El fenómeno de la emigración en el Ecuador rebasa todos los límites de la dignidad humana. Es tal la desesperación por salir del país en busca de “nuevos horizontes”, que no importan los mecanismos, los sacrificios o los peligros que se tengan que correr, para satisfacer este afán de huir del país, que se ha hecho patético, para una inmensa cantidad de ecuatorianos que sueñan con viajar a Europa o EEUU, en busca de la fortuna y la felicidad.

Todo es válido para conseguir ese propósito. En la operación se ponen en juego los más absurdos mecanismos, legales o vedados, desde la falsificación de documentos, hasta el viaje fatal en barcuchos repletos de viajeros clandestinos, embarcaciones que, por su vejez o sobrepeso, naufragan en la mitad del océano, causando la muerte de sus ocupantes.

Las causas de este “síndrome de fuga” son de variado origen pero, fundamentalmente, se las atribuye a la necesidad de buscar nuevas formas de bienestar que, según los desesperados y angurrientos emigrantes, no se pueden alcanzar en el Ecuador, debido a la crisis económica por la que atraviesa el país, en manos de la explotación, la inequidad, la sucia politiquería y la corrupción que nos acosan persistentemente.

“La grave crisis económica de los años noventas, aceleró el proceso migratorio, convirtiéndolo en un verdadero problema sociocultural. Desintegración familiar, abandono de menores, crisis identitarias y exclusión, son algunos de los graves problemas que enfrentan los migrantes en su búsqueda de alcanzar el ansiado bienestar”, esto lo afirma un emigrante, Santiago Baca Granda, quien, en su libro “Migrantes, ‘migrantillos’ y conquistadores”, pone sobre el tapete la brutal realidad que significa el fenómeno de la migración que, en todo caso, “no es solo alejarse de sus referentes familiares y culturales para adaptarse a una realidad social totalmente distinta. La migración ha implicado también la desestabilización socio-cultural en diferentes familias ecuatorianas y la compleja adaptación a una cultura diferente, muchas veces excluyente y xenófoba, que pretende asimilar a los emigrantes para transformarlos en mano de obra barata”.
Este libro, sin pujos de gran literatura, pero con crudas experiencias narradas con el desparpajo del habla popular, nos pone frente a la realidad de este fenómeno social que envuelve a casi todos los ecuatorianos, pues, según se afirma, no hay familia que no tenga algún pariente en el “exilio”.

Santiago Baca Granda caracteriza a los emigrantes en España de la siguiente manera:

“MIGRANTE SOLTERO.- Con o sin deuda, modelo a envidiar. No tiene quien le joda, puede joder, ahorrar, comer, no comer, en fin, hace lo que le da la gana, su principal defecto es gastarse el dinero en los puti-clubs (chongos) cuando está cobrado”.

“MIGRANTE SOLTERA.- Caso muy grave. O se dañan o se acaban de dañar, en el buen sentido de la palabra, pues aquí la que no cae resbala, y todo esto sumado a una característica que tienen las mujeres: les encanta ahorrar, o será que todo se les paga. En todo caso son muy ahorrativas, ayudan a sus padres, hermanos, sobrinos, etc. Pasan colgadas del teléfono, a diario hablando con el Ecuador... Salen desbocadas los sábados tarde a visitar amigas o parientes o se van de discoteca a ver si ‘pillan’ (encuentran o se les aparece) alguien simpático que les arregle la noche, por regla general nunca un paisano”.

“MIGRANTES UNIDOS O CON COMPROMISO.- ¡Viva la bronca!, solo peleando viven. Es que al no estar unidos como dios manda comienzan los problemas, por lo general por don Billegas, “¡Que por qué mandas plata a tus hijos y no a mi madre!”, “¡que mis hijos también tienen derecho, y te vas de aquí, porque por mí estás aquí, desgraciado!”. Siempre los amantes sacándose los cueros al sol. Mientras en la tierra de uno, la otra o el otro esperando algún dolarcito que caiga de buena voluntad”.

“MIGRANTE CON ESPOSA E HIJOS EN EL ECUADOR.- Entre las edades de 27 y 55 años. Es el que más sufre, el que más se emborracha. Solo se queda con lo justo para el arriendo y la comida, lo demás ahorra. Cuando le agarra la melancolía y el recuerdo de sus hijos bebe hasta ya no poder. Su meta es hacer dinero de lo que no hay y volverse al país inmediatamente después de dos o tres años bien trabajados".
“MIGRANTES CON ESPOSO E HIJOS EN EL ECUADOR.- No es tan parecido al caso anterior, la diferencia es que ellas no pasan borrachas, el nomadismo no les conviene, es más, buscan trabajos de interna con la finalidad de no pagar alquiler ni comida, su dinerito mandan al país para que su tierno y responsable marido lo administre en la educación, comida, vestido y vivienda para sus hijos y lo que sobra para pasear a su asistente de matrimonio. Ni “pendejo”.

“MIGRANTES CASADOS CON HIJOS EN EL PAÍS.- Siempre con cara de entierro, preocupados porque el hijo o los hijos a lo mejor ya no los recuerdan o se portan mal con los abuelos, que son también víctimas del fenómeno migratorio, pues sin más reparo les corresponde criar a los nietos, quieran o no. Aquellos también pertenecen al grupo de ahorradores empedernidos”.

“MIGRANTES CASADOS QUE TRAJERON SUS HIJOS.- Que salieron del país por días mejores y se han quedado instalados en España. Continúan con la vida que llevaban en el Ecuador, con la diferencia de que ya no vivirán al día, ahora podrán ahorrar y darse algunos lujitos. Una de las dificultades, la más común, es la educación”.

Además de la soledad, de la angustia económica y de las discriminaciones sociales, los emigrantes tienen que sufrir el drama de ser indocumentados, lo que les convierte en los esclavos del siglo XXI, víctimas de las vejaciones y abusos de los dueños y capataces de las plantaciones, en donde se los explota y se los humilla por su calidad de estar sin papeles.