Jeffrey Blankfort es periodista estadounidense y productor de programas radiales en las cadenas KPOO, de San Francisco; KZYX, de Mendocino, y KPFT/Pacifica, de Houston. Su compromiso con la lucha política a favor de los palestinos y por la creación de un Estado único binacional en Palestina desde los años 70 hizo que los movimientos sionistas estadounidenses lo consideraran como uno de sus archienemigos pero le valió también críticas por parte de un sector de la izquierda estadounidense, reagrupada alrededor de Noam Chomsky, que le reprocha su «obsesión por el grupo de influencia». Jeffrey Blankfort fue redactor del Middle East Labor Bulletin y cofundador del Labor Committee of the Middle East. Fue también miembro fundador de la Nov. 29 Coalition on Palestine.

Silvia Cattori: Washington y Tel Aviv intensifican sus amenazas contra Irán. En su opinión, ¿es un interés nacional específico de Israel el debilitamiento, e incluso la destrucción, de numerosos países árabes vecinos? ¿En qué medida logra Israel orientar la política de Estados Unidos en el sentido de emprender nuevas agresiones en el Medio Oriente?

Jeffrey Blankfort: Mi posición, expuesta por demás en un artículo, es la siguiente: la guerra contra Irak no fue una guerra por el petróleo sino una guerra concebida por los neoconservadores y el grupo de influencia pro israelí en Estados Unidos, en beneficio de Israel. Su objetivo era situar a Israel en una posición preponderante en el Medio Oriente, en el marco de un plan tendiente a perfeccionar el control mundial estadounidense. Era ese el llamado del documento intitulado «Project for a New American Century» (Proyecto para un nuevo siglo americano), o PNAC [1]. Y aunque cierto número de eminentes personalidades, tanto del mundo político como de los sectores de la defensa, hayan dicho que se trataba de una guerra declarada y librada al servicio de Israel, el movimiento antiguerrerista se negó obstinadamente a tomar esa posibilidad en cuenta. En este mismo momento, el único componente de la sociedad estadounidense que está tratando de empujar a la administración de Estados Unidos a un enfrentamiento militar con Irán resulta ser el establishment sionista, o el grupo de influencia, si prefiere usted llamarlo así –se trata de organizaciones como el AIPAC (American Israel Public Affairs Committee) [2], así como de otras organizaciones judías– cuyo principal objetivo es impedir que Irán logre dotarse de armas nucleares. La izquierda y el movimiento antiguerrerista están tan obcecados por la imputación de todos los males al imperialismo estadounidense, por un lado, y por su pánico a dar lugar a lo que podría ser una forma de supuesto «antisemitismo», por otro, que han exonerado a Israel de toda implicación (lo que aún siguen haciendo); mientras que otros, aún manteniéndose dentro del consenso, no han dejado de implicarlo.

De esa forma, al no haber tenido que pagar precio alguno por haber empujado a Estados Unidos a la guerra contra Irak –y no me refiero solamente a la actual guerra sino también a la guerra del Golfo, en 1991– ahora se disponen a hacer lo mismo contra Irán. ¡Hasta para un grupo de influencia se trata de un comportamiento absolutamente único, absolutamente sin precedentes!

En otras palabras, ¿Estados Unidos estaría actuando en función de los intereses de Israel? ¿No se opone esa tesis a la que sostienen Chomsky y la izquierda en general, que estiman que es Estados Unidos el que utiliza a Israel, que no hay convergencia de intereses entre Israel y Estados Unidos, y que Israel desempeña simplemente el papel de «gendarme» como pago por los favores de Estados Unidos en el Oriente Medio?

Jeffrey Blankfort: Es cierto, Chomsky tiende a simplificar la política estadounidense echándole la culpa de todo a las élites y a todo el que esté en la Casa Blanca, aunque ocultando cuidadosamente el papel del Congreso. Chomsky y sus amigos agitan, directa o indirectamente, el espectro del antisemitismo, o el de la incitación al antisemitismo, y el resultado es que todo el mundo se calla. Bueno, tenemos que saber que Chomsky, que fue sionista durante su juventud –vivió en Israel, tiene amigos allá e incluso pensó establecerse allí definitivamente– reconoció en 1974 que eso podía estar influyendo en sus análisis y sus posiciones, y quiso que sus lectores lo supieran. Así lo escribió en 1974. Sin embargo, son pocos los lectores de Chomsky que lo saben hoy día. No saben que Chomsky fue sionista y que llegó incluso a estudiar la posibilidad de radicarse en Israel. De hecho, en años no ha dicho nunca una palabra sobre Israel, aunque ha hablado sobre el papel de Estados Unidos en América Latina y en Vietnam. Fue un amigo común, el Dr. Israel Shahak, quien convenció a Chomsky de abordar públicamente el tema de la manera en que Israel trata a los palestinos. Es interesante comprobar que la obra más importante de Chomsky sobre la cuestión israelo-palestina, The Fateful Triangle [El triángulo fatal] empieza, de hecho, por una defensa de Israel. O sea que, aunque reconoce todos los crímenes israelíes contra los palestinos, ¡acusa principalmente a Estados Unidos por permitir que se cometan! Permítame decirle que ese tipo de defensa podría servirle a Pinochet, en Chile, o a cualquier otro dictador aupado por Estados Unidos en cualquier otro lugar del mundo, para ser exonerado de la responsabilidad fundamental de sus crímenes y hacerla recaer en Estados Unidos… Yo no estoy de acuerdo con eso… Y la mayoría de los que comprenden la situación tampoco está de acuerdo cuando tienen que analizar esa manipulación.

