Hugo Chavez y Fildel Castro
Venezuela y Cuba, desafios para Estados Unidos

La voz de Fidel trasciende el tiempo. La posibilidad de tener frente a sí al estratega y político latinoamericano más notable del siglo XX ha sido el sueño dorado de numerosos periodistas y politólogos de todo el planeta, pero sólo unos cuantos lo han realizado: Gianni Miná, Luis Suárez, Gabriel García Márquez, son algunos de esos privilegiados. Hasta el cineasta estadounidense Oliver Stone cayó en la fascinación por este personaje.

El director de Le Monde Diplomatique y promotor del Foro Social Mundial comenzó su diálogo con el comandante cubano en enero de 2003 y lo concluyó en diciembre de 2005. El periodista explica que su objetivo era que las nuevas generaciones del mundo entero conozcan mejor la trayectoria de este líder, pues “víctimas inconscientes de la constante propaganda contra Cuba, lo consideren a veces sólo como un hombre de la guerra fría, y que poco puede aportar a las luchas del siglo XXI”.

¿Qué lamenta haber hecho?

“He estado pensando a ver de qué me puedo lamentar, algo de lo que pueda arrepentirme. He cometido errores, pero ninguno es estratégico, simplemente táctico. Pero no tengo ni un átomo de arrepentimiento de lo que hemos hecho en nuestro país y de la forma en que hemos organizado nuestra sociedad”.

¿Cómo cree que la historia lo juzgará a usted?

“Es algo que no vale la pena preocuparse. ¿Sabe por qué? Porque ha cometido tantos errores esta humanidad, se han hecho tantos disparates, que si logra sobrevivir, lo cual está por demostrar, si logra sobrevivir, dentro de cien años la gente nos mirará como tribus de bárbaros y de incivilizados que no valdrá la pena recordar”.

¿Ha pensado en algún momento en retirarse?

“Mire, sabemos que el tiempo pasa y que las energías humanas se agotan”, y repite lo que expresó durante la Asamblea Nacional del 6 de marzo de 2003, cuando fue reelecto presidente del Consejo de Estado: “Ahora comprendo que mi destino no era venir al mundo para descansar al final de mi vida. Y les prometí estar con ellos, si así lo deseaban, todo el tiempo que fuera necesario mientras tuviera conciencia de poder ser útil. Ni un minuto menos, ni un segundo más.”

Si usted por cualquier circunstancia desapareciera ¿Raúl sería su sustituto indiscutible?

“Si a mí me pasa algo mañana, con toda seguridad que se reúne la Asamblea Nacional y lo eligen a él, no le quepa la menor duda. Pero ya él me va alcanzando en años, van llegando, ya es problema más bien generacional”.

Es decir -puntualiza Ramonet- piensa que su verdadero sustituto más allá de una persona, sería más bien una generación, la actual…

“Sí, ya son unas generaciones las que van a sustituir a otras. Tengo confianza, y lo he dicho siempre, pero estamos conscientes de que son muchos los riesgos que pueden amenazar un proceso revolucionario.”

¿Usted cree que el relevo se puede pasar sin problema ya?

“De inmediato no habría ningún tipo de problema, y después tampoco. Porque la Revolución no se basa en ideas caudillistas, ni el culto a la personalidad. La Revolución se basa en principios. Y las ideas que defendemos son, hace ya tiempo, las ideas de todo el pueblo”.

Fidel no ha escrito sus memorias “y es casi seguro que por falta de tiempo, ya no las redactará”, prevé Ramonet, quien se propuso hacer una suerte de testamento político de este personaje a través de un balance de su vida explicado por el propio personaje que alcanzaba entonces los ochenta años, y más de medio siglo después del ataque al cuartel Moncada, donde empezó su epopeya pública.

El autor advierte que en ningún instante le pasó por la mente evocar su vida íntima, sentimental, su esposa, sus hijos. Aún así, el periodista gallego explica: “descubrí así un Fidel íntimo, casi tímido, bien educado y muy caballeroso, que presta interés a cada interlocutor y habla con sencillez, sin afectación. Con modales y gestos de una cortesía de antaño”.

