«Fíjese antes de comprar. Boicotee los productos del apartheid.»
Campaña contra el apartheid en Sudáfrica (1981).

Millones de activistas han llegado a ver un lazo orgánico entre la ocupación y colonización de Palestina, y diversos asuntos mundiales urgentes que comprenden desde la guerra contra Irak hasta la pobreza mundial.

¿Cómo hemos llegado al punto en que las banderas palestinas predominen en las concentraciones antibelicistas y en las manifestaciones contra las instituciones financieras mundiales dominadas por los Estados Unidos? ¿Por qué esos activistas consideran la hipócrita política exterior estadounidense en cuanto a Israel/Palestina como el talón de Aquiles que podría dar al traste con su hegemonía? ¿Cómo hemos llegado al punto en que nos encontramos en el que las Iglesias tradicionales y más de 30 campus norteamericanos realizan activas campañas de desinversión y boicot contra Israel? ¿Por qué Estados Unidos e Israel están aislados en los foros internacionales, y de la opinión pública mundial?

Las raíces del sionismo

Para responder a esas interrogantes, en primer lugar debemos comprender la historia del sionismo y las raíces del enigma israelí-palestino y, después, ver cómo podríamos lograr una paz justa y duradera en Israel/Palestina, lo que es, además, la clave de la paz y de la justicia.

A inicios de 1840, el gobierno imperial británico empleó al teniente-coronel George Gawler, un fundador de las colonias penitenciarias británicas en Australia, para estudiar la factibilidad de la colonización judía en Palestina. En 1845, Gawler publicó Pacificación de Siria y de Oriente: observaciones y sugerencias prácticas, con miras a la creación de colonias judías en Palestina, el más moderado e inteligente de los remedios a las miserias de la Turquía asiática. En 1852, oficiales británicos fundaron la Asociación para la Promoción de Colonias Judías en Palestina. Esta asociación se convirtió después en el Fondo para Palestina, primer proyecto concreto del sionismo moderno.

Las primeras colonias sionistas se establecieron en Palestina en 1880. El movimiento se desarrolló en 1896 con la publicación de Die Judenstaat por Theodore Herzl, un periodista húngaro judío, y la formación de la Organización Sionista Mundial. En la actualidad, los sionistas detestan utilizar el término colonización pero los primeros sionistas como Herzl y Ze’ev Jabotinsky hablaban abiertamente de colonización judía. Jabotinsky, cuya imagen y filosofía dominan el partido en el poder en Israel, el Likud, diría en 1923: «La colonización sionista, incluso la más restringida, debe terminarse o efectuarse sin tener en cuenta la voluntad de la población autóctona. Esa colonización puede, por lo tanto, continuar y desarrollarse sólo bajo la protección de una fuerza independiente de la población local –un muro de hierro que la población autóctona no pueda franquear.»

Evolución de los métodos

Los sionistas lograron que sus métodos evolucionaran con el transcurso de los años. Hubo tres cambios importantes en la estrategia ya que el movimiento comenzó a finales del siglo XIX. El primero fue un cambio de apoyo. La evolución de la protección británica hacia la protección estadounidense fue el más visible entre los años 30 y 60. El segundo fue la aceptación de Al Fatah y de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) como grupos con los cuales negociar sobre el establecimiento de una autonomía para los palestinos en las regiones mutiladas de Cisjordania y Gaza. El tercer cambio estratégico fue la idea de un mini Estado palestino que comprendiera ghettos separados en Cisjordania y Gaza, en menos de la quinta parte de la Palestina histórica, ocupada por Israel en 1967, según el modelo de los bantustanes sudafricanos.

Cartel francés(1976)

Sin embargo, pese a esos cambios estratégicos, el programa sionista de hoy mantiene sus objetivos originales, que son compartidos por todas las principales facciones de la política israelí (Likud, Laboristas, Shas y otros partidos religiosos). Su programa consensuado comprende: la negativa a la retirada total de todos los sectores ilegalmente ocupados en 1967; el rechazo del derecho al retorno de los refugiados a sus hogares y a sus tierras; el rechazo de los conceptos de plena soberanía o libre determinación para los palestinos, y la negativa a cambiar las leyes fundamentales de Israel que discriminan a los no judíos.

