No más sangre por petróleo. Ilustración de Matiz para Prensa Rural.

Nota de la redacción: A pesar que la redacción de la Agencia IPI no comparte el tono ni las apreciaciones peyorativas hacía el presidente iraní u otros movimientos árabes (ni hacia cualquier otra persona, ya lo hemos señalado en el pasado) de nuestro colega norteamericano Greg Palast. A pesar además de sus escasos conocimientos del Medio Oriente como él mismo lo reconoce, hemos decidido de publicar su texto porque en contraparte sabemos que el reportero Greg Palast es un periodista honesto, un gran especialista de cuestiones económicas y financieras, que su punto de vista es muy instructivo, porque nos muestra en parte la posición de la prensa independiente estadounidense y la influencia de la propaganda sobre ella. Recordamos también que este artículo fue escrito en pleno conflicto (26 de julio 2006) y los sentimientos y emociones, tanto en el Líbano como en Israel han cambiado mucho con las consecuencias de estos sangrientos sucesos. Este artículo será además un documento que servirá en nuestros archivos a comtemplar puntos de vista divergentes.

No podría decir cómo empezó: esta es una guerra que se lleva luchando desde tiempos de los levitas enfrentados a los filisteos. Pero sí puedo explicar por qué no se ha puesto fin al caos actual. Es por el petróleo. No soy un experto en Palestina ni en el Líbano y no quisiera fingir que lo soy. Si quiere usted saber qué está pasando, lea a Robert Fisk, él vive allí, habla árabe. Aléjese de los entendidos cuya única conexión con Oriente Próximo es el puesto de falafel [plato árabe hecho con una pasta de garbanzos y fritos en aceite como una albóndiga] a la vuelta de la esquina.

Así que, ¿por qué estoy escribiendo esto? La respuesta es que, a pesar de no hablar ni árabe ni hebreo, domino el lenguaje del petróleo.

¿Qué? No hace falta tener un título en Geología para saber que no hay petróleo en Israel, Palestina o Líbano. (Hace unas cuantas semanas estaba bromeando con Afif Safieh, el embajador de la Autoridad Palestina ante los Estados Unidos, y le preguntaba por qué tanto esfuerzo por conseguir un pedazo del único lugar en Oriente Próximo donde no hay petróleo. Bueno, ahora ya no está la cosa para bromas).

Comencemos por los hechos sobre los que podemos estar de acuerdo: los descontrolados van ganando. Locos que hace tan sólo un mes se consideraba desacreditados, son ahora los que mandan: tipos con armas más grandes que sus cerebros y almas mucho más pequeñas. Aquí está la lista:

 En junio, el índice de popularidad del primer ministro israelí, Ehud Olmert, bajaba hasta un nivel similar al de Bush del 35%. Sin embargo a día de hoy, su popularidad según las encuestas se han duplicado hasta un 78% [Palast escribe este artículo en pleno conflicto, de donde el apoyo del pueblo israelí a su gobernante], al tiempo que pone en escena su numerito de «sangrienta limpieza de alimañas» al estilo John Wayne [pistolero cowboy del cinema Holywoodense]. Pero, no nos olvidemos: Olmert no va ni al baño sin permiso de George Bush. Bush puede parar los pies a Olmert mañana. No lo ha hecho.

 Hezbollah, un partido político rechazado de manera abrumadora por el electorado libanés, hastiados por el apoyo del mismo a la ocupación siria, detenta solamente 14 escaños de los 128 que componen el parlamento nacional. Hezbollah se enfrentaba a peticiones tanto de la mayoría libanesa no chiíta como de las Naciones Unidas para que depusiera las armas. Ahora, pocos libaneses sugerirían que se les quitaran los cohetes. Pero, no nos olvidemos: Sin Irán, Hezbollah no es más que una banda callejera fundamentalista. El presidente iraní, Mahmoud Ahmadinejad, puede detener los cohetes de Hezbollah mañana. No lo ha hecho.

 Hamas, tan sólo unos días antes de secuestrar y asesinar soldados israelíes, se enfrentaba a un cierta derrota política a manos de la mayoría palestina, dispuesta a aceptar la existencia de Israel como se proponía en un manifiesto en favor de las negociaciones de paz redactado por influyentes presos palestinos. Ahora la brigada lanza-cohetes de Hamas vuelve a llevar la voz cantante. Pero, no nos olvidemos: Hamas no tiene un céntimo y es casi como una broma sin el botín y la autoridad provenientes de Arabia Saudita. El rey Abdullah puede detener a estos tipos mañana. No lo ha hecho.

¿Por qué no? ¿Por qué quienes tenemos la humorada de llamar «líderes» de Estados Unidos, Irán y Arabia Saudita no han traído de vuelta al redil a sus vástagos delincuentes, por qué no les han cerrado el grifo de la paga y los han castigado seis meses?