Algunos de mis amigos, que también son amigos de Chomsky, lo han reconocido; están de acuerdo conmigo. Yo diría que el problema consiste en que, como colegas académicos, se sienten incómodos en criticar a Chomsky, sobre todo teniendo en cuenta los constantes ataques de que es objeto por parte de la derecha.

[Chomsky] ha defendido a mucha gente que era atacada y, de esa manera, se ha ganado su lealtad. También ha servido de tutor a bastantes investigadores e, irónicamente, es Chomsky quien ha llevado a mucha gente a adoptar un compromiso político… Esa gente leyó a Chomsky y se entusiasmó con la acción política. ¡Sólo después se dan cuenta –con suerte– que Chomsky no sólo abre puertas sino que también las cierra!

¿Lo cual quiere decir que Chomsky concede al grupo de influencia pro israelí menos importancia de la que en realidad tiene? ¿Ha sostenido Chomsky alternativas injustas hacia los palestinos en aras de proteger a Israel, país con el que mantiene un vínculo afectivo? ¿Es ese el único caso en que Chomsky defendió lo indefendible?

Jeffrey Blankfort: Sí, en lo esencial. Sobre la mayoría de los demás temas es más abierto. Pero sobre ese tema en particular, se niega de plano a conversar. En 1991, tuvimos un intercambio que se publicó en un diario de izquierda de Nueva York, The National Guardian, y un amigo de Nueva York quiso organizarme un debate con Chomsky sobre la cuestión del grupo de influencia israelí durante la Conferencia de Investigadores Socialistas (Socialist Scholars Conference). Chomsky se negó escribiendo que «eso no aportaría nada ». Después de su negativa, le pregunté a un profesor de California, Joel Benin, a quien conozco bien y que defiende las posiciones de Chomsky, si estaría dispuesto a participar en un debate conmigo. También se negó dándome exactamente la misma respuesta: «¡Eso no aportaría nada!»

¿Y en cuanto a Irán, que hoy está en la mirilla, Chomsky minimiza también, según la opinión de usted, el papel del grupo de influencia que actúa en Estados Unidos a favor de Israel?

Jeffrey Blankfort: En lo tocante a Irán, parece que Chomsky y los demás siguen sin querer ver la campaña que el grupo de influencia está desarrollando para llevarnos a una nueva guerra –una guerra que sería muchísimo más catastrófica que el actual desastre de Irak.
Existe, en Estados Unidos, una coalición de doce organizaciones comunitarias judías que se identifica a sí misma como «Una Voz por Israel» (One Voice for Israel), y que se creó en 2002 para responder a la publicidad negativa que la destrucción de Jenin significó para Israel. Todos los años, durante una especie de apoteosis que llama «Take-5», esa federación se las arregla para que un millón de mujeres judías llamen por teléfono a la Casa Blanca simultáneamente. Otro día llaman al Congreso. Cada vez que lo hacen bloquean la central telefónica del Capitolio. Es una forma de demostrar su poder...

El 22 de febrero van a llamar al presidente Bush para decirle lo que ellas creen se debe hacer en cuanto a Irán y al desarrollo nuclear de ese país, sea civil o militar. Ese tipo de operación sigue teniendo lugar, permanentemente, pero el movimiento antiguerrerista, o la izquierda, no estiman que sea un problema. ¡Si saben que existe! El profesor Chomsky me escribió (a mí y a otros) que ese asunto no le interesa...

Hace ya dos años, cuando la misma persona que lo había invitado a debatir conmigo (en 1991) le preguntó a Chomsky si estaba interesado, él se negó invocando mi «obsesión por el grupo de influencia». Incluso escribió que se niega a leer el artículo que escribí sobre él. No es el tipo de respuesta que se espera de un intelectual. Me parece curioso que acepte con gusto debatir con Alan Dershowitz, porque es realmente fácil, y que se niegue sin embargo a debatir con alguien de izquierda. Por lo menos sobre ese tema… ¡Y es de eso que habría que hablar no de otra cosa!

