Serie negra, Silvia Ocampo

Esa contundente expresión previa al desarrollo
de la guerra hispanoamericana de
1898 simbolizó los últimos momentos del
imperio español y el nacimiento de un nuevo
imperio acompañado por una gigantesca
y global maquinaria de propaganda.
Treinta y nueve años más tarde de la fecha
señalada, Orson Wells produjo la película
que algunos cinéfilos llaman "la mejor de
todos los tiempos": "Ciudadano Kane". En
verdad, es en los Estados Unidos donde se
hace la primera gran denuncia contra el
poder abusivo de los medios.

Dijo Juan Pablo II: "Cuando los demás
son presentados en términos hostiles,
se siembran semillas de conflicto que pueden
fácilmente convertirse en violencia,
guerra e incluso genocidio. En vez de construir
la unidad y entendimiento, los medios
pueden ser usados para denigrar a otros grupos
sociales, étnicos y religiosos, fomentando
el terror y el odio. Los responsables
del estilo y del contenido de lo que se comunica
tienen el grave deber de asegurar
que esto no suceda. Realmente los medios
tienen un potencial enorme para promover
la paz y construir puentes entre los pueblos,
rompiendo el circulo fatal de la violencia,
la venganza y las agresiones sin fin, tan extendidas
en nuestro tiempo".

En el Siglo XXI los venezolanos hemos
sufrido las arremetidas del poder
mediático nacional e internacional. Desde
El Mundo y en El País disparan los hostiles
a nuestros cambios democráticos, toman La
Vanguardia de la desinformación y nos dictan
el ABC del neoliberalismo. Son la negación
de La Razón*.

¡Oh Rupert Murdoch, cuántos crímenes
se cometen en tu nombre!.
*Se trata de cinco diarios españoles de
sistemática línea editorial antichavista
Estamos hablando implícitamente de
integración y desintegración. Mucho antes
de 1898 se habían desintegrado los sueños
y proyectos de Simón Bolívar para constituir
una América fuerte, actora de primera
en los escenarios internacionales. La idea
integradora de una anfictionía en Panamá
se evaporó entre los calores tropicales estimulantes
del caudillismo y los vientos helados
que soplaban desde el norte. La frustrada
concepción de Bolívar llevaba de suyo
el respeto a iguales y diferentes y la voluntad
de encontrar espacios comunes en la
imbricación de intereses coincidentes, diversos
y plurales. El mexicano Leopoldo
Zea (¡México lindo y querido!) interpretó
que Bolívar procuraba "Comunidad, no asociación,
basada en la unidad de los que tienen
algo o mucho en común. La unidad para
el logro o mantenimiento de la libertad y
otros valores humanos no menos altos y
nobles; no la asociación obligada para simplemente
sobrevivir o imponerse"
y "soñó
también en una gran comunidad que, empezando
por ser hispana, podrá llegar a ser,
simple y puramente, humana… La meta,
como todas las auténticas metas de los sueños
de comunidad iberos, es la "libertad"
y la "gloria", no la "extensión" ni el "enriquecimiento".

Un ideal de comunidad
soñado para todo el mundo que podría ser
iniciado en América".
La idea democrática tenía de socialista
un compromiso de interlocución e
interacción entre los pueblos, constituidos
en Estados e independizados del poder español
que procuraban una nueva legalidad
nacionalista e internacionalista simultáneamente,
que hacían de la gente su razón de
ser y servir y serían contrapeso a quienes se
integraban, no para ser más fuertes y mejores,
juntos, sino para ejercer la fuerza, intimidar
y desintegrar.

Hoy la historia se repite: el terremoto
político que sacudió a Venezuela ha estabilizado
su suelo institucional donde florecen
ideas y proyectos de redención social y crecimiento
económico. El estallido de la creatividad
democrática despide esquirlas de
ejemplo contagioso que atemorizan a los
dueños del poder mundial, quienes se han
valido de medios violentos e ilegales para
frustrar el cambio y amansar a los espíritus.
Por eso proponen esquemas de integración
químicamente impuros para dividir y reinar.
Quieren vernos, unidos sí, pero no integrados.