Tal vez porque el caos y el asesinato en Oriente Próximo son muy pero que muy rentables para los patrocinadores de esos personajes pertrechados con bombas y cohetes. América, Irán y Arabia Saudita tienen una cosa en común: el motor de sus regímenes consume petróleo. Cuanto más suba el precio del crudo, mayores serán los beneficios y la felicidad de los presidentes y principillos de esas repúblicas petroleras.

Este jueves, se espera que Exxon anuncie el beneficio de segundo trimestre más alto de la historia desde los tiempos del faraón, 9.900 millones de dólares de puro beneficio recaudados en sólo tres meses, cortesía de la escasez de petróleo causada por incendios en los oleoductos en Irak, ataques de los señores de la guerra en Nigeria, los efectos persistentes sobre las infraestructuras petroleras venezolanas del sabotaje huelguista de 2002… y la lista sigue.

Los descomunales beneficios de Exxon simplemente reflejan el frío axioma de que las compañías petroleras y los estados ricos en petróleo no obtienen su botín de los yacimientos sino de los problemas. Encontrar petróleo incrementa la oferta. Un incremento de oferta entraña una bajada de precios. En cambio si lo que se encuentra son problemas –guerras, golpes de estado, huracanes, lo que sea que perjudique al suministro-, el precio del petróleo sube.

Un par de ejemplos conforme a los datos del Bloomberg de hoy:
«El barril de crudo superó los 75$ en Nueva York al tiempo que los enfrentamientos en Líbano entre Israel y las fuerzas de Hezbollah, apoyadas por Irán entran en su decimocuarto día... El precio del petróleo se incrementó el mes pasado como consecuencia de la preocupación de que el suministro de Irán, el cuarto productor del mundo, pudiera interrumpirse como resultado de la disputa de dicho país con las Naciones Unidas en torno al enriquecimiento de uranio... [Y en palabras de un operador del mercado]: Todavía creo que este verano es posible que llegue a los 85$. Me sorprende mucho que no hayamos tenido ningún huracán».

En Teherán, el presidente Ahmadinejad podría -o no- tener planes para la fabricación de una bomba nuclear, pero lo que es seguro es que sabe que dando a entender que sí, hace que suba el precio de algo que es seguro que tiene: petróleo. Cada vez que se pone a ladrar «Mahmoud el Loco» sabe que está inflando el precio del crudo. Una simple «prima de lío en Oriente Próximo» de 10$ reporta a su régimen casi 250 millones de dólares semanales (incluido un pequeño empujoncito al precio del gas natural iraní). Nada mal contrapartida por causar unos poquitos problemas.

¿Arabia Saudita de beneficia de «Los Problemas?»
Si asumimos un incremento de 10$ en el precio del barril como consecuencia del caos en Oriente Próximo, puede estimarse que la sangre derramada en la arena supone 658 millones de dólares adicionales en el bolsillo de Abdullah.

Y en Houston, puede oírse el repiqueteo de la caja registradora al ritmo de las explosiones en Kirkuk, Beirut y el delta del río Níger, que resuenan como si de las campanillas del trineo de Papa Noel se tratara. A 75,05$ el barril, se entiende que lo llamen «dulce» crudo. Es una subida del 27% respecto del año anterior. ¿La gran diferencia entre entonces y ahora?: la estela encarnada de los cohetes.

Los beneficios de Exxon en el segundo trimestre puede que batan récords, pero los del trimestre que viene debieran dejarlos en nada, ya que la «prima Líbano» y la insurgencia iraquí han empujado los precios al alza una media del 11% en los últimos tres meses.

Así que los que suministran las armas, no encuentran mucho aliciente en decirles a sus pupilos que guarden sus juguetes asesinos. Esta maldita guerra simplemente es demasiado rentable.
Se nos ha enseñado a ver los conflictos en Oriente Próximo como meros brotes de animosidades tribales de origen ancestral. Pero para descubrir por qué el fuego no se apaga, puede aplicarse la sempiterna máxima: sigue el rastro del dinero.

¿Estoy diciendo que los caciques del petróleo en Teherán, Riyad y Houston conspiraron para desencadenar una guerra con el objetivo de incrementar los beneficios? Me cuesta imaginarlo. Pero lo que no tengo nada claro es si Bush dejaría a Olmert seguir con los bombardeos una semana más, o si los potentados del Golfo Pérsico permitirían a Hamas y Hezbollah continuar con sus letales fuegos artificiales si ello acarreara un desplome en el precio del crudo. Tanto usted como yo sabemos que afectara a las arcas de Exxon o de la Casa Real Saudita, el alto el fuego se impondría en menos que se dice «Perforemos en el Ártico».

Al final, habrá otro alto el fuego. Pero los accionistas de Exxon no tienen de qué preocuparse. El recalentamiento global ha hecho subir la temperatura del mar lo suficiente como para que puedan esperar con anticipación una imponente -y rentable- temporada de huracanes.

Traducción
Helena Álvarez de la Miyar
Traductora e intérprete, Master of Arts Monterey Institute of International Studies.

Por Greg Palast, 26 de julio de 2006.