Estados Unidos ha perdido cerca de un millón de puestos de trabajo del sector servicios que están siendo transferidos a otras latitudes del planeta por compañías transnacionales ¿La razón? Es la tercera revolución industrial, la era de la Informática que ha permitido que muchos trabajos sean susceptibles de ser ejecutados y transmitidos a través de la magia de la fibra óptica.

Esta nueva etapa del desarrollo de la humanidad esta llevando a transformar (no a deprimir) aceleradamente el mercado laboral en los Estados Unidos, con la reducción de los servicios de ejecución no personal, como las operaciones comerciales o las labores administrativas susceptibles de ser realizadas a distancia, y el auge probable de los servicios de ejecución personal, como por ejemplo la atención médica o la representación legal ante las cortes, cuya ejecución requiere contacto personalizado.

En efecto, en un brillante artículo publicado en el último número de la influyente revista especializada Foreign Affairs (ver Offshoring: The New Industrial Revolution?), Alan S. Blinder -profesor de Economía de la Universidad de Princeton y ex-integrante de the White House Council of Economic Advisers entre 1993 a 1994-, nos ofrece un nuevo panorama del futuro de la fuerza laboral en los Estados Unidos, con elocuentes estadísticas que revelan que la transferencia de puestos de trabajo en el sector servicios a otros países del globo será no solamente constante y sostenida sino además mayor en la próxima década.

Alan Blinder se refiere, por ejemplo, a los números proporcionados por Forrester Research, publicados hace unos años, que estimó esa transferencia en 3.3 millones los puestos de trabajo del sector servicios. Un estudio elaborado por Berkley en el año 2003 y otro reciente de McKinsey confirman esa tendencia y consideran que 11% de los puestos de trabajo en los Estados Unidos están en riesgo de ser tranferidos a otros países.

El artículo se ocupa de las consecuencias de este nuevo fenómeno en la economía americana y se sitúa en esa realidad. Pero ¿qué consecuencias tiene este fenómeno americano para los mercados laborales de otros países del orbe y, en especial, para los deprimidos mercados laborales de América Latina?

Muchas. Por lo pronto países como India e Irlanda están captando ese enorme número de puestos de trabajo sobre la base de una simple ventaja comparativa, que unida a previas transformaciones institucionales, están permitiendo el desarrollo acelerado de sus economías y su integración con el mundo. Esa ventaja comparativa es hablar, leer y escribir en el idioma Inglés.

China es otro importante receptor. Ha podido beneficiarse de esa fenómeno gracias a políticas de estado que hicieron prioritaria la enseñanza del idioma Inglés desde el tercer grado de educación y continúa descolgándose hacia grados iniciales. Lo mismo han hecho Japón, Corea del Sur y Malasia, Singapur, Tailandia y Hong Kong. Y en el hemisferio europeo lo están haciendo Polonia, República Checa y Rumania.

En la región Chile es el lider en la implementación de políticas de estado para la enseñanza del idioma Inglés, con un programa especial disciplinado y ambicioso que contempla inclusive la obligatoriedad de la prueba del KET (Key English Test), para todos sus estudiantes hacia el 2010. México está en la misma senda y también República Dominicana y Costa Rica.

Todos estos países, que no son anglo parlantes, son concientes del alivio que les significará para sus mercados laborales y para sus economías la captación de los puestos de trabajo que emigran, en cifras sin precedentes, del sector servicios americano. Y por ello sus gobiernos han hecho de la enseñanza del idioma Inglés un objetivo prioritario que se materializan con políticas públicas destinadas a convertir a sus pueblos en países bilingues, con el valor agregado que representa dominar la lengua franca del siglo XXI.

En el Perú no existe conciencia de esa necesidad histórica y se ignora, desde la oficialidad hasta la oposición política, el enorme potencial que se deriva de la trasnformación del mercado laboral americano. Porque ni el Ejecutivo ha implementado específicas políticas de estado que comprometan a las escuelas públicas con la enseñanza del Inglés, ni los candidatos presidenciales tienen debidamente analizado en sus planes de gobierno esa nueva realidad internacional y por ello no han priorizado seriamente en sus programas la enseñanza del Inglés en las escuelas públicas del Perú.

Se dirá que los costos para la implementación de esos programas sería el obstáculo. Pero el costo enorme de no implementarlos será previsiblemente mayor, porque nos llevaría simplemente a la insularidad económica y al divorcio con el resto del planeta. Es más, la urgencia del tema, por el dramático contexto internacional descrito en este artículo, debería hacer que consideremos el hablar, escribir y leer en Inglés no una ventaja comparativa sino una capacidad intrínseca a toda la población económicamente activa del Perú y la región. Una filosofía de esta magnitud podrá ser capaz de impulsar un proyecto nacional que cubra esa necesidad vital y que recibirá, estoy seguro, el apoyo financiero de entidades internacionales como el Banco Interamericano de Desarrollo.

Mientras tanto la transferencia de los puestos de trabajo del sector servicios americano continúa, gracias al desarrollo de la informática que impulsa la tercera revolución industrial en el gran país del norte. Y a tal punto, dice Alan Blinder, que el número de puestos de trabajo susceptible de ser transferido por el desarrollo formidable de la tecnología es de dos o tres veces el total del número actual de puestos de trabajo del sector manufacturero americano (que es de alrededor de 14 millones). Es decir, estamos hablando de 28 o tal vez 42 millones de puestos de trabajo que serán transferidos de los Estados Unidos al mundo.

¿Qué estamos haciendo hoy para beneficiarnos de esas transferencias? Absolutamente nada. Porque el Perú ya ha cometido el grave pecado de no hablar Inglés en el siglo de la Informática.