Fotos: Carlos Rivodó, Montaje: Ricardo Infante

"Los Foros Sociales Mundiales no son una Quinta Internacional, con resoluciones y
directrices unificadas, pero tampoco pueden volverse una especie de Woodstock social".

Con voz pausada y un castellano cargado con fuerte acento francés, François Houtart,
cura belga de 82 años, tocó el dilema central de los movimientos contra la globalización
neoliberal en la concurrida mesa "el socialismo del siglo XXI". El debate de la mañana del
miércoles (26) fue promovido por la organización cultural Punto Rosso, de Italia, y por el
Foro Mundial de las Alternativas, una de las más influyentes entidades presentes .

Houtart pasa buena parte del año en aviones, cumpliendo una extenuante agenda
internacional que comprende la coordinación del FSM y una programación de campañas,
conferencias y articulaciones. Su vitalidad es envidiable. Llegó la noche anterior desde
Mali, con el economista egipcio Samir Amin, y se quedará hasta el último día de este Foro.
En seguida, se irá a Asia y volverá a estar en Venezuela dentro de quince días.

Las referencias de Houtart a las Internacionales – articulaciones entre los partidos
socialistas y comunistas de todo el mundo, que determinaron buena parte de la política en
los siglos XIX y XX – y al gran happening de música pop realizado en los Estados Unidos,
en 1969, buscan evidenciar el debate de rumbos colocado frente de los millares de activistas
presentes en Caracas.

Antiimperialismo

Señalando que ellos traen las resoluciones de un grupo de 300 personas reunidas el último
día 18, un día antes de la apertura de la etapa africana del VI FSM, Samir Amin, a su vez,
expresó que, aunque todas las opiniones deferentes deban ser respetadas, es necesario
cualificar el internacionalismo de esas acciones. Para él, la base debe ser el antiimperialismo.

Con una cabellera blanca y lisa, cortada a la altura de la nuca, nariz aquilina y mirada
penetrante, Amin me recuerda la figura de una esfinge. Consultor económico de varios
países africanos, es un intelectual eminentemente práctico. Al contrario de las divinidades
ancestrales de su país, no busca crear enigmas, sino, por el contrario, descifrarlos. Su preocupación
ha sido la de mantener el carácter amplio del foro, al mismo tiempo que se bate por
"encontrar al nuevo sujeto histórico de la lucha por el socialismo", según sus palabras. Es
decir, saber cuáles son los sectores de la sociedad que aceptarán la tarea.

El encuentro del 18 de enero resultó en un documento sintético, listando puntos de
esa jornada. Aprovechando la marca del cincuentenario de la Conferencia de Bandung –
reunión de líderes de países que llegarían a constituir el movimiento de los No-Alineados,
como Nasser, de Egipto, Nehru, de la India, Tito, de Yugoslavia, entre otros – el texto
hace un llamado a la lucha contra una nueva forma de colonialismo. "El socialismo no
puede ser un proyecto utópico, sino que debe estar calcado en el movimiento real de las
fuerzas sociales", destaca Samir Amin.
En síntesis, la llamada "Carta de Bamako" apunta dos características del sistema actual.

La primera es que el capitalismo se funda en la competición entre individuos, pueblos
y naciones. La segunda es que ese sistema es, consecuentemente, imperialista. A partir de
ahí, reivindica una gestión no-mercantil de los recursos naturales, la garantía del acceso a la
tierra, la abolición de todas las discriminaciones y la reconstitución del frente formal de
trabajo, como base para esos tópicos. Pide, además, como puntos más concretos, el desmonte
de la OTAN y de las bases militares de los EE.UU. esparcidas por el mundo y la destrucción
de las armas nucleares. En el fondo, se pretende conformar una gran alianza antiimperialista.

Acusaciones

Aunque las demandas sean aparentemente obvias para gran parte de la izquierda mundial,
la carta de Bamako provocó acusaciones de que se pretendería "partidarizar" el Foro
Social Mundial. La polémica no debe prosperar, ya que el FSM funciona como un paraguas
abierto sobre diferentes grupos y organizaciones, bajo el cual cada uno puede proponer
a sus grupos lo que quiera. Varias entidades, en ocasiones anteriores, redactaron
manifiestos, llamados y convocatorias. Quien quiera acepta o no determinadas banderas.

Sectores de la prensa, más interesada en el mundanismo que en la mundialización,
tratan de interpretar ese tipo de cosas rotulándolas como "quiebres", o "divisiones".
Como – disculpen el término – proceso político plural, el Foro Social Mundial no se
amolda a esquemas de ese tipo. Las diferencias son respetadas porque todos serían iguales
en las normas generales, no existiendo una categoría de los "más iguales que los demás",
según la frase del escritor inglés George Orwell. Cualquiera puede inscribir actividades,
reservar salas y llamar a la tribu que mejor le parezca para intercambiar ideas. Al mismo
tiempo, hay una creciente conciencia entre los participantes del FSM de que su dinámica
tiene que cambiar. Realizar centenas de debates, que muchas veces compiten entre sí,
termina por ser muy interesante, pero no produce mayores resultados prácticos.

El periodista francés Ignacio Ramonet recordó, en Bamako, que desde 1997 el
movimiento anti-neoliberalismo atravesó varias fases. La primera, a partir de las manifestaciones
de Seattle, en 1999, fue la de las protestas callejeras. En Porto Alegre, dos años
más tarde, empezó la etapa de los grandes encuentros y diagnósticos. Estaríamos ahora en
la de la búsqueda de alternativas. El próximo paso debe ser el de la construcción del
sujeto conciente de las transformaciones que son necesarias. Traduciendo del sociologués
al portugués: la hora de ver cómo viabilizar las ideas debatidas en los Foros.

El – disculpen de nuevo la mala palabra – proceso es largo. Rupturas con el orden
vigente no se construyen de la noche a la mañana y cada una de ellas es diferente y
particular en cada país. No existen reglas para hacer revoluciones. O éstas son atípicas, o
no merecen ese nombre.