La puesta en juego permanente del Terrorismo por parte del Imperialismo de los EEUU requiere que renovadamente luchemos contra el desarrollo y la aplicación de sus políticas.

Enfrentar a los exterminadores, acción que se inscribe en el plano internacional en el que también y decisivamente se despliega la lucha de clases, nos de-safía a recrear formas de hacer, de pensar, de decir y sentir contrahegemónicas. La militancia revolucionaria demanda la dilucidación de las condiciones concretas de existencia del ser histórico social, visualizar críticamente la pluralidad fenoménica en las que éstas se ponen en juego y develar la multiplicidad de causas que las determinan. No es menos relevante indagar las subjetividades que intervienen en tales escenarios al tiempo que son intervenidos por éstos. Esta última dimensión no remite a concepciones filosóficas idealistas, antes bien nos convoca a trabajar en la transformación concreta micro y macropolítica de aquello que sustenta las condiciones de posibilidad de la reproducción de subjetividades alienadas, subjetividades coercionadas y subjetividades estalladas, tanto como continuar creando dispositivos en los que emerjan procesos de subjetivación Insurgente1. Así como el interjuego dialéctico de las categorías “infraestructura” y “superestructura” develan la correlación entre los procesos de producción, distribución, intercambio y consumo (reproducción económica) con los procesos ideológico jurídicos (reproducción ideológica y producción de los agentes que la sostienen) [1] nos parece necesario atender a que, de tal tensión, emergen tanto las conciencias críticas como también variadas modalidades de alienación a lo dado, lo establecido, lo instituido. La categoría de “subjetividad” que no está establecida de una vez y para siempre, al tiempo que no es universal homogéneamente, abre los territorios para comprender la diversidad de modos singulares de efectuación de la condición histórico social del ser humano.

Muchas veces hemos debatido acerca de conceptos tales como la dominación, la explotación y la alienación que abordan parcialmente la realidad concreta de miseria que el régimen de producción y cultura del capitalismo requiere para su perduración. Tanto como las represiones, controles sociales, disciplinamientos y demás procedimientos de “encauzamiento” del sujeto hacia el “modelo de hombre” funcional a la visión del hombre de la clase propietaria.

De la misma manera, los intereses particulares de la hegemonía son propagados y asumidos como los intereses generales de la sociedad, cuestión que reviste relevancia fundamental y que requiere de complejos mecanismos de implementación, nos sitúa en la instancia que deseamos desarrollar.

Las “administraciones” estadounidenses y todos sus cómplices son analizadores contundentes al respecto de este último punto. La muerte, la tortura, la humillación, la infusión del terror, la aniquilación, la violación, la animalización son base de la ideología de los “demócratas” que para continuar “desarrollando” una “sociedad justa y equitativa” generan exterminios, desigualdades y la abolición de los derechos que los mismos verdugos han creado para resguardarse y que aun así son “insuficientes” para la proliferación de sus objetivos. Tal es la “maravillosa” ideología de los capitalistas y es a ésta a la que buscan la adscripción acrítica de todos aquellos que renuncien a las capacidades natales del ser histórico social a “favor” de la fatalización en tanto vía regia hacia la propiedad privada, la fetichización, el individualismo, la imbecilidad de “afirmar” la vida en la relación con objetos- cosas suprimiendo los vínculos inventivos con los otros- semejantes. Éste es un plano decisivo en la lucha de clases: quedar asimilado a la lógica del opresor o asumir la localización objetiva y subjetiva que refiere nuestra inserción en el mundo y que se opone, sin más, a las “propuestas existenciales” de los opresores.

La “base de Guantánamo” es un emergente claro de la ideología de muerte de los capitalistas en una faz de integración planetaria. No es “solamente” una práctica específica de destrucción de seres humanos privados de todo derecho, ni “únicamente” el sótano en el que los asesinos cometen crímenes de lesa humanidad. Es fundamentalmente un dispositivo en el que los actores del imperialismo revelan otro funesto “procedimiento” de imponer la ambigüedad en tanto usina generatriz de la “racionalidad social” que supuestamente hunde sus raíces en los valores occidentales. Desconocer al otro en tanto portador de humanidad para “garantizar lo humano”, destituir la diversidad invocando el principio de respeto democrático de las diferencias, resguardar los impolutos sueños del occidente sumiendo a los pueblos en las pesadillas más siniestras. Guantánamo tampoco es “sólo” otro eslabón de la demencial justificación de la noción y acciones correlativas de “guerra preventiva” y las “cruzadas contra el terrorismo” (siendo los cruzados acabados terroristas); se expone con ostentación e impunidad lo que los segadores de la vida colectiva pretenden imponer de infinidad de modos, pretextos, legitimaciones científico- políticas3, en todos los territorios de realización de la existencia múltiple y diversificante de la vida: el trazado continuo del eje del mal sobre aquellos que resistan la aplicación de la perversa axiomática del capital. La cuestión es que es dable entramar tal situación repudiable a la política general del imperio y rechazar el reduccionismo que supone interpretar tal realidad en los términos “de la excepcionalidad” cuando de lo que se trata es de la “normalidad” intrínseca de los genocidas que se autoproclaman “guardianes del mundo”. Guantánamo exhibe que la “política internacional” de los Estados Unidos se apoya en la fractura de los principios de la “vida política”, en la pulverización de las disidencias y en las matanzas sistemáticas en tanto forma ominosa de “solucionar” los conflictos que el propio desarrollo de su dinámica económico financiera produce (las soluciones finales del nazismo o las imaginadas por Orwell son “recreadas” y sofisticadas por los actores del capitalismo imperialista). Las intervenciones armadas del imperialismo en Afganistán e Irak, y probablemente Irán en el futuro próximo, son “ejemplos” de las fuerzas destructivas que se aplican como si fuesen las fuerzas más nobles y constructivas, siendo Guantánamo otro punto en el dispositivo desde el cual se operativiza el terror. Claramente también constituyen “mensajes” de aquello que ha sido urdido como sentencia mesiánica sobre aquellos que no han aceptado la homogeneización del universo globalizado, privatizado, rendido en uniformidades serviles exigidas por “los amos”. Son también “advertencias”, en realidad amenazas grotescas, hacia Cuba, Venezuela y Bolivia. Son sanciones criminales que padecen los pueblos intervenidos directamente, los detenidos ilegalmente y los pueblos asediados por infinidad de vías pues han cometido el agravio de luchar por la liberación económico cultural, la autonomía, la construcción revolucionaria de formas de relación entre seres humanos que afirman su dignidad multiplicando la vida. Es en la defensa irrestricta de la experiencia insurgente de nuestros pueblos aquello que posibilitará que se detengan las acciones espurias que se realizan en la base de Guantánamo tanto como la aspiración deplorable del imperialismo de continuar “guantanamizando” el mundo a través de execrables tácticas blandidas en nombre del bienestar de la humanidad.

[1El Doctor Gregorio Baremblitt en su libro “Compendio de Análisis Institucional” efectúa un incisivo trabajo al respecto.