Unidos como los anaqueles de un
gigantesco supermercado donde las reglas
de juego neoliberales dispongan la repartición
de migajas disfrazada de prosperidad,
como para plagar de miseria nuestro continente
americano en nombre de la libertad,
como lo predijo Simón Bolívar. Frente a esa
concepción de supermercado que nos propone
el ALCA, proponemos un camino solidario
de integración con la Alternativa
Bolivariana para las Américas que es el
ALBA y aurora.

El continente americano está despertando;
al despertar se levanta y el temor al
levantamiento conduce a los intentos de represión
de lo social, a la manipulación
mediática y a la exaltación del Dios
neoliberal, el Dios del mercado.

En Venezuela, nuestro respeto y reconocimiento
a la iniciativa privada con responsabilidad
social, nos lleva a estimular el
surgimiento de una nueva clase empresarial.
A lo largo del proceso de descomposición
de nuestra democracia representativa llegamos
a identificar a quienes me he empeñado
en bautizar como "los últimos socialistas del
Siglo XX", a los empresarios venezolanos
de antes. Vivieron felices con el apoyo del
Estado y resistieron heroicamente para evitar
que éste los librase a su propia suerte.

Nunca quisieron que el Estado los dejase de
la mano; se sentían bien respirando el oxígeno
de los mercados cautivos. Tuvimos capitalistas
que no arriesgaban, ni competían, ni
pagaban impuestos. Para prosperar bastaba
tener amigos en el gobierno o entre los dos
partidos políticos del status. Las reglas básicas
del capitalismo, cuya violación en los
países más desarrollados conduce a la bancarrota
o a la cárcel, les generaban pánico.
Por eso incursionaron contra la ley cuando
estimulamos la economía y la iniciativa privada
para todos.

La dinámica que vivimos en Venezuela
nos lleva a la reinvención del socialismo,
conservando su inspiración de solidaridad y
deslastrándolo de los errores y las limitaciones
del Siglo XX. Por eso propiciamos un
debate libérrimo y participativo, para asegurar
un grado superior de democracia social
que genere pensamiento y pensamientos, que
produzca y enriquezca, que sensibilice y solidarice
y que nos haga soñar realidades con
nombre y apellido: educación, como instrumento
de liberación, democracia, alimento
para el cuerpo y el espíritu, recreación, salud,
generación de riqueza y empleo, seguridad,
bienestar, libertad y paz. Nuestras fantasías son realizables.

Nuestras luchas las libramos empuñando un
librito azul que nos dice: "Venezuela se constituye
en un Estado democrático y social de
Derecho y de Justicia, que propugna como
valores superiores de su ordenamiento jurídico
y de su actuación, la vida, la libertad, la
justicia, la igualdad, la solidaridad, la democracia,
la responsabilidad social y, en general,
la preeminencia de los derechos humanos,
la ética y el pluralismo político".
Quizá
estas palabras luzcan románticas, porque
nada de romántico tiene el mundo al cual
nos oponemos; el de la pobreza y la exclusión,
el de la violencia y la injusticia social,
el de la guerra y el terrorismo.

Nuestro pensamiento y acción, nuestra
inspiración y nuestro compromiso, en mi
criterio personal, nos identifican con una visión
cristiana de la sociedad. Los valores cristianos
que nutre la definición política a partir
del respeto de la dignidad de la persona
humana, con todas sus consecuencias e
implicaciones, me permiten opinar, en el
debate abierto por el Presidente Chávez sobre
el Socialismo en el Siglo XXI, que estamos
construyendo una democracia socialista
de inspiración cristiana, cuya primera obligación
es con la gente (amaos los unos a los
otros); que por ello promueve la democracia
participativa y lucha por la justicia social
para hacernos a todos más libres y más justos.
En teoría, muchos cristianos a quienes
ya conocemos, abrazarían estos principios y
objetivos, mientras se dan golpes de pecho
o gritan eufóricos: "alabado sea el Señor".
Sin embargo, ocurre un choque entre cristianos
cuando algunos se toman en serio la
palabra divina y enfrentan a los señores de
la guerra, de la violencia, del egoísmo y de
la codicia.

