Afirma Cecilia Blume, robusta vendepatria y mano derecha de PPK, el norteamericano operador de las transnacionales en Palacio de Gobierno, que la indemnización por más de 20 millones de soles al señor Baruch Ivcher, demócrata crematístico indiscutible, fue hecha de acuerdo a ley. En una republiqueta legal, que los apuros del susodicho señor tengan prisa premiosa no parece llamar la atención cuanto que el Poder Judicial queda librado a una miseria porque la augusta y libertaria figura de Ivcher tiene mayor importancia. ¡La prevalencia que le dieron sus pagadores! ¡Estas purezas legales causarían envidia a los griegos fundadores de la democracia!

Ayer, para mayor afirmación del impecable edificio legal de la republiqueta legal, la señorita Flores, candidata de San Dionisio Romero Seminario, el banquero de los banqueros, dijo que ella era partidaria del mantenimiento de los contratos porque eso nos “otorgaba seriedad” como país. En buen romance: ¡ningún contrato ley, de esos que estafan al fisco y evaden impuestos, será tocado!

Luego de más de cinco años que firmara en acto malhadado y discutido, el contrato de Camisea, el anodino jurista de voz pausada y majestad académica, Valentín Paniagua, se dio cuenta que los precios del petróleo habían cambiado y que ¡era imperativo renegociar el contrato! Ante tamaño descubrimiento no queda sino inclinar, en señal de sorna y desprecio, la cabeza, para condenar al atrabiliario oportunista sin talla ni futuro a quien las encuestas arropan en un popularísimo 6%. ¡Provecho!

¿Cuántas empresas mineras, negocios conexos, pandillas de empresarios rapaces, taifas de mercachifles, argollas de truhánes capaces de vender a su madre negociando el precio centavo a centavo, están dando plata a los partidos políticos para que NO TOQUEN sus múltiples y tramposas sinecuras en desmedro de la riqueza fiscal del Estado peruano? ¿Cuántas y cuáles son las bandas de burócratas o professional beggars, mendigos profesionales, de ONGs cabildeando favores, prefigurando proyecto de leyes y blindando intangibilidades para que nada cambie y sigamos con la republiqueta legal que indemniza a sus patricios –y a otros no tan propios- mientras que el colectivo Perú sigue muriéndose de hambre y desesperanza?

¿Se explicaría así el silencio pérfido, la simpatía cómplice, el poco “ruido político” de que hacen gala algunos políticos para no aquietar en nada el gallinero con propuestas moralizantes y radicales y meter a la cárcel a miles de burócratas, a lacayos orgánicamente serviles y cuyo único propósito es, a través de todos los gobiernos, enriquecerse a costa y en nombre del pueblo?

La republiqueta legal cuida a sus críos y amamanta a sus turiferarios. Los que se salen del carril van al destierro. Pero esto no es rígido. Mírese tan sólo el escenario de la contienda electoral: miles de payasos, débiles mentales, delincuentes con prontuarios actualizados y potenciales rufianes. ¡Eso sí, todos con la ambición de ganar muy bien! Y aunque las excepciones son contadas, no hay que desconfiar de la republiqueta legal, sus ritos, sus compromisos de pago y la honra que se pone en ellos. El ejemplo que reivindica, apelando a la legalidad de su mandato para cumplimiento, como efectivamente ocurrió con el caso de Baruch Ivcher, es una muestra mínima de cuan apegados viven los funcionarios a la republiqueta legal.

Y ciertamente manadas de hombres y mujeres de prensa también viven al amparo de la republiqueta legal y sus pitanzas mermeleras, difamadoras, impunes, porque el poder determina quiénes viven y quiénes no. Y los puñaleros y sicarios se distinguen en estas épocas por la superlativa fruición con que blanden la cimitarra asesina de libertades, honras y verdades. ¿Está la nación condenada a ser ciénaga de nubarrones y luz negra de mediocres convenientemente comprados? ¡Un nuevo país tiene que limpiar este templo plagado de sátiros y mequetrefes!

¡Qué vivan felices aquellos a quienes la republiqueta legal satisfaga en sus ambiciones más futuristas! ¡Que no se quejen cuando comprendan, tarde muy tarde, que nunca un país se hace para los menos sino para los más! Y que la gran clave estriba en poner en dinámico movimiento a las grandes mayorías con propósitos comunes porque no hay otra fórmula de superar el subdesarrollo que combatiendo en una gran amalgama nacional por un Perú libre, justo y culto.

¡Atentos a la historia; las tribunas aplauden lo que suena bien!

¡Ataquemos al poder; el gobierno lo tiene cualquiera!

¡Hay que romper el pacto infame y tácito de hablar a media voz!