El ministro chino de Relaciones Exteriores Li Zhaoxing (segundo a la izquierda) y su homólogo ruso Serguei Lavrov (segundo a la derecha) en Londres, el 31 de enero de 2006, determinan los detalles de su estrategia común antes de la cena ministerial privada sobre Irán.
(Foto Xinhua - Cheng Min)

Prosigue el enfrentamiento sobre la cuestión de Irán entre las grandes potencias. Desde diciembre de 2002, Estados Unidos acusa a Irán de tratar de equiparse con la bomba atómica, lo que sería una violación del Tratado de No Proliferación (TNP). Estados Unidos trata de obtener así que el Consejo de Seguridad emita contra Irán una condena oficial que pueda interpretarse como un cheque en blanco que permita atacar a la República Islámica [1].

De establecer su control sobre Irán, Washington adquiriría también el control militar de la costa oriental del Golfo y de la costa sur del Mar Caspio, de sus reservas petrolíferas y gasíferas, consideradas ambas las segundas en importancia a nivel mundial [2]. Estados Unidos dispone ya del control militar de una parte de la cuenca del Caspio y del corredor que permite la comunicación de esa zona con el Océano Índico (Afganistán y Pakistán). La mayor parte del Golfo (Arabia Saudita e Irak) también se encuentra ya bajo el control militar de EE.UU. Al término de esta operación, Washington sería por tanto dueño y señor de las más importantes zonas actuales de explotación de hidrocarburos y de las principales reservas aún por explotar. La economía mundial estaría en manos de Washington que gozaría de un poder total.

En la fase actual del conflicto, las potencias se encuentran divididas en cuanto a las acusaciones estadounidenses. El Reino Unido, Francia y Alemania están convencidos del carácter militar del proyecto nuclear iraní. Su convicción se basa en informes de los servicios de inteligencia estadounidenses. Estos últimos afirman, en documentos confidenciales, que Teherán lleva a cabo un Green Salt Project cuyo objetivo es el desarrollo de un medio de lanzamiento y de cabezas de misiles nucleares. Por el contrario, Rusia, China y la India consideran que el programa nuclear iraní es puramente civil [3]. Basan esta certeza en la fatwa pronunciada por el Guía Supremo, el ayatolá Ali Hoseini Jamenei, que condena la fabricación, tenencia y uso de la bomba atómica como contrarios a la ética islámica.

Objetivamente, la diferencia que establece el TNP entre la tecnología nuclear civil autorizada y la tecnología nuclear militar prohibida ha dejado de ser adecuada en el estado actual de éstas. El conocimiento y las instalaciones civiles pueden ser adaptados rápidamente con fines militares. La estricta interpretación del TNP implicaría la prohibición, para todos los Estados, del desarrollo de una industria nuclear civil mientras que una interpretación liberal abriría la puerta a la proliferación generalizada. Como este debate no ha sido resuelto es imposible resolver con serenidad el caso iraní. Esa falta de definición es el factor que Estados Unidos espera explotar para desatar la guerra [4].

Existe, sin embargo, un medio de esclarecer la situación. Un método específico de enriquecimiento del uranio, hasta ahora conocido sólo de forma parcial, permite al parecer restablecer nuevamente la diferencia entre el uso civil y el militar. Rusia se esforzó por desarrollarlo y tiene la intención, por consiguiente, de ponerlo a la disposición de Irán, así como de toda la comunidad internacional. Esa parece ser una de las tres grandes propuestas que llevará el presidente Putin a la cumbre del G8, encuentro que él mismo presidirá este verano en San Petersburgo.

Será necesario demostrar la factibilidad de ese proyecto. Rusia fabricaría entonces el combustible nuclear, en su propio territorio, en fábricas construidas conjuntamente con los Estados beneficiados y bajo control del Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA). Sería necesario elaborar protocolos detallados para garantizar los intereses de las partes. La realización de ese proyecto implicaría un cambio radical en el plano de las relaciones internacionales. La seguridad energética que Rusia proporcionaría al mundo eclipsaría la autoridad de Estados Unidos, país que satisface actualmente su propia seguridad energética en detrimento del resto del mundo.