Bolívar dijo: "Moral y luces son nuestras
primeras necesidades".
Aseguremos que
en Venezuela ambas marchen juntas; las luces
sin la moral son una bomba de tiempo.
En otras palabras de Bolívar: "El talento sin
probidad es un azote".

La justicia social y la democracia son
los grandes activadores de la paz y la libertad,
pero no podremos acercarnos a esos
objetivos mientras estemos sometidos a la
dominación monopolar. La comunidad internacional
necesita que el mundo sea
multilateral, de integración.
Las palabras pueden ser ambiguas.

En el diccionario de la comunidad internacional
encontramos dos términos aparentemente
emparentados, pero que expresan ideas contradictorias:
balcanización y multilateralismo.
La expresión balcanización es sinónimo
de división, de fragmentación, de separatismo,
de escisión, y en consecuencia de
debilitamiento, habitualmente conflictivo o
violento.

La palabra multilateralismo debemos
verla en el sentido de multiplicación de alternativas,
de acumulación, de yuxtaposición
y de fortalecimiento.

Una cultura unilateral o monopolar,
caracterizada por un único centro de irradiación
y de poder, se puede sentir confortable
con un proceso de balcanización que
reduzca la pluralidad y asegure el debilitamiento
de las contrapartes o socios.
La multiplicación de alternativas, de
posibilidades, de vías y canales de comunicación
asegura un fortalecimiento del colectivo
en beneficio de cada singularidad.
La definición de singularidades legítimas,
dentro de un espacio político y geoestratégico
internacional, limita los ímpetus
expansionistas y avasallantes de un centro
único de poder, contrabalancea el ejercicio
arbitrario del poder y facilita la libertad de
movimiento y la aparición de opciones. Es
la libertad para la integración.
De esta manera, los conceptos políticos
de balcanización y multilateralismo se
excluyen, mientras que los de pluralismo y
singularidad, en la realidad política de la
comunidad internacional, se tornan complementarios
y convergentes. No siempre el multilateralismo es amistoso.

También es balcanización, disfrazada
de multilateralismo, la proliferación de organizaciones
no gubernamentales, que si bien
en conocidos casos responden a intereses
legítimos y nobles, gran parte de ellas fueron
diseñadas, con visión teleológica, como
una alternativa sofisticada, de rostro amable,
para debilitar actores intermediarios o protagonistas
de la sociedad democrática, como
son los partidos políticos, sindicatos, movimientos
sociales, gobiernos legítimos, etc.
Numerosas ONG son internacionales
multilaterales, con sedes principales asentadas
en los centros globales del poder. Son
una alternativa multilateral al multilateralismo
pero no son el multilateralismo del
cual estamos hablando. Son un poder por delegación. Su legitimidad es ambigua y
misteriosa. Con sus excepciones, nadie sabe
cómo eligen a sus directivas, a quién rinden
cuenta ni quién los financia. Son sospechosas
de monopolarismo.

En nuestro país, donde batallamos en
nuestra política exterior por fortalecer las
instituciones multilaterales internacionales,
hemos constatado a partir de 1999 la progresión
geométrica de las ONG existentes
para la época y la creación de muchas otras
nuevas para crear la ilusión de un colectivo
social mayoritario unido y plural que suma
su fuerza artificial a una oposición golpista
minoritaria que se embarcó en una aventura
criminal y hoy plañe la perdida del poder
como el bebé a quien le arrancan el biberón.
El multilateralismo democrático es a
la comunidad internacional lo que la democracia
participativa es a la comunidad nacional.

