«Los generales declararon que se trata de un golpe de Estado militar a favor de la democracia y, aunque derrocaron a uno de los primeros ministros más populares en la historia de Tailandia, la mayoría de los comentaristas coincidían este miércoles en aprobar [ese punto de vista]» [1], indica desde Bangkok el corresponsal del New York Times en la edición del 21 de septiembre de 2006 [2].

Para los lectores que puedan escépticos ante la noción de «golpe de Estado militar a favor de la democracia» (sic), el diario de las elites proestadounidenses indica que se trató de un «golpe de Estano no violento » (re-sic) ya que los golpistas no tuvieron que hacer uso de sus armas dado que el primer ministro se encontraba en el exterior y porque sus partidarios no viven en los barrios elegantes de la capital.

Cualquiera puede darse cuenta que el New York Times, al igual que las elites de Bangkok, siente cierta antipatía por Thaksin Shinawatra, el primer ministro derrocado, quien realizó las más ambiciosas reformas sociales que se hayan emprendido nunca en Tailandia y dispone de un masivo apoyo popular. El diario reconoce esas realizaciones (programas de desarrollo de las poblaciones rurales, anulación del sobreendeudamiento privado, creación de un sistema de salud pública a bajo precio), que califica con repugnancia de «medidas populistas» (sic) (en vez de «medidas populares»).

El New York Times, que ya se congratulaba anteriormente por el golpe de Estado en Filipinas, precisa su razonamiento: «Con este golpe de Estado, Tailandia se convierte en otro Estado del sudeste asiático que reinterpreta la democracia en términos no democráticos, incluso manipulando o suspendiendo el procesos constitucional para alcanzar objetivos políticos [democráticos]» [3].

Lo cual completa la lección. Para la clase dirigente estadounidense, la democracia ya no tiene nada que ver con el gobierno del pueblo por el pueblo sino con el uso de cualquier medio que permita favorecer la instauración de un régimen al servicio de los intereses de Estados Unidos.

Mientras tanto, el Departamento de Estado estadounidense condenó la utilización del golpe de Estado militar para resolver la crisis política tailandesa y llamó a una «devolución del poder a los civiles» (sic), lo cual significa que Washington estaría dispuesto a aprobar la designación por los militares de un nuevo gobierno para sustituir el gobierno que el pueblo tailandés había escogido durante las elecciones… ¡Que casualidad! ¡Precisamente lo que tenía previsto el general Sonthi Boonyaratglin!

[1«The generals billed it as a pro-democracy military coup, and although they had ousted one of the most popular prime ministers in Thailand’s history, most commentators here tended to agree on Wednesday».

[2«Thailand Reinterprets the Rules of Democracy, Again», The New York Times, 21 de septiembre de 2006.

[3«But with the coup, Thailand became one more Southeast Asian nation that has reinterpreted democracy in undemocratic terms, either manipulating or sidestepping constitutional processes to achieve political ends.»