Irán ha hecho de su proyecto de desarrollo nuclear civil el símbolo de su independencia ante el colonialismo anglosajón que tanto sufrimiento ha significado para su pueblo [5]. Contrariamente a una idea ampliamente difundida por la prensa atlantista, ese proyecto no pertenece simplemente a un grupo del poder iraní sino que es un factor de consenso de la sociedad toda. Además, la República Islámica abandonó su sueño de expandir la revolución jomeinista, hoy tiene en cambio la intención de convertirse en el motor del Movimiento de Países No Alineados, actualmente en fase de revitalización. Irán quiere compartir con otros su actual reclamo y hacer triunfar el derecho a una industria nuclear civil, no sólo para su propio pueblo, sino para todos los demás.

Lejos de estar ligado exclusivamente al porvenir de Irán, el juego diplomático actual tiene que ver por tanto con el equilibrio internacional y la ambición estadounidense, reafirmada ayer en el discurso sobre el estado de la Unión, de acaparar el liderazgo mundial.

A lo largo de los años 2004 y 2005, los diferentes protagonistas emprendieron numerosas maniobras. Una troika europea (Francia, Reino Unido y Alemania) desempeñó supuestamente el papel de intermediario entre Washington y Teherán, pidió a los iraníes que congelaran la situación y acabó inclinándose del lado estadounidense. Irán, luego de haber aceptado una moratoria de dos años y medio para sus investigaciones, las retomó el 10 de enero de 2006, estimando que había esperado lo suficiente como para demostrar su buena voluntad sin que los europeos hicieran ninguna proposición seria. Mientras tanto, la posición rusa se había hecho indescifrable en la medida en que el ministro ruso de Relaciones Exteriores dejaba entrever que se ponía del lado de sus homólogos occidentales, antes de que el presidente Putin lo pusiera públicamente en su lugar al recordar su interés en alcanzar una solución pacífica. Finalmente, durante las últimas semanas, numerosos viajes diplomáticos permitieron a los dirigentes rusos, chinos e iraníes elaborar una estrategia común.

El asunto tuvo una brusca evolución debido a la organización, por parte del Reino Unido, el 30 de enero de 2006, de una «cena ministerial privada» que reunió a los ministros de Relaciones Exteriores británico, francés, alemán, ruso, estadounidense y chino. Durante la reunión, el británico Jack Straw propuso que el OIEA presentara la cuestión al Consejo de Seguridad de la ONU, primera etapa del proceso hacia la guerra. Sus homólogos ruso y chino señalaron que, en la actual situación, una decisión de ese tipo no tendría ninguna base jurídica. Dada su confianza en la factibilidad de su propio proyecto para el enriquecimiento de uranio, la Federación Rusa deseaba únicamente «dejar correr el reloj» el tiempo necesario para preparar un protocolo de acuerdo con Irán, cosa que tomaría un mes o dos según los expertos. Los comensales concluyeron la cena estableciendo una agenda que ambas partes interpretan como una victoria: la semana que viene. La Junta de Gobernadores del OIEA no trasladará el expediente iraní al Consejo de Seguridad ya que no cuenta con la autoridad para hacerlo, pero le entregará un informe pidiendo la adopción de medidas que fortalezcan su propia autoridad para poder hacerlo en el futuro.
Ese compromiso permite a estadounidenses y europeos mantener la presión mientras que permite a rusos y chinos ganar tiempo. Saber quién ganó aquella noche depende de la idea que se tenga sobre si un vaso está medio lleno o medio vacío cuando está por la mitad.
En la práctica, suponiendo que el Consejo de Seguridad le otorgue la prerrogativa a la Junta de Gobernadores del OIEA, este último no podría servirse de ella hasta la próxima reunión, prevista para el 9 de marzo.

