Las decisiones tomadas por los mandatarios de Colombia, Álvaro Uribe y de Perú, Alejandro Toledo motivaron que el presidente venezolano, Hugo Chávez acordara la salida de su país de la CAN al romperse la ya debilitada unidad del grupo en el que participan, además de los tres mencionados, Bolivia y Ecuador, este último también en conversaciones con Washington para firmar el TLC.

Sencillamente, los TLC son una mutación de la ya fenecida Area de Libre Comercio para las Américas (ALCA) que recibió el tiro de gracia durante la IV Cumbre de las Américas efectuada el pasado noviembre en Argentina y donde Venezuela, junto con las naciones del MERCOSUR rechazaron el documento confeccionado por Estados Unidos ante la presencia del presidente George W. Bush.

El ALCA y el TLC, como lo definió el economista cubano Osvaldo Martínez, son expresiones de un proyecto de dominación continental para el saqueo a fondo de América Latina, que implican una concepción sobre el desarrollo, la soberanía y las funciones de los estados nacionales y adoptan formas y procedimientos variados
En sus preceptos y concepciones mantienen la esencia del proyecto de dominación para apoderarse del petróleo y el gas, el agua, la biodiversidad, los mercados y la fuerza de trabajo de la región, pero su rostro lo envuelve Washington con una propaganda de liberación comercial.

Cuando se analiza fríamente esa ecuación donde aparecen por un lado, los países desarrollados con ambiciones desmedidas, y por el otro, las naciones en desarrollo con obsoletas industrias, baja tecnología y poco capital, se comprende que esa competencia será nefasta para estos últimos.

En los Tratados de Libre Comercio, el neoliberalismo queda consagrado como política económica, y convertido en obligación jurídica de los estados que deben abrir sus mercados, industrias, empresas y servicios públicos al devorador capital privado.

En contraposición, la Alternativa Bolivariana para las Américas (ALBA) propuesta por Venezuela en unión de Cuba y a la que se ha sumado recientemente Bolivia, va mucho más allá de tratados comerciales pues apunta hacia el corazón de los sufridos pueblos de la región al tenderles la mano para mejorar la educación, el empleo, la salud y eliminar la enorme deuda social que por siglos han padecido.
El ALBA es un proyecto de integración regional por medio del cual se prioriza la solidaridad y la cooperación, mediante un comercio justo, inversión de capitales u conceptos económicos con sentido muy diferente a los preceptos de los TLC.

Al realizar un análisis entre los TLC y el ALBA, resulta completamente comprensible la decisión del presidente venezolano, Hugo Chávez de deslindarse del CAN porque la integración que propugnaba esa agrupación se vino abajo con los acuerdos firmados por Colombia y Perú con Estados Unidos.

Con la invasión de capitales y empresas transnacionales norteamericanas hacia Bogotá y Lima, las que disfrutarán de excepciones de impuestos para sus mercancías, esos productos podrían entrar a territorio bolivariano a través de los acuerdos del CAN, lo cual produciría un efecto devastador para agricultores y productores venezolano y para la economía general de ese país.

El gobierno bolivariano envió una carta a la Secretaria de la CAN, donde explica ampliamente los motivos para su desvinculación de este organismo. En la misiva se afirma que los TLC privilegian los intereses particulares por encima de los concernientes a los pueblos con lo cual se incrementan las injusticias sociales e irrespetan los derechos humanos que en el caso de Venezuela “deben garantizarse por mandato expreso de rango constitucional”.

El documento agrega que los Tratados de Libre Comercio aceleran la ya injusta distribución de la riqueza en Latinoamérica y a la par frenan el desarrollo integral del pueblo lo que irremediablemente acelera la desaparición de los sectores productivos nacionales y como consecuencia directa, la pérdida de la soberanía económica.
La República Bolivariana señala por último que las concepciones neoliberales de esos Tratados con sus consecuentes injusticias y desigualdades, establecen nuevas formas de colonización para la región.

La Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) acaba de ofrecer un ejemplo que demuestra lo peligroso que puede resultar para los países del área la firma de los TLC con la mayor potencia del mundo.
Según datos oficiales de CEPAL, desde que en 1994 México firmó el Tratado de Libre Comercio para América del Norte (TLCAN), hasta la fecha, el 55% de las empresas de la nación azteca han pasado a ser propiedades de compañías norteamericanas.

La experiencia mexicana resulta desalentadora para los gobiernos que insistan en proseguir la firma de TLC, por separado, con Washington. Ante esas realidades, la decisión de Venezuela de apartarse de la CAN se comprende con más claridad, a la vez que la nación bolivariana impulsa los acuerdos del ALBA para beneficio común de los pueblos de América y del que ya hoy forman parte Venezuela, Cuba y Bolivia con perspectivas de ampliación que se abren paso por el Caribe y América del Sur.