Objetivo permanente

De esa forma, mientras que la estrategia puede cambiar, los objetivos del sionismo político siguen siendo los mismos: exigencia del control sionista y un máximo de tierras con un mínimo de palestinos (máxima geografía con mínima demografía). Entre 1947 y 1949, ello se logró mediante el puro y simple desplazamiento del 70% de los palestinos autóctonos del sector que debería convertirse en Israel en 1949. Más de 530 aldeas y ciudades palestinas fueron totalmente despobladas y borradas del nuevo mapa israelí. Incluso los historiadores sionistas israelíes como Benny Morris lo reconocen ahora.

Según la mayoría de los historiadores y del material desclasificado, Israel inició la guerra de 1967 para adquirir más tierras: una parte para negociar y otra por razones estratégicas y económicas. Inmediatamente después, una nueva fase de colonización comenzó en los sectores ocupados de Cisjordania (incluido Jerusalén Este). Un total de 450 000 colonos entraron en esos sectores durante los últimos treinta y nueve años: 39 años en 2006 (mientras que el 2% se retiró de Gaza el año pasado, 4% más se instaló en otros sectores).

Amigos estadounidenses

Los guardianes de los medios de comunicación norteamericanos aseguran que el sionismo político no se cuestiona. El único debate autorizado en las páginas del New York Times o en los principales programas de televisión se sitúa entre diferentes ramas y estrategias del sionismo. Por otra parte, vemos literalmente a millones de personas en los Estados Unidos y en el resto del mundo que utilizan Internet, leen entre líneas e impugnan el discurso sionista. Vemos a miles de judíos sacar la misma conclusión que Gilad Atzmon, músico y escritor, que Ilan Pappe, historiador israelí, y que Jeff Halper, antopólogo israelí: El sionismo político es el problema. Articulan un discurso optimista de post sionista basado en la justicia universal y en los derechos humanos. Formulan la pregunta: Si el apartheid era el problema en Sudáfrica, ¿por qué es una solución en Israel/Palestina?

Los que preconizan el sionismo político no pueden defenderlo a partir de sus propios méritos, por eso se concentran en desviar la atención y modificar la realidad. El mejor ejemplo es ignorar la causa de la enfermedad y centrar la atención en uno de sus numerosos síntomas: la violencia de los autóctonos contra los colonos (pero no la violencia mucho más mortal de los colonizadores sobre los autóctonos). La idea es que si calumniamos a los autóctonos y los hacemos menos humanos, no seremos criticados por el hecho de que matamos y nos apoderamos de sus tierras.

Es una antigua estrategia para justificar el saqueo. Fue utilizada por el gobierno francés en Argelia, por los colonizadores europeos en América, por el apartheid en Sudáfrica, por los Estados Unidos en Vietnam, y en cientos de lugares donde los intereses coloniales y económicos occidentales entraban en conflicto con los derechos de los pueblos autóctonos.

Apartheid israelí

El sionismo supone no sólo que los judíos (incluidos los convertidos) consideren tener derechos étnicos, nacionales o históricos en Palestina, sino que esos derechos sean superiores a los de la población autóctona. A diferencia de Sudáfrica donde el trabajo de los negros era necesario, el sionismo quiso que partieran los autóctonos. Así de sencillo: el objetivo del sionismo era crear un Estado por y para los «judíos de todas partes» con exclusión de la mayoría de los autóctonos y luego asegurarse de que la minoría que había quedado no tenía ninguna oportunidad de ser tratada en un plano de igualdad.

Amnesty International constató: «En Israel existen varias leyes explícitamente discriminatorias. Dichas leyes se remontan a la creación de Israel en 1948, que, motivado principalmente por el genocidio racista sufrido por los judíos en Europa durante la Segunda Guerra Mundial, se basó en el concepto de un Estado judío para los judíos». Algunas de las leyes de Israel reflejan ese principio y, por consiguiente, discriminan a los no judíos, en especial, a los palestinos que vivían en esas tierras desde hacía generaciones. Diversos sectores de la ley israelí discriminan a los palestinos. La «ley del retorno», por ejemplo, otorga automáticamente la ciudadanía israelí a los inmigrantes judíos, mientras que los refugiados palestinos que han nacido y nacen, y han sido criados en lo que ahora es Israel, se les niega incluso el derecho de regresar a sus casas. Otras disposiciones conceden de forma explícita un trato preferencial a los ciudadanos judíos en la educación, la vivienda pública, la salud y el empleo.