Los iraníes fingieron interpretar la componenda como un posible abandono por parte de sus amigos rusos. Es posible, sin embargo, que hayan obtenido de la Federación Rusa un compromiso escrito de que esta recurrirá al veto en el Consejo de Seguridad en caso de presentación de una resolución tendiente a autorizar la guerra.
Como quiera que sea, los iraníes recurrieron inmediatamente a sus colegas del Movimiento de Países No Alineados. El presidente Mahmud Amadineyad obtuvo por teléfono el apoyo de su homólogo sudafricano Thabo Mbeki (aunque el régimen del apartheid fabricó la bomba atómica junto a Israel, África del Sur renunció posteriormente a ella). Indonesia emitió múltiples declaraciones de apaciguamiento mientras que Venezuela y Malasia recibirán próximamente al presidente iraní.

Simultáneamente, Irán prepara «un mundo sin Israel ni Estados Unidos». Teherán espera con optimismo crear una bolsa petrolera que no aceptará el dólar. Esta funciona ya de forma experimental. Aunque ningún Estado ha anunciado oficialmente su participación, muchos estimularán la participación de firmas que servirán de intermediarios. Siendo el dólar una moneda ampliamente sobrevaluada que se mantiene principalmente porque sirve como moneda de cambio ante el petróleo [6] una bolsa de ese tipo, si llegara a funcionar y aún abarcando solamente la décima parte del mercado del petróleo, provocaría un derrumbe del dólar comparable al de 1939. El poderío estadounidense sería arrastrado entonces por la devaluación y el propio Israel se vería condenado a la bancarrota.

Washington no tiene por tanto más remedio que utilizar toda su influencia sobre los actores económicos internacionales para que rompan con Teherán. A falta de una guerra, Estados Unidos tiene que lograr, como mínimo, aislar a Irán en el aspecto económico.
Paradójicamente, ninguna de esas opciones parece realista. Razonablemente, la fuerza aérea estadounidense y el ejército israelí no pueden bombardear las instalaciones nucleares iraníes debido a la presencia en estas últimas de consejeros y técnicos rusos. Golpear a Irán implicaría declarar también la guerra a Rusia. Por lo demás, a ese tipo de ataque seguiría seguramente una respuesta de Irán que utilizaría contra Israel los devastadores misiles Thor M-1 adquiridos en Rusia, además de que los chiítas de Irak harían la vida todavía más difícil a las fuerzas de ocupación. En caso de que Estados Unidos tratara de utilizar el bloqueo económico, Irán podría burlarlo mediante su acuerdo de socio privilegiado con China. Sin embargo, privaría a «Occidente» de una parte de su abastecimiento de petróleo, provocando así un alza de 300% en la cotización del barril y una amplia crisis económica.

En definitiva, el resultado de esta prueba de fuerza depende de la capacidad de cada participante para adaptar su propio calendario al de los demás mientras que la administración Bush se obstina en tratar de arrastrarlos a una confrontación para la que no dispone de los medios necesarios y en la que corre el riesgo de perder su autoridad.

[1Ver los artículos «El duelo Washington-Teherán », por Thierry Meyssan, Voltaire, 9 de septiembre de 2005, y las Tribunas y Análisis «Irán, ¿la satanización antes de qué?», Voltaire, 20 de enero de 2006.

[2Para más información sobre las reservas de hidrocarburos, ver nuestros artículos «El poder del petróleo en el siglo XXI » y «L’avenir du gaz naturel».

[3Ver, en nuestra rúbrica «Tribunas y Análisis», «Irán y Rusia desean reconciliarse con Europa Occidental», Voltaire, 26 de septiembre de 2005, y el artículo «Irán se alía a China frente a los Estados Unidos », Voltaire, 17 de noviembre de 2004.

[4Ver el artículo «François Géré: «La position iranienne à propos du nucléaire est légitime», por Ahmad Nokhostine, Voltaire, 22 de mayo de 2005.

[5Ver el artículo «BP-Amoco, coalición petrolera anglosajona », por Arthur Lepic, Voltaire, 10 de junio de 2004.

[6Ver el artículo «El tendón de Aquiles de los Estados Unidos», por L.C. Trudeau, Voltaire, 4 de abril de 2003.