Señor Ministro de Ganadería, Agricultura y Pesca, Don José Mujica Giordano: no tuve otro remedio que leer en la prensa las siguientes expresiones suyas: “Para generar riquezas hay que producirla, producirla no significa que se reparta, son cosas distintas, pero no se puede repartir lo que no existe y ésta es como la discusión del huevo o la gallina: hay que incrementar la riqueza y a la vez luchar por repartirla, pero es parte de toda nuestra lucha”.

¡Nunca hubiera creído que Harvard le ganara tanto la cabeza, señor ministro! Porque entonces... ¿de dónde saldrán los más de 8 mil millones de dólares que pagaremos en cinco años solamente por servicios de la deuda externa? ¿O dónde fueron a parar los 850 millones de dólares que ingresaron en 2005 por exportaciones de carne? Y los más de 100 millones de dólares que recibió CALNU en unos pocos años, ¿en cuántos bolsillos terminaron?

Como usted bien sabe en Uruguay ya existe la riqueza, hay mucha torta para repartir, pero se la comen los leones, don Mujica. Hay redistribución del ingreso, pero al revés, en el sentido de aumentar la injusticia social y la brecha entre ricos y pobres. Falta voluntad para repartirlo con los más infelices y necesitados. Si se comenzara por distribuir así la riqueza que ya produce este país tan productivo se estaría impulsando el desarrollo social y, a partir de él, otro tipo de crecimiento económico.

Por la tierra y con Sendic (padre), los “peludos” de Bella Unión metieron el dedo en la matadura. Para hacer un país productivo que beneficie a los de abajo, hay que encarar el viejo y querido arreglo de los campos, el problema eterno de la tenencia de la tierra. No puede ser que tierras, ganados y granos, los recursos naturales más importantes con que cuenta Uruguay, sigan siendo gestionados por unos pocos y salvajes latifundistas (nacionales y extranjeros) en beneficio propio, de la industria agroexportadora y de grandes multinacionales.

En el proyecto sucroalcoholero tal como está, los mismos privilegiados de siempre siguen recibiendo los favores del Estado. Son los que se apropiaron de los créditos incobrables que les regaló la dictadura, son los violentos que provocan las condiciones de miseria que hacen nacer niños desnutridos y con raquitismo en Bella Unión. En ese proyecto que usted firmó, los asalariados rurales siguen estando tan o más explotados que siempre. En lugar de los prometidos cuatro platos de guiso (¿o era en broma?) sus familias seguirán con más hambre que nunca.

Hay que pensar en recolonizar los campos, hacer una fábrica o centro poblado de cada uno de los latifundios hoy desiertos. ¿O Raúl estaba tan errado? No habrá Uruguay productivo en serio, de verdad, sin reforma agraria, aunque estas dos palabras provoquen su ira ministerial porque es como mentar la soga en casa del ahorcado. ¿Qué le cuesta al gobierno el esfuerzo de adjudicar unas cuadritas locas (1.200 hectáreas, más o menos) a familias de asalariados rurales organizados en cooperativas y con ganas de trabajar la tierra? Sería mucho menos que el Reglamento Provisorio que José Artigas aplicó en 1815. ¿Es que no quieren chocar con los grandes terratenientes que aplauden en la Rural del Prado?

Siempre se dice que en Uruguay no existe hambre de tierra. Pero los ocupantes de las chacras del INC tienen todas las hambres, incluida la de tierra para trabajar. ¿Qué tal darle un par de millones de dólares de los de Chávez para que tengan la oportunidad de demostrar su capacidad de gestionar la tierra? Después de todo es la misma cifra que se regala a los asociados de CALNU comprando una cartera incobrable con dineros del pueblo venezolano.

Es hora de que usted, señor ministro, recobre sus raíces y se juegue por aquello con lo que tantas gárgaras hizo desde 1960 a esta parte, especialmente a partir del día que salimos de las catacumbas (marzo de 1985) armados con el Plan por la Tierra y contra la Pobreza, escrito por Raúl Sendic (padre).