¿Piensa usted que exista en otros países algo equivalente al AIPAC?

Jeffrey Blankfort: El AIPAC es algo muy particular. Aunque es un grupo de influencia declarado y registrado como favorable a Israel no está obligado a registrarse como grupo de influencia extranjero, lo cual lo sitúa en una posición absolutamente única en Estados Unidos. En cada audiencia del Congreso que tenga que ver con las cuestiones del Medio Oriente, usted podrá ver empleados del AIPAC participando.

Ningún otro grupo de influencia, en particular ningún grupo de influencia extranjero, tiene ese privilegio. También son ellos quienes redactan las leyes que el Congreso adopta seguidamente, como por ejemplo el reciente decreto «Sobre la rendición de cuentas por Siria y la soberanía de Líbano» (Syrian Accountability and Lebanese Sovereignty Restoration Act) [3], adoptado hace dos o tres años, que debía llevar a la situación que vemos hoy en el Líbano y Siria, decreto que fue redactado par el AIPAC, que llegó incluso a jactarse de ello poco después.

La izquierda es la única pretende no saber nada de eso. También está en el sitio web del AIPAC, así como en sus publicaciones impresas. El AIPAC propone también jóvenes y brillantes estudiantes judíos para que hagan pasantías en las oficinas de los parlamentarios en el Congreso. Le piden a un congresista que los reciba y le dicen: «Tenemos un joven que quisiera hacer una pasantía en el Capitolio, nuestros jóvenes pueden hacer una pasantía de un año y harán un trabajo eficaz en su oficina… » ¿Ustedes creen que haya muchos congresistas que se nieguen a aceptar un secretario que no cobra?

Esa organización –AIPAC– tiene también una fundación especial que organiza viajes gratuitos a Israel para los miembros del Congreso. El año pasado más de cien congresistas fueron a Israel por esa vía, sin que les costara un centavo, con todos los gastos pagos por esa fundación. Es bueno saber que hay un gran debate alrededor de esos viajes gratis pagados por diferentes grupos de influencia, pero no creo eso signifique el menor problema para las maniobras del AIPAC. Si hay medidas drásticas, el Congreso hará una excepción cuando se trate de Israel...

Lo curioso es que los estadounidenses tenemos un país vecino, al sur, que se llama México. México es mucho más importante para Estados Unidos, para nuestra economía, y hay además en Estados Unidos muchas más personas de origen mexicano que judíos… Miles de mexicanos y de mexicano-estadounidenses trabajan aquí, son responsables del cultivo y la cosecha de los productos agrícolas de Estados Unidos. Sin embargo, no hay delegaciones del Congreso que vayan a visitar México, y México no habla constantemente de la importancia fundamental de México… Si los congresistas estadounidenses van a México, es de vacaciones. Sin embargo, aquí, en Estados Unidos, se recalca siempre la importancia de Israel.

Hay dos razones muy simples: el dinero y la intimidación. El Partido Republicano se apoyó durante años en ricos protectores judíos para obtener la mayoría de las contribuciones financieras que recibe. No es el propio AIPAC el que reparte dinero. No, el AIPAC coordina todo eso y le dice a usted a quién hay que darle dinero. Supongamos que usted es un donante judío y quiere hacer algo para contribuir a la causa de Israel. El AIPAC le dirá dónde depositar su dinero. Así vemos que existen a través de Estados Unidos cerca de 40 Comités de Acción Política, o PAC (Political Action Committee), cuya única razón de ser es proporcionar dinero a los candidatos a las elecciones estadounidenses (a todos los niveles) que apoyen a Israel. Aquí, en California, tenemos un «Comité de Californianos del Norte por el Buen Gobierno». En St. Louis, Missouri, usted encontrará el comité «St-Louisans for Good Government». El más importante es el National PAC, o NPAC. También tiene el Hudson Valley Political Action Committee, el Desert Caucus, etc.

Si usted se atiene a la razón social de esos comités, no logrará hacerse la menor idea de cuál es su utilidad, mientras que los demás grupos de influencia anuncian claramente sus objetivos. ¿Por qué no tenemos ningún «Comité de judíos partidarios de Israel»? ¿Sería más claro, no? Sin embargo hay algo más grave aún, para los demócratas, y para una parte de los republicanos, y es el dinero que reciben de personalidades judías sionistas. Por ejemplo, en 2002, un israelí de origen egipcio, Haim Saban, que vino a Estados Unidos y ganó miles de millones de dólares con un programa de televisión para niños que se transmitía el sábado por la mañana, donó 12,3 millones de dólares al Partido Demócrata, o sea a penas un millón y medio menos que los comités de acción política de los fabricantes de armas que hicieron donaciones, pero a ambos partidos estadounidenses...