Casi tres años después del primer encuentro, salió a la luz la Biografía a dos voces (Colección Debate, Random House Mondadori, S.A.), que Ramonet concluyó en el invierno del 2005 y que a lo largo de 26 capítulos constituye el acercamiento más reciente a Fidel Castro, el líder de la Revolución Cubana, y que en esta edición, Contralínea hace una apretada reseña de la obra.

La reseña sale a la luz mientras el comandante convalece de una cirugía que lo obligó a traspasar el poder político de Cuba a su hermano menor Raúl Castro Ruz. Contra la cotidiana especulación y desinformación provenientes de Washington y La Florida, el gobierno cubano suspendió los partes médicos sobre la salud del dirigente y, en cambio, publicó fotografías de Fidel con Hugo Chávez conversando en el hospital, que circulan por todo el mundo.

Y esa es la imagen que ahora recorre el mundo del gobernante: hablando, organizando y pensando. Como examina Ramonet “le guste o no a sus detractores, Fidel Castro tiene un lugar reservado en el panteón mundial de las figuras que con más empeño lucharon por la justicia social y que más solidaridad derrocharon a favor de los oprimidos de la Tierra”.

La infancia de un líder

Es en Birán, su hogar de niño, en donde Fidel desarrolla su oficio de rebelde. “Yo me convertí en revolucionario. He meditado a veces sobre los factores que influyen en eso. Partiendo de la situación de la zona donde yo nací en pleno campo, en un latifundio”.

A sus diez años de edad, el joven Fidel le leía a Antonio García, “un mal cocinero” analfabeta, las noticias sobre el desarrollo de la guerra civil española. Admite que ese conflicto despertó en él su interés por lo internacional y, por supuesto, por los combates entre simpatizantes y adversarios de la República.

En esos años Castro escribió una carta -para su clase de inglés- al presidente estadounidense Franklin Delano Roosevelt -“que es, a mi juicio, uno de los mejores estadistas que ha tenido ese país” [...] “le digo [a Roosevelt] que me gustaría tener un billete de diez dólares, creo que le hablé hasta de los minerales de los pinares de Mayarí”. Obtuvo respuesta a su misiva y se publicó, pero no tiene copia y comenta que le han dicho que si Roosevelt le hubiese enviado los diez dólares “yo no habría dado tantos dolores de cabeza a Estados Unidos”.

Nace el mito

En el cuarto capítulo, el personaje evoca el inicio de su lucha contra Fulgencio Batista y de la primera traición. “Fue precisamente el hijo de aquel telegrafista de Birán, Valero. Yo tenía confianza en él. Ese es el error. Uno no debe confiar en alguien simplemente porque sea amigo”.

Y a partir de ahí, narra cómo organiza el asalto al cuartel Moncada cómo se convierte en el blanco de Batista. Tras el fallido ataque “Me quedé allí, en el medio de la calle, solo, solo, solo. A mí me rescata un automóvil al final. No sé cómo ni por qué, un carro viene en mi dirección y me recoge”, lo rescata un muchacho de Artemisa con quien Fidel siempre quiso conversar para saber cómo se metió en el infierno de la balacera que había ahí. Pero no pudo hacerlo.

Tras el fallido ataque, Fidel busca al resto de su grupo y fue interceptado por tropas oficialistas. El teniente Pedro Sarría en voz baja conminó a sus compañeros a no disparar contra Castro con la frase: “No tiren, no tiren. Las ideas no se matan, las ideas no se matan, eso lo murmuraba, casi como hablando consigo mismo. Más lo oía yo, creo, que los soldados. Bueno, estábamos vivos. De ahí nos levantan ya para marchar hacia la carretera”.

Después de 1956 vino la prisión de Fidel Castro, su exilio en México, el encuentro con Ernesto Guevara de la Serna, el Che, y el desembarco del Granma para emprender la lucha en la Sierra Maestra.

