La ciudadanía americana es algo que los nacidos allí reciben con la leche materna y una condición a la que aspiran millones de personas, algo por lo que mucha gente hace enormes sacrificios, soportan humillaciones e incluso pelean en guerras que no son suyas. La ciudadanía norteamericana es una meta legítima para los emigrantes que la buscan honradamente y que muchos no consiguen.

La ciudadanía de los Estados Unidos es algo que sus leyes otorgan a quienes lo merecen, aunque también es una condición jurídica que se manipula en función de mezquinas cábalas políticas. Tal es el caso de la escandalosa Ley de Ajuste Cubano y, para colmo el intento de convertir a Posada Carriles en ciudadano americano para protegerlo de la acción de la justicia.

Luis Posada Carriles hizo en respecto al avión de Cubana de Aviación saboteado sobre Barbados, algo esencialmente semejante a lo que hicieron los terroristas que usaron aviones comerciales para impactar las Torres Gemelas de Nueva York y las acciones terroristas ordenadas por Posada contra hoteles y restaurantes de La Habana, no difieren absolutamente en nada de las llevadas a cabo en los balnearios egipcios de Dahab y Sharm-al Sheik.

Son idénticas también las bajas pasiones que motivaron a unos y otros terroristas: un odio ciego, una violencia primitiva y una insaciable sed de venganza e iguales los métodos. Las víctimas son las mismas en todas partes.

En Egipto como en La Habana se atacó a turistas indefensos, desprevenidos e inocentes, las diferencias son sin embargo ofensivas.

Nadie pedirá clemencia para los terroristas del Sinaí ni tolerará que se conspire para protegerlos; cualquier juez se sentiría ofendido al tener que escuchar subterfugios para evadir el castigo y cualquier Nación, grande o pequeña, rechazaría el intento de usar sus nombre, su bandera y las leyes que protegen a sus ciudadanos para resguardar a un criminal confeso.

Para los norteamericanos de nacimiento y para los que trabajando honestamente y con sentido de las responsabilidades que ello conlleva, adquirieron la ciudadanía, cualquier solución sería preferible a otorgar a Posada un nuevo pasaporte. Convertir al terrorista prófugo en norteamericano equivaldría a indultarlo, sin juzgarlo.

Posada debía estar ante una corte, no para ser distinguido con la ciudadanía sino para responder por sus crímenes.

De acceder a la categoría de ciudadano, Posada formaría parte del sueño americano, esta vez construido sobre las pesadillas de las victimas de sus reiterados y confesados actos terroristas.