Después de las caricaturas de Mahoma, llegó ahora el momento de caricaturizar a la República Islámica de Irán. Luego de su célebre discurso sobre el Eje del Mal, George W. Bush no esconde su intención de atacar a Irán y cada día aporta nuevas y espantosas noticias tendientes a justificar esa decisión. La más reciente es el asunto de los «zonnar» o signos religiosos discriminatorios.

“Calumnien, calumnien, siempre quedará algo” (Beaumarchais)

El viernes 19 de mayo, el National Post de Toronto (Canadá) publica un artículo del periodista iraní exilado Amir Taheri: “Código de color para los infieles en Irán”.

El autor describe los actuales debates del Marjlis (Parlamento) sobre la reforma de la ley de 1982 que define la decencia en la vestimenta de los musulmanes. Según el artículo, bajo presiones del presidente Ahmadinedyad, se impondrá un uniforme –por etapas– a toda la población para que todos y cada uno sean visualmente iguales en el momento del “regreso del imán oculto”.

Así, 4,5 millones de funcionarios tendrían que adoptar ese uniforme de aquí a 2009 y se destinarían 800 millones de dólares para vestir a “los pobres y los necesitados”. Una ley posterior vendría a definir la apariencia del rostro masculino (cabellos, barba, bigotes). En resumen, Irán estaría a punto de convertirse en un país totalitario. De paso, Amir Taheri precisa que se impondrá el uso de símbolos distintivos (“zonnar”, en farsi) a los no musulmanes: los judíos tendrán que coser un emblema amarillo encima de sus ropas, los cristianos uno rojo y los zoroástricos uno azul.

En un breve artículo, no firmado, el diario precisa que las informaciones de Taheri fueron confirmadas por iraníes que viven en Canadá. Se afirma que la ley ya fue votada y que está en espera de la aprobación del Guía Supremo, Ali Jamenei. El National Post se tomó también el trabajo de recoger la reacción del rabino Marvin Hier, decano del Centro Simon Wiesenthal, quien comenta: “Esto es una reminiscencia del holocausto. Irán se acerca cada vez más a la ideología de los nazis”.

En el sitio web del diario, la redacción propone inmediatamente a los lectores responder a un sondeo de opinión en forma de aprobación o de desaprobación de las palabras del rabino Hier: “Peligroso paralelo: ¿Se está conviertiendo Irán en la nueva Alemania nazi?”.

Ese mismo día, el vocero del Departamento de Estado de Estados Unidos, Sean McCormack, interrogado durante su encuentro diario con la prensa, declara: “He leído artículos de la prensa (sobre el tema). Pienso que se retoman entre sí. Existe –según entiendo– una ley, actualmente en debate en el parlamento, cuya naturaleza exacta no está clara y es por eso que me abstendré de profundizar o de hacer un comentario definitivo o detallado sobre un tema en el que no dispongo de todos los elementos. Dicho esto, si algo así ocurriese, ya sea en Irán o en otra parte, sería algo ignominioso”.

Simultáneamente, durante una conferencia de prensa común en Ottawa, los primeros ministros de Canadá y Australia se vieron invitados por un periodista, en una pregunta formulada en términos parecidos a la que se planteó en el Departamento de Estado, a comentar la noticia. El australiano John Howard declaró: “Nunca oí hablar de eso pero me alegro de responderle. Si eso es cierto, es totalmente repugnante.

Es evidente que se trata de un eco del periodo de genocidio más horrible de la historia mundial y de la orden de marcar a los judíos con un símbolo sobre la ropa que impartieran los nazis, y todo ese tipo de cosas es totalmente repugnante para los países civilizados. Si ese es el caso, es un elemento más que me indica la naturaleza de ese régimen.

Es un insulto calculado –si es verdad– no sólo para los cristianos sino más específicamente para los judíos y eso tiene una relación directa con el Estado de Israel, que es blanco de un discurso de odio y difamación. Si es cierto, yo no he visto los artículos –deben ser recientes o están escritos en idiomas que no entiendo–, ustedes conocen mi punto de vista y pueden imaginar lo que serán las respuestas de otros gobiernos. Será espantoso”.

Y el primer ministro canadiense Stephen Harper agregó: “¿Saben? No sé qué agregar a lo que acaba de ser dicho. Como el primer ministro Howard, formularé mi respuesta empezando por decir ‘si eso es verdad’. Desgraciadamente, hemos visto ya lo suficiente sobre el régimen iraní para sugerir que es muy capaz de ese tipo de cosas.