Ahí, Fidel relata la que considera ha sido la situación más dramática que ha vivido.

Cuando el grupo de expedicionarios enfrenta a la aviación de Batista en Alegría de Pino. Sólo tiene a dos hombres y se duerme vencido por el cansancio, entre los cañaverales.

“De las que yo he vivido, ésa, esa tarde, a esa hora; ninguna otra fue tan dramática. Después del bombardeo me quedé con el fusil así, la culata entre las piernas dobladas y la punta del cañón apoyada bajo la barbilla. No quería que me capturaran vivo. Dormí como tres horas, parece que era tal el agotamiento”.

Fidel admite los errores que cometió la temprana Revolución Cubana con los juicios a traidores y a gente del gobierno de Batista. “Pienso que los errores pudieron haber estado en la forma, digamos, en que se abordaron públicamente esos problemas; pero esa gente fue juzgada en virtud de leyes previas hechas por la Revolución”.

Sin embargo, agrega: “nadie recuerda que esta fue, tal vez, la única revolución que no asaltó, no arrastró a la gente, ni tomó venganza por sus manos. Aquí no se linchó a nadie. Y ganas no faltaban. Nos ocurría una cosa: cuando era necesario -en caso de traición o espionaje- aplicar la pena capital, le hacíamos al acusado un juicio. Pero hubo muy pocos casos, en dos años de guerra”.

Esta revolución, dice, “es la única en que no se han matado unos a otros”, y pasa revista a la revolución francesa, a la de octubre que daría origen a la URSS, la de 1910 en México y a la Guerra Civil Española. “Nosotros somos la excepción. Eso demuestra que nos hemos guiado por determinados criterios y principios políticos y éticos, las dos cosas”.

Las conspiraciones

Al triunfo de la Revolución Cubana, Fidel no aspiró a la presidencia de la isla. “Yo tuve dos cargos, pero atendía más que las cosas de comandante de las Fuerzas Armadas. Yo andaba arreglando problemas”. Y en ese momento, “también empezaron las conspiraciones”, como la de Hubert Matos.

¿A qué se refería? pregunta Ramonet.

“Empezaron los sabotajes, la infiltración de hombres, de pertrechos de guerra, para sabotear y promover levantamientos y actividades terroristas”, responde el jefe de Estado cubano quien da paso al recuento de agresiones que, desde el exterior, ha sufrido la población civil y bienes de la isla hasta nuestros días.

¿Atentados contra usted? revira el periodista.

“Fueron decenas de planes, algunos estuvieron muy cerca de tener éxito. Suman en total, registrados, más de 600. Planes bien organizados, planes en distintos grados”.

Asesinato de Kennedy

Fidel Castro conserva aún una opinión positiva de John F. Kennedy, el mandatario estadounidense con el que libró la célebre “Crisis de los misiles”, un momento crítico de las malas relaciones entre la superpotencia, la Unión Soviética y Cuba.

El comandante cubano afirma que “Kennedy adquirió autoridad con esa crisis, mostró que tenía voluntad”. Del asesinato de Kennedy, considera que la versión oficial “está muy rara, no concibo que con un fusil de mirilla telescópica se haga un disparo así, se repita y se tire de nuevo en un lapso de segundos”.

¿Piensa que había varios tiradores?

“Bueno, yo lo que no me explico de esos disparos es la forma en que se hicieron. Hay un montón de teorías. Sólo puedo compartir mi experiencia del uso de un arma con mirilla telescópica; y lo que dice la versión oficial no es posible, sencillamente”.

Internacionalismo

Con la muerte del Che Guevara no terminan los compromisos de la Revolución Cubana hacia otros pueblos. No sólo en América Latina sino también en África por medio de combatientes en las luchas por la independencia de ese continente. El tema le interesa a Fidel quien puntualiza: “Creo que la solidaridad de Cuba con los pueblos hermanos de África no es suficientemente conocida. Esa página de la historia merece serlo, aunque sólo sea como estímulo a los cientos de miles de mujeres y hombres, combatientes internacionalistas”.

