Con reiteración obsesiva, casi como si fuera un asunto terminal, de vida o muerte, luego de lo cual, adviene el caos o la descomposición total, algunos grupos vienen reclamando una toma de posición por los actuales candidatos presidenciales Ollanta Humala y Alan García Pérez sobre los derechos humanos. Esto que aparentemente está muy bien, merece una pregunta directa y en torno a un hecho violatorio de estos derechos y sobre el cual ¡nadie se pronunció pocas semanas atrás y que significó que un periodista, peruano y amigo por añadidura, fuera del aeropuerto directamente a la cárcel! ¡Y mutis vergonzoso por el foro!

En efecto, Ricardo Ramos Tremolada llegó al Perú desde Estados Unidos y gracias a que Niño Diego García Sayán, caporal, dueño y mandamás adinerado de la Comisión Andina de Juristas, ONG de pomposo nombre y fautora de abundantes e imperialistas dólares, le había puesto una cobardísima denuncia policial, lo que iba a ser un reencuentro con su país, culminó en una carcelería abominable frente a la cual NINGUNA de las organizaciones de derechos humanos dijo ¡una sola palabra! ¿Será que el conchabo pestífero de no cuestionar al zar de las ONGs constituye un derecho no escrito? ¿Cuántas clases de DDHH hay?

Tomo del lúcido artículo de Luis Alberto Salgado, Los partidos políticos, el Apra y los Derechos Humanos, su primer párrafo, que deviene en brillante como definitorio: “Derechos humanos es uno de los temas que ha sufrido mayor distorsión en las últimas décadas en el Perú. Sucede que con el tiempo este término ha adquirido en el imaginario colectivo un sesgo que paradójicamente ha ido en perjuicio de los derechos humanos de todos, pero sobre todo de los más vulnerables y desposeídos, de los que viviendo día a día sólo sobreviven, de quienes viven en pobreza y pobreza extrema, (que en el Perú actual supera al 52 % de la población). Pero también, en perjuicio de quienes sin encontrarse en situación crítica de pobreza transcurren sus vidas entre la necesidad y la precariedad. Una razón que explica ese sesgo en el país es que cierto número de ex militantes de la izquierda comunista comenzó a instalarse desde hace por lo menos un par de décadas en diferentes organizaciones no-gubernamentales y circunscribieron su accionar, casi exclusivamente, a cierto tipo de derechos, de cierto tipo de personas. Prácticamente, esos grupos se “apropiaron” excluyentemente del tema y del “discurso” de los derechos humanos. Esto es una circunstancia políticamente agraviante que es preciso analizar, comprender y cambiar por ser intrínsecamente injusta, ineficaz y absurda (1).”

El periodista Ramos Tremolada es hombre de solera aprista. Su padre fue asesinado como funcionario aprista en Piura, su tierra natal. Es decir, los derechos humanos de Ricardo han sido violados desde hace lustros. Pero como él no es de filiación cercana o simpática a las ONGs que han industrializado palurdamente el negocio de los derechos humanos ¡simplemente mereció el silencio más increíble!

Muchísimas semanas después de conocerse las continuas y peligrosas fallas ocurridas en el gasoducto-estafa de Camisea, algunas ONGs expresaron, no su condena tajante y categórica, tan sólo “su preocupación” sobre el tema. ¡Qué desverguenza!

Hay que retomar el tema de los derechos humanos. Y sobre este particular ¡nadie! tiene o puede tener el monopolio de tu trato, investigación o denuncia. Mucho menos los que actúan como líderes de partidos políticos carentes en absoluto de cualquier respaldo popular en las urnas o que practican criterios patronales de enriquecimiento personal, abusivo y farsesco y todo ¡en nombre de los derechos humanos! Los partidos, sin exclusión alguna, debieran emprender vigorosas campañas en torno a los derechos humanos. Mientras tanto hay que poner los puntos sobre las íes. ¿Cuántas clases de derechos humanos hay?

¡Atentos a la historia; las tribunas aplauden lo que suena bien!

¡Ataquemos al poder; el gobierno lo tiene cualquiera!

¡Hay que romper el pacto infame y tácito de hablar a media voz!