egipto, se muestra tranquilizador para con los lectores británicos. El-Shatir afirma que su movimiento busca conquistar el poder de manera pacífica a pesar de las intimidaciones del gobierno, gobierno egipcio que él acusa de estar profundamente vendido a los intereses occidentales y sobre todo estadounidenses. Acerca de su programa, elogia el proyecto de reforma democrática de Egipto para todos los ciudadanos, independientemente de la religión que profesen. En su tribuna, el autor hace muy pocas referencias al Islam, pero expresa su determinación de luchar contra la injerencia estadounidense en su país. Por ese motivo, el diario británico menos pro estadounidense parece ser la opción adecuada.

Sin embargo, considerando el enorme peso de Washington en la vida política de Egipto, el apoyo estadounidense a los Hermanos Musulmanes es un tema central que despierta interrogantes. Mucho más cuando se observa un cambio en el discurso de los comentaristas habituales de la situación política egipcia en la prensa occidental.

Los neoconservadores regularmente lanzan ataques en la prensa contra el presidente Hosni Mubarak y algunos, como Laurent Murawiec, han exhortado incluso a efectuar un cambio de régimen en Egipto en reuniones de trabajo en el Pentágono. No sorprende, pues, ver a Nir Boms, eterno crítico de los regímenes árabes en la Foundation for the Defense of Democracies y ex-funcionario israelí, atacar al régimen egipcio en el New York Post. El autor denuncia una manipulación masiva de las elecciones egipcias que habría afectado sobre todo a su partido favorito, el partido Ghad, en beneficio de los Hermanos Musulmanes. Basándose en informes de Amnesty International que denuncian la tortura en Egipto o en los informes del Departamento de Estado norteamericano sobre la libertad religiosa de los coptos, Boms recomienda que Washington sea severo en la asignación de ayuda a Egipto en dependencia de las reformas políticas y económicas. El Sr. Boms, sin embargo, olvida precisar que las torturas practicadas en Egipto se realizan a veces con el consentimiento y apoyo de Washington, ya que Egipto forma parte de los países a donde los Estados Unidos envían prisioneros para ser torturados. No hay nada nuevo en este enfoque y en esta memoria selectiva, habitual de los voceros neoconservadores.
No obstante, en otros autores, pueden observarse cambios sutiles en el discurso, incluidos malabarismos retóricos destinados a apoyar a los Hermanos Musulmanes sin brindarles apoyo explícito.

Así, el mediático opositor egipcio, Saad Eddin Ibrahim, denuncia (en una sola ocasión y en un solo periódico) las pasadas elecciones y los fraudes organizados por el gobierno egipcio. En Los Angeles Times, Ibrahim opina que esas manipulaciones son la reacción del gobierno egipcio ante el temor de que los Hermanos Musulmanes se lleven la victoria. Pide que en lo adelante los Estados Unidos exhorten al presidente egipcio a discutir con todos los partidos políticos, incluidos los que él denomina «los demócratas musulmanes», calificativo ambiguo que puede aludir a los Hermanos Musulmanes en la mente del autor. La conclusión es ambigua e incierta, sin duda de manera deliberada. El autor, sin embargo, se pronuncia claramente a favor de un cambio de régimen en Egipto y denuncia, como de costumbre, el autoritarismo que afecta a Egipto «desde hace 50 años» (esta expresión, habitual en el autor, opone la revolución nasseriana autoritaria a la monarquía, supuestamente liberal).
Observemos que unas semanas antes el propio Saad Eddin Ibrahim había denunciado la suerte de los cristianos coptos en Egipto en el Wall Street Journal sin hablar de los Hermanos Musulmanes. Pero la suerte de los cristianos en los países musulmanes es una de las obsesiones de los lectores estadounidenses de la prensa conservadora y esa preocupación incluye por lo general la suerte que los fundamentalistas musulmanes reservan a los cristianos. En este caso preciso, el Sr. Ibrahim acusaba al régimen de Hosni Mubarak sin mencionar a la Hermandad.

La ambigüedad es evidente en el artículo que Jackson Diehl, editorialista del Washington Post, publica en su diario y en el Jerusalem Post. Diehl manifiesta su apoyo a la oposición «moderada» egipcia y lamenta la influencia que tienen los Hermanos Musulmanes. Afirma que la Hermandad es apoyada por Hosni Mubarak, que la utiliza como fantasma para asustar. En su criterio, el gobierno de Egipto favorecería al movimiento fundamentalista para llevar a los occidentales a apoyarlo como un mal menor. No obstante, Diehl considera que no se debe ceder a ese chantaje, menciona con frecuencia las cualidades de los Hermanos Musulmanes y recomienda que se haga todo lo posible para impedir que Hosni Mubarak pase el poder a su hijo. ¿Incluido el apoyo a los Hermanos Musulmanes? El autor no lo dice, pero, ¿cómo negar que actualmente ese es el único partido capaz de tomar el poder en Egipto?
En The New York Press, el politólogo Robert Zeliger afirma que es muy difícil saber qué políticas seguirán los Hermanos Musulmanes si asumen el poder. Ellos enarbolan un programa ambiguo y no es posible basarse en su pasado porque hay una nueva generación que los dirige en la actualidad. El autor afirma que algunos dirigentes con quienes se reunió declaran admirar la política de George W. Bush acerca de la homosexualidad o el aborto. En resumen, que no puede comparárseles con lo que fueron; son de hecho conservadores, pero no más que los Republicanos estadounidenses y tampoco tienen una inclinación demasiado estadounidense. Por tanto, no habría motivos para preocuparse.

Teniendo en cuenta los ataques contra el «fundamentalismo islamista» que ocupa las columnas de la prensa belicista anglosajona, resulta muy difícil anunciar de la noche a la mañana que se va a apoyar a un partido como el de los Hermanos Musulmanes en Egipto, pero parece que los expertos están preparando poco a poco a la opinión pública. Ya tratamos en nuestras columnas un texto del ex analista de la CIA, Reuel Marc Gerecht. Éste, en el diario alemán Die Welt afirmaba que los Hermanos Musulmanes eran un mal menor y que no había que esforzarse en apoyar a los movimientos laicos en el mundo árabe-musulmán. Este análisis podía muy bien considerarse un apoyo a los Hermanos Musulmanes tanto en Siria como en Egipto y demostraba que el gobierno de Bush estaba dispuesto a utilizar de nuevo a determinados movimientos religiosos en contra de los movimientos nacionalistas árabes opuestos a sus designios coloniales.

Para Robert Dreyfuss, analista demócrata en asuntos de Seguridad, es indudable que se retomará esta política. En The Nation Institute, expresa su gran preocupación por la política del gobierno de Bush y denuncia, en nombre de los principios de la realpolitik, la política de «democratización» de Egipto seguida, en su criterio, por la Casa Blanca. Para el autor, apoyar la democracia en Egipto es apoyar a los Hermanos Musulmanes y afirma que ese es el objetivo que persigue el gobierno de Bush. Dreyfuss recomienda, por el contrario, mantener el status quo, el cese de las presiones contra el Mubarak y el fin de la política de influencia estadounidense en Egipto, recomendando que se deje en manos de los egipcios la evolución de su gobierno tal como ellos lo estimen conveniente.
Esta última observación resulta delicada, ya que es emitida por un allegado de George Soros.