Pienso que es pasmoso pensar que existe sobre la faz de la tierra un régimen que quiera hacer algo que pueda recordarle a la gente la Alemania nazi. Aunque ustedes saben que hemos visto muchas cosas del régimen iraní desde hace mucho tiempo, el hecho que pueda estudiarse una medida de ese tipo pienso que es odioso. Y espero que –ustedes saben lo pasivos que son nuestros aliados ante las difíciles cuestiones alrededor de la aparente voluntad de Irán de dotarse de capacidad nuclear– eso haga meditar prudentemente (a nuestros aliados) sobre la naturaleza de un régimen que es capaz de estudiar tales acciones o pensamientos”.

El sábado 20 de mayo, el artículo de Amir Taheri era reproducido punto por punto por el New York Post. Mientras tanto, numerosas organizaciones sionistas o evangélicas publicaban mensajes vengadores.

Sin embargo, el propio National Post reconoció posteriormente que las imputaciones de Taheri son infundadas. La ley discutida en el Majlis tiene como objetivo definir el atuendo nacional, como se determina la adopción de un himno y una bandera, y no tiene absolutamente nada que ver con la imposición de un uniforme. La ley no contiene ningún elemento discriminatorio y no se ha mencionado nada parecido en el transcurso de los largos debates parlamentarios. Todo no es más que una operación de guerra sicológica que implica a altas personalidades en el papel de propagandistas.

Amir Taheri es un ex colaborador de la dictadura del shah Reza Pahlevi. Taheri fue, en aquel entonces, el redactor jefe del diario oficial Khevan. Actualmente es miembro del gabinete neoconservador y sionista Benador Associates, que desempeñó un papel central en la difusión de noticias falsas para impulsar la guerra contra Irak.

Su artículo apareció primeramente en el National Post, diario adquirido en 2001 por CanWest Global y dirigido actualmente por Leonard y David Asper, dos militantes libertarianos y sionistas. Los hermanos Asper se han distinguido en Canadá por acusar a la televisión pública de estar parcializada contra Israel. El artículo de Taheri fue retomado después por el New York Post, diario popular propiedad de Ruppert Murdoch.

Nuestros lectores recordarán seguramente que el Centro Simon Wiesenthal, cuyo comentario –publicado junto al artículo de Taheri– confirma las acusaciones, se hizo notar recientemente por su campaña de difamación contra el presidente venezolano Hugo Chávez. Por lo demás, entre dos intercambios epistolares con Nicolas Sarkozy, el centro organiza actualmente una campaña tendiente a impedir que el presidente Ahmadinedyad pueda viajar a Alemania para asistir a la Copa del Mundo de fútbol.

Lo original de esta operación es que recurre a personalidades investidas con la autoridad del Estado: Sean McCormack, John Howard, Stephen Harper. Cada uno de ellos se toma el trabajo de deslizar en su comentario precauciones oratorias: “Si eso es cierto”. Sin embargo, sería ingenuo creer que el Departamento de Estado y jefes de gobierno ignoren el asunto en cuestión. Estados Unidos, Australia y Canadá siguen con mucha atención la vida política iraní y sus debates parlamentarios. Diplomáticos y analistas estudian cotidianamente cada documento y redactan permanentemente notas e informes.

Es imposible que un largo debate parlamentario y una ley de tanta importancia escaparan a su vigilancia. La fórmula “Si eso es cierto” les permite retractarse cuando se desmiente la información. Pero, sobre todo, les permite hablar en presente y no en condicional, de forma tal que los pasajes que difunde la prensa audiovisual parecen afirmativos. La comparación que escogen los diferentes comparsas –la del régimen nazi y la orden de portar la estrella amarilla– se repite en todos los casos aunque no se impone por sí misma. Aunque el artículo de Amir Taheri hubiese podido evocar otras referencias al totalitarismo, es esa la única que logra justificar un ataque contra Irán, ataque al que Harper no deja de hacer finalmente referencia.

Hay que señalar que, como de costumbre, las agencias de prensa se hicieron eco de la mentira, al igual que la prensa escrita. No fueron los corresponsales de prensa presentes en Teherán quienes denunciaron la maniobra sino comunicados de embajadas y declaraciones de parlamentarios que dieron al traste con la misma. Los diarios que se abstuvieron de hacerle el juego no son obligatoriamente más honestos. La mayoría no se publica durante el fin de semana y solamente pudieron abordar el asunto el lunes, cuando la mentira ya había sido desmentida.

Mientras tanto, la acusación de antisemitismo demostró, una vez más, su eficacia. Su fuerza emocional es tanta que los medios de difusión no se sienten obligados a verificarla antes de divulgarla.

# Red Voltaire (Francia)