La muerte imprevista del dictador serbio Milosevic en su celda de La Haya ha producido descontento, en todos los planos, en la mayoría de los moscovitas. Mientras que algunos no hacen más que lamentar su deceso, los otros acusan a Occidente y a La Haya de estar por detrás de su muerte. El ministro ruso de Relaciones Exteriores presentó sus condolencias a la familia del difunto y recordó que había propuesto recibir a Milosevic en Moscú para ser hospitalizado, pero el tribunal de La Haya rechazó la propuesta rusa.
Por su parte, el ministro ruso de Relaciones Exteriores, Serguei Lavrov, declaró que su país no cree que los resultados de la autopsia sean válidos, de ahí que Rusia enviara una delegación de cardiólogos a revisar el informe forense. Asimismo, el vicepresidente del parlamento ruso, V. Gironovski, la emprendió contra los países occidentales acusándolos de haber matado al líder serbio.
La posición rusa con respecto al ex presidente de Yugoslavia tiene su explicación en las relaciones históricas entre ambos pueblos, el ruso y el serbio, relación fortalecida por tener las mismas raíces religiosas y lingüísticas, aunque algunos expertos, como el analista político ruso S. Markov, piensen que Moscú no simpatiza con Milosevic, sino con el pueblo serbio. Por otra parte, las fuerzas nacionalistas e izquierdistas rusas no ocultan su apoyo y simpatía hacia el dictador serbio. ¿No es acaso el símbolo nacionalista de su pueblo?
Estas mismas fuerzas se precipitaron para acusar a Occidente de haber implementado un complot entra la ex Yugoslavia después de haber logrado destruir a la ex Unión Soviética. Acusaron igualmente al ex presidente ruso Boris Yeltsin de haber abandonado a Milosevic para unirse a los occidentales.
Es muy probable que Moscú juegue la carta de la muerte de Milosevic para denigrar a La Haya, sobre todo porque otros líderes deberán comparecer ante este tribunal.

Fuente
Al Watan

«روسيا وميلوسيفيتش», por Hani Shadi, Al Watan, 15 de marzo de 2006.