Hace 20 años, Puerto Príncipe celebraba la partida Jean Claude Duvalier. El 7 de febrero de 2006, embarcó en un avión de la fuerza aérea norteamericana hacia el sur de Francia. Aquel día la gente salió a las calles, los partidarios del antiguo régimen fueron perseguidos, pero eran sobre todo tiempos de alegría y parecía seguro que la democracia triunfaría. Sin embargo, el dictador había abandonado el país, saqueando los fondos de la isla.
Tras la partida de Duvalier se constituyó un consejo electoral, se redactó una constitución en 1990 y Jean Bertrand Aristide se convirtió en el primer presidente de Haití electo honestamente. Lo había conocido antes cuando se ocupaba de los jóvenes en los barrios marginales. Desde su elección, a pesar de los progresos, Haití no ha cambiado. Perduran las divisiones entre ricos y pobres, el país está en quiebra y depende totalmente de la ayuda extranjera o de los fondos enviados por la diáspora haitiana. Aristide no cambió en nada la situación, que se deterioraba mientras él se enriquecía. Sin embargo, seguía siendo popular. Fue derrocado, reinstaurado en el poder en 1994, reelecto en 2000 y luego nuevamente derrocado en 2004. Supe que durante el mismo tiempo murieron todos los jóvenes haitianos de los que se ocupaba y que yo había conocido.
Hoy, las élites haitianas y Washington deben aceptar las transformaciones apoyadas por el electorado.

Fuente
New York Times (Estados Unidos)
El New York Times aspira a convertirse en el primer diario mundial por medio de sus ediciones extranjeras.

«Haiti’s Orphan Democracy», por Amy Wilentz, New York Times, 7 de febrero de 2006.