Y no se trata de un benefactor entre tantos otros. Ese mismo Haim Saban fue quien fundó la Institución Saban, ante la Brookings Institution [4], que se ocupa de los asuntos israelíes. Es también uno de los financistas del AIPAC y paga fiestas, en Washington, durante las cuales el AIPAC entrena estudiantes de secundaria y estudiantes universitarios para la difusión de propaganda pro israelí. Las universidades estadounidenses son los principales campos de batalla de los movimientos judíos que se dedican al cabildeo a favor de Israel, y que se unieron en el seno de la Israel Campus Coalition, que cuenta con 28 asociaciones, entre ellas el AIPAC, y cuya única y primordial preocupación es Israel.

Actualmente, uno de los principales objetivos del grupo de influencia es lograr que las universidades pongan fin a sus campañas de retirada de Israel. Los cabilderos pro israelíes también tratan de influir en la nueva generación de líderes de la comunidad judía, que están realizando actualmente sus estudios, para llevarlos a contribuir con la propaganda a favor de Israel.

Para ayudar a los palestinos a obtener justicia sería necesario al menos que quienes los apoyan –o pretenden hacerlo– digan la verdad. Lo que sucede da la impresión que no se dice la verdad ni siquiera en el seno de ese grupo. ¿Cree usted que la solidaridad fracasó en Estados Unidos, como en Europa, porque la dirige gente que está ahí para frenar la crítica contra Israel? ¿Piensa que la influencia de Chomsky se ejerció en ese sentido?

Jeffrey Blankfort: Aquí, en Estados Unidos, el movimiento pro palestino es totalmente ineficaz, desde hace mucho tiempo, y es por varias razones. Una de ellas es que se niega a reconocer el papel del grupo de influencia pro israelí. Es como si usted se estuviera preparando para jugar un partido de football. Usted se pone los zapatos apropiados pero, en vez de ir para el estadio, ¡se va para el centro comercial! Si cuando suene el silbato, usted ni siquiera está en la cancha ¿cómo va a ganar el partido?

O sea, usted tiene de un lado, el grupo de influencia más poderoso de Estados Unidos, y del otro, el movimiento de solidaridad con los palestinos que no se preocupa en lo más mínimo del anterior, aparte de alguna que otra protesta ocasional frente al AIPAC… Una de las razones es que ese movimiento de solidaridad está influido por grupos marxistas, que siempre están desfasados, que viven en otra época, en un pasado donde los grupos de influencia no desempeñaban ningún papel. ¡Hay militantes políticos que me dicen bastante a menudo que hablar del grupo de influencia «no es marxista» o que hablar del grupo de influencia «no es socialista»! Yo les digo que es un elemento que existe, una realidad y que eso es lo importante. Por otro lado, hay muchísimos antisionistas judíos, de estilo inimitable, que ocupan posiciones como dirigentes en el movimiento pro palestino, que afirman que denunciar al grupo de influencia conduce al antisemitismo.

Esos son lo que yo llamo «judíos excepcionalistas», que rechazan toda crítica dirigida contra actos realizados colectivamente por otros judíos, como el cabildeo a favor de Israel, ¡lo que en la práctica los hace muy difíciles de diferenciar de los sionistas confesos!

Le voy a decir lo que sucede: cada vez que oigo a esa gente negar la existencia del grupo de influencia, ¡me recitan palabra por palabra el dogma chomskyano sin citarme siquiera el nombre de Chomsky!

¡Chomsky ejerce sobre ellos una influencia tan crítica, tan poderosa, que no pueden hacer otra cosa que identificarse con él!
Chomsky se pronunció públicamente contra la desinversión del Massachusetts Institute of Technology (MIT), donde él trabaja, y logró aniquilar, de tanto edulcorarla, una resolución de desinversión en Israel. Se opone a toda sanción contra Israel, se opone a la eliminación de las relaciones, ¡nunca ha sacado de la manga una propuesta de acción para cambiar la situación mundial que vaya más allá de «escribirle al redactor jefe»!
Nunca menciona al Congreso, nunca menciona las comisiones presupuestarias. Si llega a mencionar la ayuda a Israel en el Congreso, jamás dirá: «¡Ustedes tienen que parar eso!» La mencionará como si fuera un hecho que se toma o se deja, como si dijera: «Hoy está lloviendo » o «Está bonito el día». Yo le escribí sobre el asunto y su respuesta no fue especialmente amistosa...

Desde 1988 hasta 1995 estuve publicando una revista, el Middle East Labor Bulletin, que tuvo a Chomsky entre sus suscriptores. Yo escribía una sección especial, dedicada al grupo de influencia israelí en el Congreso, en la que revelaba los nombres de los congresistas que estaban con el grupo y mencionaba las fuentes, en su mayoría de la prensa sionista. Todo lector de la revista disponía de pruebas ampliamente suficientes del control del grupo de influencia israelí sobre el Congreso de Estados Unidos.