«Cero armas para Sudáfrica» (1974)

El sionismo representó una empresa británica colonial más tarde considerada como una de las numerosas respuestas posibles a la discriminación en Europa. Otras respuestas a la discriminación como el socialismo y el humanismo estaban disponibles y al menos tenían una fuerza igual. El sionismo puede considerarse como una respuesta nacionalista, etnocéntrica y chovinista del siglo XIX –la mayor parte del tiempo ashkenazi (de Europa Central)– a los nacionalismos europeos chovinistas y etnocéntricos de la época. En ese sentido, es un intento de asimilación por algunos judíos de un modelo colonial europeo, ya caduco.

En ese sentido, no es de extrañar que el grupo de presión sionista haya llevado a los Estados Unidos a una era neocolonial, perpetuando esas formas obsoletas de relaciones humanas. En una sociedad en la cual se preconiza la igualdad y la separación de las Iglesias y el Estado, una campaña informativa concertada justifica la invasión «preventiva» de otros países, el apartheid religioso, el sectarismo, la limpieza étnica, y la construcción de muros alrededor de un pueblo «indeseado» y sometido a ghettos. Los apologistas del sionismo no encuentran contradictorio hablar de igualdad en los Estados Unidos y en Europa y apoyar la discriminación y la exclusión de los refugiados palestinos (porque no son judíos) en Palestina/Israel. Cientos de millones de dólares se gastan por grupos que van desde la Liga Anti-Difamación (ADL) hasta el Comité Judío Norteamericano de Relaciones Públicas israelo-norteamericanas (AIPAC) pasando por los think tanks de la capital de nuestra nación para promover ideas fracasadas.

Los despiadados esfuerzos de numerosas personas por defender el apartheid y la separación pueden sólo describirse, en el mejor de los casos, como síntomas de disonancia cognitiva, y, de racismo, en el peor de ellos. En su mundo orweliano, la ocupación se convierte en «seguridad»; una guerra implacable de colonización y de ocupación deviene «democracia avanzada», un «proceso de paz»; un muro de apartheid se transforma en una «cerca de seguridad»; ser anti o post sionista se transforma en antijudío, y «moderación» se vuelve una regla para la destrucción del derecho internacional y de los derechos humanos fundamentales.

Nuestras exigencias

En julio de 2005, más de 170 organizaciones de la sociedad civil palestina publicaron un documento histórico. En él se enuncian las persistentes violaciones de las leyes y acuerdos internacionales y humanitarios por parte de Israel y se invita a «las organizaciones de las sociedades civiles internacionales y a las personas de consciencia de todo el mundo a imponer amplios boicots y a aplicar las iniciativas de desinversión contra Israel como las aplicadas en Sudáfrica en la época del apartheid».

El llamamiento declara que: «Esas medidas punitivas no violentas deberían mantenerse hasta que Israel cumpla su obligación de reconocer el derecho inalienable de los palestinos a la libre determinación y respete totalmente los preceptos del derecho internacional:
 Poniendo fin a su ocupación y a su colonización de todas las tierras árabes y desmantelando el Muro;
 Reconociendo los derechos fundamentales de los ciudadanos árabe palestinos de Israel a la igualdad absoluta;
 Respetando, protegiendo y favoreciendo los derechos de los refugiados palestinos de volver a sus casas y propiedades como lo estipula la resolución 194 de la ONU.
»

Proponemos que la sociedad civil mundial tome en serio este llamado y construya una coalición abierta a todos para un movimiento mundial contra el sionismo o un movimiento mundial contra el apartheid israelí. Ello tendría el mérito de traer la paz y la justicia a todos los pueblos con independencia de su religión o de su pertenencia étnica. También sería una contribución significativa para denunciar los programas de dominación y de hegemonía en el Medio Oriente llevados a cabo por el gobierno estadounidense, y puestos de manifiesto a raíz de su apoyo al sionismo.