“Para colmo, Washington pretende reescribir la historia: Cuba, al parecer, nunca tuvo absolutamente nada que ver con la independencia de Angola, la independencia de Namibia y la derrota de las hasta entonces invencibles fuerzas del ejército del apartheid”.

A la par de esa experiencia, Fidel se explaya explicando los éxitos del internacionalismo a través de la ayuda médica a otros países. “Sí le puedo decir que tenemos más de 70 mil médicos y otros 25 mil jóvenes estudiando, y eso, sin duda, nos permite ocupar un lugar especial, inigualable -no exagero ni un ápice- en la historia de la humanidad.

“No sé qué harán los demás, porque los vecinos del Norte (Estados Unidos) sólo pueden mandar helicópteros, no pueden mandar médicos, porque no los tienen para resolver ningún problema del mundo. Europa ‘adalid de los derechos humanos’ tampoco, y no tiene ni 100 médicos para enviar al África”.

Cuba y la globalización neoliberal

Para el líder cubano, “hoy no hay capitalismo, no hay competencia. Lo que hay es monopolio en todos los grandes sectores. Quinientas empresas globales dominan hoy el 80 por ciento de la economía mundial. Los precios no son de competencia, los precios a que, por ejemplo, se venden los medicamentos contra el Sida, constituyen uno de los más abusivos, extravagantes y explotadores renglones del mundo”.

Fidel Castro Ruz estima que “en la ideología hay ahora una confusión total. Lo que se enseña en casi todas las escuelas del mundo, son dogmas; incluso aquí se enseñaron dogmas”, de ahí que ahora Cuba haya apostado a la ‘batalla de ideas’, y explica en qué consiste: hay cosas nuevas, pero muy nuevas, extraordinarias. Son las ideas las que iluminan al mundo, y cuando hablo de ideas sólo concibo ideas justas, las que pueden traer la paz al mundo y las que pueden poner solución a los graves peligros de guerra, a la violencia”.

El octogenario mandatario da un ejemplo sobre la relación medio ambiente- neoliberalismo: “pienso que todo esfuerzo por preservar el medio ambiente es incompatible con el sistema económico impuesto al mundo, esa despiadada globalización neoliberal, con las imposiciones y condicionamientos con que el FMI sacrifica la salud, la educación y la seguridad social de millones de personas. Y con la forma cruel en que, mediante la libre compraventa de divisas entre las monedas fuertes y las débiles monedas del Tercer Mundo, le arrebatan a éste sumas fabulosas cada año”.

Golpe contra Chávez

En abril de 2002, hubo un golpe de Estado en Caracas. ¿Cómo siguió usted los acontecimientos?

“Nosotros sólo podíamos actuar usando los recursos de la diplomacia. Convocamos en la noche a los embajadores acreditados en La Habana y les propusimos que acompañaran a Felipe (Pérez Roque) a Caracas para rescatar a Chávez. Propusimos mandar dos aviones para traerlo en caso de que los golpistas decidieran enviarlo al exilio.

“Pero en un momento -continúa Castro Ruz- le permiten hacer una llamada telefónica, y puede hablar con su hija María Gabriela. Y le dice que él no ha dimitido, que no ha renunciado. Que es un ‘presidente arrestado’ Y le pide que difunda esa noticia. La hija tiene la idea de llamarme y me informa. Nosotros decidimos entonces asumir la defensa de la democracia venezolana”.

En esta compilación de cien horas con Fidel Castro, Ignacio Ramonet reconoce que lo asesoraron, entre otros, Eduardo Galeano, Gianni Miná y el extinto Manuel Vázquez Montalbán, para formular sus preguntas. La respuesta del político a una pregunta, sintetiza el espíritu de este gran personaje de la vida política de América Latina y del mundo y es el colofón de esta reseña:

¿Sigue usted siendo un incorregible soñador?

“Los soñadores no existen, se lo dice un soñador que ha tenido el privilegio de ver realidades que ni siquiera fue capaz de soñar”.