Recientemente volví a leer ciertos números de aquella revista, publicados hace 20 años. ¡Podría haberlos escrito hoy! Así Chomsky no puede hacerse ahora el que no sabe. Pienso simplemente que sus tempranas lecciones de catequismo sionista y sus temores en cuanto al porvenir de los judíos siguen tan presentes en su mente que es como un niño que se niega a admitir la verdad. Da lástima.

Pertenece a esa categoría de gente que llamamos, en Estados Unidos, «gatekeepers» (guardianes del serrallo)… También es un «gatekeeper» en lo tocante a otro tema fundamental: les hechos del 11 de septiembre de 2001. Él descarta de un manotazo las numerosas preguntas que han aparecido alrededor de la versión oficial de la administración Bush sobre los atentados del World Trade Center. Chomsky afirma que no hay ninguna razón seria para poner en duda la versión de los atentados del 11 de septiembre que cuenta Bush. También la mayoría de las críticas que le dirigen [a Chomsky] provienen de personas que han investigado los atentados del 11 de septiembre, mientras que él se obstina a repetir el mantra según el cual «lo que nos contó la administración Bush es la verdad». O sea, el papel que Chomsky desempeña actualmente en la arena internacional es, en mi opinión, un papel reaccionario.

También dice, por otro lado, muchas cosas que están bien, con las que estoy de acuerdo y repito una vez más que mucha gente dice que Chomsky los llevó a preocuparse por la política. Él encendió la chispa en bastante gente. Pero, en este momento –quizás se trate de una situación dialéctica– está apagando la chispa o, por lo menos, está orientado a sus émulos en la dirección incorrecta…

¿La denuncia que hace usted de las tesis de Chomsky –tesis que ignoran la influencia del AIPAC y de otras organizaciones similares en las guerras estadounidenses del Medio Oriente y el impacto negativo de estas tesis en los movimientos de solidaridad– es compartida en Estados Unidos por muchos otros intelectuales?

Jeffrey Blankfort: Yo pertenezco a una minoría, pero tengo una lista importante de gente con la que me comunico por correo electrónico, y también dirijo una estación de radio –en realidad tengo dos. Los sionistas han tratado de hacerme callar, pero no lo lograron...

Una de las formas que tienen de intimidar a la gente consiste en utilizar las diferentes organizaciones judías. Cada una de éstas desempeña un papel específico. Particularmente importante entre esas asociaciones es la Anti-Defamation League (ADL), que tiene como misión principal la de difamar, intimidar y espiar a la gente que critica a Israel. Estoy entre los que han sido objeto de ese espionaje y sé de lo que hablo...

Uno de sus agentes se infiltró en nuestra organización, la Comisión de Trabajo sobre el Medio Oriente (Labor Committee on the Middle East), de la que fui uno de los cofundadores, en 1987. Después supimos que estaban espiando a cientos de asociaciones de todo el espectro político, y a miles de personas individualmente. Para ser exacto, ¡más de 600 asociaciones y nada menos que 12 000 personas!
Yo logré obtener el expediente que estaban preparando contra mí y comprobé que me habían espiado ilegalmente. Así que les puse pleito.
Acudí a los tribunales junto con otros dos militantes y, al cabo de dos años, los tipos de la ADL aceptaron un arreglo amigable que no implicaba que les firmara un compromiso de silencio. Quizás sea por eso que no paro de hablar de ellos.

El tipo que me espiaba por cuenta de la ADL trabajaba también para los servicios secretos sudafricanos. En Estados Unidos teníamos un enorme movimiento antiapartheid. En la práctica, el grupo de influencia israelí y Sudáfrica estaban en la misma página de la guía telefónica, eran aliados realmente muy cercanos, aliados en todos los aspectos, socialmente, culturalmente y políticamente. Era algo que, desgraciadamente, el movimiento antiapartheid no quiso –tampoco él– tener en cuenta, una vez más, debido a las presiones sionistas...

Tiendo a decir que el problema para la creación de un verdadero movimiento político en Estados Unidos consiste en que ese movimiento se encuentra, desde el principio, bloqueado, de un lado, por los sionistas, y del otro, por el rechazo, como el de Chomsky, a hablar abiertamente del sionismo y del papel que desempeña éste aquí, en Estados Unidos.
Volvamos atrás, a 1988, a una época en que, durante los primeros meses de la primera Intifada, el movimiento antiintervencionista se negaba a apoyar la exigencia de que Israel pusiera fin a la ocupación del territorio palestino. Un líder de los indios estadounidenses me dijo en aquel entonces que el principal problema del movimiento estadounidense era que había en él demasiados sionistas liberales. Y es verdad. Nunca cito el nombre de aquel militante indio porque si lo hiciera público, enseguida lo acusarían de antisemitismo...