La democracia participativa es superior
a la democracia representativa. Garantiza
la representación, pero bajo la democracia
participativa el representado, o sea
el pueblo, acompaña al elegido, lo supervisa
o vigila y lo apoya para que éste cumpla
los propósitos de su representación, sin
menoscabo de sus propios aportes directos.

Unilateralismo

La cultura unilateral es la vanguardia de la
dictadura global, con la particularidad de
que el ejercicio del poder militar, económico,
mediático, etc., no es una representación
porque los componentes multilaterales
de la comunidad internacional no se la han
conferido. Estos componentes son excluidos
de la participación por el poder unilateral
y como no hay representación, nos encontramos
frente a un autonombrado, todopoderoso
mandatario sin mandante.
Capaz
de desencadenar la guerra en contra de
la voluntad del colectivo internacional, sin
reglas y sin compasión, ejerce la fuerza o
amenaza con el uso de la fuerza. La justicia
que reconoce es la que aplica a los otros.
No acepta ser sometido a la justicia internacional,
sin rubor da lecciones de buena
conducta a diestra y siniestra.

El poder unilateral balcaniza, fragmenta,
dispersa y excluye; no admite disidencias,
no reconoce legitimidad que no sea la suya
propia, castiga la libertad de expresión adversa,
promueve separatismos y separaciones
mundiales, regionales y nacionales para desintegrar
lo integrado, o impedir la integración.

Venezuela y su vocación integradora

Tendríamos que remontarnos al origen mismo
de la República venezolana para encontrar
el compromiso permanente de nuestro
país con la integración y con políticas de
diversificación de socios, de fuentes y de
aliados. De allí las primeras misiones diplomáticas
venezolanas enviadas en 1810
al Reino Unido, encabezada por Simón
Bolívar, y a Estados Unidos por Juan Vicente
Bolívar. Pero aún antes debemos recordar
a Miranda, El Precursor, en procura
de alianzas con Rusia, con Inglaterra y con
Francia, todos abriendo espacios en procura
del interés nacional. Y si nos vamos más
atrás, encontraremos los contactos internacionales
del líder de la Revolución de Esclavos
de 1795, José Leonardo Chirinos,
quien aprovechó los viajes de su patrón por
las Islas para establecer vínculos con sus
iguales oprimidos en otros territorios del
Caribe; pero como hablamos del Caribe,
¿cómo olvidar la vocación internacionalista
de nuestros indígenas Caribes que le dieron
su nombre y génesis histórica a nuestro
mar comunitario y participativo.

Nuestra lucha por la independencia
fue multilateral e integracionista. No nos
habríamos sentido libres y quizá no habríamos
sido libres, si no hubiéramos abrazado
con espíritu de integración, con vocación
multilateral el compromiso de libertad de
nuestros hermanos y vecinos sometidos al
poder colonial. El multilateralismo es un
compromiso histórico y una respuesta inicial
al unilateralismo neototalitario que vio
venir Simón Bolívar. Esto es lo que explica
la convocación al Congreso de Panamá;
para integrarnos y fortalecernos. ¡Fallamos
entonces!, y por eso hoy retomamos esta
vocación para garantizar nuestra libertad
individual y de conjunto. En esta lucha que
no acarrea hostilidad contra ninguna nación,
no inventamos villanos ni amenazas.

La OPEP, cuya idea primigenia nació
en nuestro país hacia finales de los años
cuarenta, comenzó a cobrar vida junto a
nuestros hermanos árabes y persas al alba
de los años sesenta y se hizo Institución en
la cuna de la civilización, en Bagdad, en
1961. Allí estuvo el genio visionario de un
gran patriota llamado Juan Pablo Pérez Alfonso.
Otro visionario venezolano, Manuel
Pérez Guerrero, amigo de nuestros hermanos
árabes, fue uno de los padres del Grupo
de los 77 y también su Presidente. Hoy
son muchos más que 77 y a su título original
se le agrega siempre "más China".
Continuamos librando nuestras batallas
multilaterales para unirnos a Mercosur
y respaldar a la Comunidad Suramericana
de Naciones como interlocutor de peso en
las mesas de negociación internacionales.
Los acuerdos de cooperación multilateral
en el campo energético y petrolero con
Centroamérica y el Caribe aseguran beneficios
económicos y sociales y pueden fortalecer
a la democracia independiente que
queremos para todos nuestros países.