Porque desde el gabinete se están jugando a otro país productivo, el de las grandes multinacionales, asentando sus reales en nuestras zonas francas, y a cambio de espejitos y cuentas de colores, reciben de regalo exoneraciones de todos los impuestos habidos y por haber, obtienen créditos blandos para traer de Chile los materiales de construcción y de Finlandia las maquinarias, se les da permiso para crear fuentes de trabajo semiesclavo, plantaciones de eucaliptos depredadoras y pagar bajos salarios a obreros tercerizados o sub-subcontratados. Es el mismo modelo de producción de la United Fruit en Centroamérica o de las maquiladoras en México. ¿Qué es lo que está usted consintiendo, don Mujica?

Otra política económica es posible. En realidad hay dos modelos de “Uruguay productivo”. Contrapuestos. Antagónicos. Por un lado, el que produce para los pocos dueños de todo, comprometido con los acreedores y el FMI, y por el otro, el siempre prometido por la prédica de izquierda, un Uruguay que produzca para el bienestar de las grandes mayorías.

Y hay que elegir uno u otro. No caben soluciones intermedias. Para llevar adelante el modelo popular, basta tomar las medidas que vienen planteadas desde el Congreso del Pueblo y la CEPAL en los sesenta, por Wilson en los setenta y que redondeó Raúl Sendic con su propuesta para luchar contra la pobreza. Agregados al de la reforma agraria, van estos cuatro puntitos: Aumento sustancial de los salarios y las pasividades, un shock de capital volcado al consumo, que incentive la demanda de productos alimentarios, salud, vivienda y educación, creando un clima propicio en el mercado interno y provocando las pequeñas y medianas inversiones necesarias para satisfacer el crecimiento de la demanda.

Nacionalización de la banca. Control estatal del comercio exterior. Control de precios y ganancias. Medidas imprescindibles para acabar con el Uruguay plaza financiera y especulativa. Suspender por tiempo indeterminado el pago de los servicios de la deuda externa, apuntando a hacer frente común con los pueblos latinoamericanos para no pagar más y sacudirse el yugo de los organismos internacionales. El Frente de Deudores no se crea honrando la deuda, sino creando el hecho detonante que obligue a la toma de posiciones en el resto del continente. Como hace Venezuela con el petróleo y Telesur. Aumento vigoroso de la inversión pública. Carreteras y vías férreas, viviendas populares, institutos para la educación, hospitales, puertos, producción de energía, combustibles, portland, alcoholes, inversión en frigoríficos y molinos estatales que vuelquen al Estado las ganancias de la agroexportación para reinvertirlas productivamente.

En el capitalismo, solamente el Estado puede proponerse invertir en educación sin hacer negocio con los educandos, en salud sin lucrar con las necesidades imperiosas de los enfermos, en vivienda sin caer en la especulación inmobiliaria. Es el único inversor que no corre desesperado tras el incremento de su rentabilidad.

¿No es un Estado, el de la Venezuela bolivariana, el que aporta 7 millones de dólares para el proyecto sucroalcoholero, Telesur y demás iniciativas de inversión? ¿Por qué no descalifican su política por estatista o como miembro de una izquierda antigua que se abraza con Fidel, el gran ausente del 1 de marzo? ¿Por qué no le aconsejan a Chávez que apueste a la inversión de las grandes multinacionales? Reciben con besos y abrazos los regalos de Papá Noel, sin decir palabra sobre la concepción de política económica que los hace posibles.

Mientras se aguanta a la gente, ilusionándola con un reparto después que la torta crezca (¿no lo dijo Jorge Batlle hace años?), nos alejamos irremediablemente del Uruguay productivo para todos, y se sigue generando riqueza para los acreedores de la deuda, las privilegiadas multinacionales, el complejo agroexportador y la plaza financiera.

Esperando que se acepte el convite para debatir sobre la tenencia de la tierra y la reforma agraria del siglo XXI, sin caer en agravios y descalificaciones como suele ocurrir, saluda atentamente, Jorge Zabalza.