Se me acusó de ser de los judíos que desarrollan un «odio hacia sí mismos», de ser antisemita… y no sé qué más. Pero no me importa porque considero que la acusación de antisemitismo es el primer recurso de la perfidia. El patriotismo es el refugio final de la perfidia, pero el antisemitismo es el primero… ¡En este país ha sido utilizado para hacer callar a mucha gente honesta! Esa es una de las razones por las que estoy en contra de todas esas organizaciones específicamente judías que se vanaglorian de estar a la vanguardia de la lucha por Palestina. Lo que pasa es que hay muchos judíos antisionistas, o que afirman serlo, que dicen: «Como judíos antisionistas tenemos que ser los líderes, para que los demás vean que no todos los judíos apoyan a Israel»...

Yo estoy totalmente en contra de eso porque los contribuyentes estadounidenses pagan sus impuestos y, por consiguiente, ¡apoyan a Israel! O sea, en definitiva ¡es un problema estadounidense! Y, al hacer valer que es absolutamente necesario que los líderes del movimiento sean judíos, que hay judíos antisionistas, que hay judíos que hacen esto, que otros judíos hacen aquello… ¿qué le están diciendo en realidad a los no judíos? Les están diciendo: «Si podemos hacer esto es porque somos judíos». Han estado haciéndolo desde hace tanto tiempo… ¡y no funciona!
Así que cuando Jeff Blankfort habla, el que se expresa no es un judío. Es un ser humano. Por eso, en 1970, cuando fui por primera vez al Medio Oriente (al Líbano y Jordania), no le dije a la gente que era judío. ¡El que fue allá no fue Jeff Blankfort el judío sino Jeff Blankfort el periodista!

No había que ser sudafricano para estar en contra del apartheid. No había que ser nicaragüense para estar en contra de los Contras, ni había que ser vietnamita para estar contra la guerra de Vietnam… ¿Qué tiene que ver el ser judío con el hecho de denunciar lo que los israelíes están haciendo sufrir a los palestinos? En realidad, los judíos deberían ser extremadamente prudentes en lo que se refiere al papel de dirigentes. Ese no es el papel de los judíos o de los que se identifican como judíos. La ironía es la gente que más se cita, que más se expresa sobre este asunto en Estados Unidos son todos judíos que, a fin de cuentas, quieren proteger a Israel...

Chomsky, por supuesto, es el más importante de todos. Entonces, critican a Israel porque es importante, lo menos que se puede hacer. Pero desvían la responsabilidad principal hacia Estados Unidos y, al hacerlo, aunque no absuelven a Israel, no dejan por ello de protegerlo contra toda medida de respuesta en forma de sanciones, de boicots y de ruptura de vínculos…

Acaba usted de decir que usted mismo fue acusado de antisemitismo. El presidente de Venezuela, Hugo Chávez, por ejemplo, fue acusado recientemente por los diarios franceses Libération y Le Monde de haber tenido expresiones «antisemitas». ¿No cree usted que esa acusación se ha hecho más difícil de explotar ante una opinión pública que ha descubierto que estaba siendo objeto de manipulaciones políticas?