La apertura de un canal internacional
de televisión Telesur, como una alternativa
cultural e informativa frente a los monopolios
mediáticos es una iniciativa
integracionista de Argentina, Cuba, Uruguay
y Venezuela.

En el plano hemisférico son conocidos
los esfuerzos que hemos hecho por contribuir
a reformar e independizar a la OEA
y por defender la democracia y los derechos
humanos en este Continente. La Carta
Democrática de la OEA, concebida por algunos
como un instrumento de protección
de la legitimidad democrática y por otros
como un arma para frustrar el proceso de
cambio democrático en Venezuela, terminó
siendo un recurso en respaldo al Gobierno
legítimo del Presidente Hugo Chávez,
aunque con algunos regateos sospechosos.
Ahora, por iniciativa venezolana,nos
encontramos en la fase final de negociación
de la Carta Social de las Américas, documento
que reconocerá el valor de lo social
y las obligaciones implícitas en el sistema
interamericano.

Terrorismo

La lucha antiterrorista es una obligación ética,
jurídica y política de los Estados. No
adaptable a necesidades o intereses circunstanciales
donde se pretende imponer la idea
totalitaria de que "quien no está conmigo
está contra mí". El compromiso contra el terrorismo
es contra todos los terrorismos y
contra todo terrorismo. No podemos dividir
a los terroristas entre enemigos y útiles. Todos
son enemigos de la humanidad.
La lucha contra el terrorismo no puede
desligarse de la lucha contra las causas
del terrorismo, como la lucha contra la delincuencia
no puede separarse de las causas
del crimen. Estamos hablando de prevención
y represión. Necesitamos de un
compromiso nacional e internacional contra
la injusticia social, la pobreza, la tiranía,
la exclusión, la balcanización y la guerra.

Tenemos que vencer los prejuicios y
el pensamiento que nos lleva a señalar a
unas culturas y naciones como generadoras
de terrorismo y a otras como sus víctimas.
Una sola debe ser la solidaridad con los
caídos en el holocausto súbito de Nueva
York, en Madrid, Londres, Nairobi, Bogotá,
Buenos Aires, Caracas, Dar Es Salam,
Moscú, Irlanda del Norte, Chechenia,
Bagdad, Tel-Aviv, Kabul, Karachi, Arabia
Saudita, Egipto, Indonesia, Líbano, Palestina,
Jordania, la frontera venezolana con
Colombia, etc.

Los crímenes terroristas cometidos por
fanáticos musulmanes, no podemos cargarlos
a la cuenta del Islam, como tampoco nosotros
los cristianos podemos aceptar que se
nos clasifique como violentos, dictatoriales
o terroristas por los crímenes cometidos por
individuos, autoridades u organizaciones
fanatizadas o fundamentalistas dentro de
nuestra cultura occidental cristiana.

Es inadmisible que mediante la manipulación
de la información la gigantesca
maquinaria de propaganda monopolar presente
a la cultura musulmana como generadora
del terrorismo y a la cultura cristiana
como inocente de la barbarie. Sin olvidar
las Cruzadas y la Inquisición, no fueron
musulmanes los que iniciaron, pero si fueron
quienes acogieron a la diáspora judía
en 1492 en los Balcanes, en Turquía y en el
cercano y Medio Oriente, pero si fueron
cristianos quienes los acogieron en Holanda,
en Aruba, Curazao y Bonaire y finalmente
en Venezuela.