Jeffrey Blankfort: Aunque la gente dijera algo sobre eso en privado, no lo dirían públicamente. Yo ayudo a veces a obtener entrevistas de palestinos y de israelíes progresistas para los medios de difusión de la región del Gran San Francisco y, diría yo, hace varios años, las cosas eran más abiertas, más libres que hoy en las radios de gran audiencia. En 1982, logré que se entrevistara en el talk show de mayor audiencia de San Francisco a un soldado israelí, un reservista, que se negaba a hacer su servicio en el Líbano. Aquel hombre dijo la verdad sobre la guerra del Líbano, que no eran los palestinos los que estaban bombardeando aquel país. Durante la segunda hora del programa, que estaba saliendo al aire para todo el territorio estadounidense, llamó a la estación un oyente con un fuerte acento extranjero y preguntó: «¿Quién es el responsable que está dejando hablar a ese comunista en la radio?»
El conductor del programa le respondió que era él mismo, aunque en realidad había sido el productor quien había intervenido para que mi amigo saliera al aire. Poco después, aquel conductor, uno de los conductores radiales más populares de San Francisco, fue substituido por un sionista que todavía está en ese puesto y que es tan sionista que todo los años, cada vez que se celebra en San Francisco la fiesta nacional israelí, es él el maestro de ceremonias…
En la radio, entre las principales estaciones, usted encontrará, entre los propietarios o los que toman las principales decisiones, gente que son evidentemente sionistas. Por ejemplo, el presidente de CBS News, Leslie Moonves, es un sobrino en segundo grado de David Ben Gurión. La mayoría de la gente no puede (o no quiere) creerme cuando hablo de la influencia sionista en los medios de difusión. Yo leo la prensa judía, que no para de publicar información sobre eso, información que no aparece sin embargo en la gran prensa. Es en la prensa judía donde encuentro la mayor parte de mis datos, y cuando los verifico, esa prensa es fidedigna… Hay una publicación especialmente útil sobre ese tema. Se trata de Forward, un semanario que es el equivalente del Wall Street Journal, destinado a los judíos, ya que contiene mucha información que no aparece en ninguna otra parte.
Lo más simpático es que la mayoría de la gente que conozco, que lucha por los palestinos en Estados Unidos, ¡nunca ha leído la prensa judía! Para mí, si usted no lee la prensa judía sionista, usted no es serio. En efecto, en este país no podemos hacer nada de manera directa en cuanto a lo que está pasando en Palestina. Pero, lo que sí podemos hacer en Estados Unidos es luchar contra el apoyo que tiene Israel en este país, denunciar al grupo de influencia israelí y socavar las posiciones de Israel en Estados Unidos. Únicamente debilitando el apoyo de que goza Israel en nuestro país, en Estados Unidos, podemos fortalecer la posición del pueblo palestino.

¿No hay acaso mucha gente, conmovida por la desgracia de palestinos e iraquíes, que está cada día más consciente de que los medios de difusión mienten?

Jeffrey Blankfort: Bueno, usted sabe… claro, los diarios nos mienten, pero incluso aunque hay más información en Internet, ésta no siempre es confiable tampoco –incluso de nuestro lado–, y tenemos que estar atentos a no tragarnos todo lo que vemos en Internet simplemente porque nos guste creerlo…
En la región de la bahía de San Francisco tuvimos, no hace aún mucho tiempo, siete u ocho diarios. ¡Hoy quedan apenas dos… y medio! Aquellos diarios se convirtieron en especies de tabloides al estilo de la peor prensa británica. Su única ambición era mantenerse a flote y no hundirse por culpa de la televisión… Al contrario de lo que sucede en Europa, en Estados Unidos la calidad de la televisión es deplorable, y los estadounidenses son verdaderamente adictos a la televisión. Son igualmente adictos a todos los equipos electrónicos portátiles, como los walkmans CD y MP3, y, desde hace uno o dos años, a los célebres iPod. Eso no augura nada bueno. Además, la escena política está totalmente cerrada, no hay prácticamente ninguna posibilidad de acceder a ella.

Tenemos dos partidos, que se parecen prácticamente en todo. ¡Son las dos alas del Partido Capitalista! Uno compra a la gente: el Partido Demócrata. El otro la destruye: el Partido Republicano. Ambos debaten (o más bien, hacen como si debatieran) sobre asuntos de política interna. Pero se abrazan cuando se trata de Israel. Por ejemplo, puede haber mujeres congresistas que luchan por el derecho al aborto. ¡Y se unen a las congresistas más derechistas, a las que más violentamente se oponen al aborto, cuando se trata de apoyar a Israel! ¡De eso no se habla nunca, ni siquiera se menciona, en el seno de la izquierda! Es realmente deprimente porque no veo mucha evolución, aunque hubo algunas protestas con motivo de reuniones del AIPAC local. Pero no se relaciona claramente al grupo de influencia israelí y al Congreso con lo que pasa en Israel/Palestina. Y no veo que la situación esté mejorando mucho. No sé si va a producirse una reacción ni de qué forma. Por el momento, no vislumbro un futuro muy brillante...

Si no cambia la orientación de los medios de difusión y si el grupo pro israelí sigue ejerciendo su influencia sobre nuestros países, ¿no cree usted que Israel va a sentirse más cómodo para atacar a Irán y, más tarde, a Siria?

Jeffrey Blankfort: Los neoconservadores arrastraron a Estados Unidos a la guerra en Irak. El padre del actual presidente, el primer George Bush, estaba en contra de esa guerra, al igual que las compañías petroleras. Y a pesar de lo catastrófico de esta guerra, desde todo punto de vista, no han tenido que pagar políticamente ningún precio, simplemente porque sólo unos cuantos publicistas aislados –entre ellos una minoría de editorialistas de izquierda, y ningún representante del movimiento antiguerrerista en nuestro país– han escrito artículos denunciando eso. Esas mismas fuerzas están empujando hoy a Estados Unidos hacia la confrontación con Irán. Aunque no creo esta llegue a producirse, únicamente porque Estados Unidos está empantanado en Irak. Además, si algún día Estados Unidos tuviese que atacar a Irán, las tropas iraquíes, entrenadas por Estados Unidos, muy pro iraníes y vinculadas a dos partidos, SCIRI y al-Da’wa (fundados ambos en Irán en 1982, y que combatieron del lado iraní contra Sadam Husein) replicarían seguramente, e Irak estallaría aún más de lo que ya ha empezado a hacerlo.