No fueron precisamente musulmanes
fanáticos los que decidieron el exterminio
del pueblo judío, bajo la locura nazi, fueron
cristianos. Fue musulmán el Rey
Mohamed V de Marruecos quien ofreció
refugio y protección a los judíos escapados
del holocausto. También son cristianos los
únicos que han utilizado la bomba atómica
contra seres humanos. Tampoco son musulmanes
los que dinamitaron, en 1947, la
sede de las autoridades británicas en Jerusalén,
ni los terroristas católicos asesinos de
protestantes en Irlanda del Norte y en las
calles de Londres, ni los terroristas protestantes
que matan católicos en Belfast.

En este momento podemos recordar que los
terroristas católicos irlandeses durante muchos
años recibieron apoyo moral, político
y financiero del otro lado del Atlántico Norte.
Tampoco musulmanes, los terroristas
japoneses o las Brigadas Rojas de Italia, ni
la llamada banda Baader-Meinhof de Alemania,
ni los terroristas Sikh de la India, ni
los miembros de la ETA. También son cristianos
los religiosos miembros del Ku Klux
Klan. Cristianos los padres del Apartheid,
pero cristianos también Nelson Mandela y
Desmond Tutú. ¿Y qué decir de los católicos
croatas que exterminaron serbios ortodoxos
y de los serbios ortodoxos que exterminaron
musulmanes en Bosnia Herzegovina?
Algo similar dijimos en el ámbito
multilateral de la OEA en Santiago de Chile
hace tres años. Los medios golpistas venezolanos
nos acusaron de anticristo. Una
semana después, en Sarajevo, el Papa Juan
Pablo II pidió perdón por los crímenes católicos
contra los musulmanes.

Recordemos también la historia de
crímenes y de terrorismo de Estado cometidos
por gobernantes civiles y militares a
lo largo de muchos años en América Latina,
en algunos casos con los cristianos como
cómplices y en otros como mártires.
Nosotros los cristianos nos sentiríamos
víctimas de una injusticia si algún musulmán
o budista o hindú o animista, etcétera,
pretendiese que tenemos naturaleza terrorista.
Somos cientos de millones de cristianos
que no tenemos nada en común con
Hitler, con Stalin o con Joseph Mac Carthy;
que nos sentimos cerca de Juan pablo II, de
Martín Luther King, de la Madre Teresa de
Calcuta y de Mahatma Ghandi, del Abate
Pierre en Francia, de Monseñor Romero en
El Salvador, de Dom Helder Cámara en
Brasil, y de Raúl Silva Henríquez, el Cardenal
bueno y solidario que en Chile, enfrentó
al católico Pinochet.

Por ser falsa una guerra de civilizaciones,
idea que nos quiere vender septentrión,
debemos permanecer alertas ante la amenaza
de una dictadura de pensamiento único
en el nombre de un Dios bursátil y belicoso.
Lo que debemos procurar, como bien propuso
el Presidente Zapatero, es una alianza
de civilizaciones; propuesta oportuna y sabia
que niega la idea del unilateralismo y
coincide en la propuesta multilateralista con
países como Francia y Brasil. La alianza de
civilizaciones, constructora de puentes que
pueden servir para la búsqueda común de la
justicia social, la democracia y la paz; para
creyentes y no creyentes.

El unilateralismo, además de arbitrario,
irracional y dictatorial, es también aburrido.
Es monocromático. Tiene un solo
pensamiento: el pensamiento único. Por su
inspiración religiosa fundamentalista, por
su carácter excluyente, por su inmenso
egoísmo, el mundo monopolar genera o alborota
la pobreza, la guerra y el terrorismo.
La globalización, belicista y totalitaria,
enemiga del multilateralismo, debe ser
neutralizada. Ahora la batalla es por la paz.
No la paz de las mordazas ni de la asfixia
económica, sino la paz de la tolerancia, de
la justicia social, de la democracia y de la
integración. Frente a la cultura de los violentos
y tontos superhéroes de las historietas
monopolares, debemos oponer nuestros
propios héroes multilaterales: ¡Asterix,
Mafalda y Don Quijote!.