Por eso pienso que Estados Unidos no atacará a Irán, aunque todo el mundo aquí parece pensar que sí. Si Estados Unidos ataca a Irán será la prueba final de que el grupo de influencia sionista ejerce un control total sobre la política estadounidense, y no creo que las cosas hayan llegado a ese punto, por ahora.
Es interesante lo que está pasando: en este momento, Bush está débilitado; los republicanos lo abandonan, ha perdido muchos partidarios en el Congreso; va a lograr el nombramiento de su favorito, Alito, a la Corte Suprema, pero el AIPAC criticó a ese candidato porque le parece poco enérgico en lo tocante a Irán. El AIPAC criticó al tal Alito, acusándolo de haber sido incapaz de llevar a Irán ante el Consejo de Seguridad de la ONU, aún sabiendo perfectamente que si Estados Unidos hubiese logrado hacer comparecer a Irán ante el Consejo de Seguridad, no por ello habría logrado obtener la mayoría necesaria contra ese país… Circulan muchas especulaciones según las cuales Israel va a atacar Irán, aunque Estados Unidos vacile, porque se trata de un año electoral, y porque Israel sabe bien –al igual que el grupo de influencia israelí en Estados Unidos– que haga lo que haga Israel, en esa coyuntura, será aplaudido por el Congreso. Por tanto, corremos el riesgo de encontrarnos ante el mismo escenario que en el caso de Irak...

Es interesante anotar que los periódicos, las radios y las cadenas de televisión observan efectivamente que los congresistas no criticarán nunca a Israel en un año electoral, pero no explican nunca el porqué… La izquierda, bajo la dirección de Chomsky, hace como si ni siquiera estuviese al tanto de la existencia de algún problema.
La ironía es que, si usted lee la gran prensa, se encuentra mucha más información sobre lo que pasa, en lo tocante al grupo de influencia, que si lee la prensa de izquierda, en el estado lamentable en que esta se encuentra actualmente. Es importantísimo leer el diario The Forward porque explica lo que pasa en cuanto al grupo de influencia. Ese diario cubrió recientemente la investigación dirigida contra el AIPAC, que la izquierda, una vez más, ignora deliberadamente. Algunos preguntan: «Si el AIPAC es tan poderoso como dicen ¿cómo es que está siendo investigado?» Mi respuesta es que hay gente, en Washington, en los servicios de inteligencia, que tienen sus propias razones para estar extremadamente inquietos ante la «israelización» de la política exterior de Estados Unidos.

Y esa gente, que trabaja o que trabajó en Washington, viene lidiando desde hace mucho con el grupo de influencia pro israelí. La izquierda, de nuevo, no participa en esa lucha, desgraciadamente. Por tanto, sí hay gente en Washington que sabe lo que trama Israel, que sabe lo que hace en Washington el grupo de influencia israelí y que quiere parar eso.

Volviendo a lo que lo separa a usted de Chomsky sobre el tema palestino, ¿se puede decir que usted quiere que los palestinos ganen mientras que Chomsky quiere que los israelíes no pierdan?

Jeffrey Blankfort: Yo no lo diría así, pero pienso que son los palestinos quienes tienen que decidir el porvenir en Israel y en Palestina, y que Chomsky se preocupa principalmente por el futuro de Israel y el bienestar de los judíos. Él se opone a la solución de un solo Estado. Para mí, el Estado único es la única solución posible. Pero no desarrollaré aquí mi argumentación porque no nos corresponde a nosotros decidir eso.
Ciertamente, yo doy la prioridad a los palestinos y él se la da indudablemente a los israelíes.
Ahí reside, efectivamente, la diferencia fundamental entre nosotros.
Muchas gracias.

Entrevista realizada por Silvia Cattori el 11 de febrero de 2006. La transcripción del inglés es de Claudine Faenhdricht y la traducción del inglés al francés de Marcel Charbonnier. Esta traducción es copyleft.

[1Ver sobre este tema «L’Institut américain de l’entreprise à la Maison-Blanche», Voltaire, 21 de junio de 2004.

[2Ver sobre el tema «Les fondamentalistes pour la guerre», por Thom Saint-Pierre, Voltaire, 3 de abril de 2003.

[3«Le Syria Accountability Act», Voltaire, 19 de septiembre de 2003.

[4Ver sobre el tema «La Brookings Institution, think tank des bons sentiments», Voltaire, 30 de junio de 2004