Arriba: El presidente George Bush hablando con los bomberos en los restos del WTC New York, el 20 de septiembre 2001. Foto Paul Morse, White House.
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Desde el momento mismo de la tragedia, se han interpuesto hasta hoy por parte de familiares de las víctimas y sobrevivientes, cientos de demandas contra el dictamen final de la comisión investigadora nombrada por la administración Bush.

El hecho de nombrar al frente de la misma al ex Secretario de Estado Henry Kissinger -quien a la postre renunció-, dañó de inicio la credibilidad del grupo investigativo, acusado de ser creado más para tranquilizar a la opinión pública, que para llegar a la verdad.

Para muchos, dentro y fuera de Estados Unidos, los atentados proporcionaron al gobierno norteamericano la coartada perfecta para justificar las ulteriores intervenciones en Asia Central y el Medio Oriente.

Además, en el ámbito interno, aportaron el argumento necesario para restringir las libertades civiles, a través de la denominada "Ley Patriota", y aumentar así el control sobre los ciudadanos.

Según Morgan Reynolds, miembro del equipo asesor del presidente Bush padre y director del Centro de Justicia Penal del Centro Nacional de Análisis político de Dallas, Texas, la caída de las torres del World Trade Center pudo estar provocada por una "demolición controlada".

De acuerdo con Reynolds, la versión oficial se contradice. Un rascacielos con estructura de acero, ni siquiera envuelto en llamas durante horas ?las torres ardieron sólo 16 minutos-, se desplomaría del modo en que lo hicieron las torres neoyorquinas.

Ello hacía evidente que era importante preservar los restos, en particular las vigas de acero, para estudiarlas y llegar a conclusiones sobre lo que había ocurrido. Sin embargo, las vigas fueron vendidas a China, como chatarra.

Algunos hechos demuestran la falla en la teoría del gobierno de que fue el carburante de los aviones lo que originó el derrumbe, pues cuando fue impactada la Torre Sur, la mayor parte de las llamas de la Torre Norte ya había desaparecido.

Los bomberos del Departamento de Incendios de Nueva York recibieron orden tajante de "no especular" sobre "ciertas explosiones" que escucharon momentos antes del colapso de los edificios.

Incluso, el tan vapuleado informe de la comisión gubernamental reconoce que ninguno de los jefes de bomberos presentes imaginó jamás que alguna de las torres se desplomara.

Con posterioridad al 11 de septiembre, una alta torre madrileña ardió intensamente durante horas. Su fisonomía se transformó en una gigantesca escultura fusiforme de hierro y concreto chamuscado, pero se mantuvo en pie y solo cayó cuando fue demolida, días después.

Willian Rodríguez, quien trabaja como reportero de la Torre Norte y por sus actos de heroísmo ese día fue honrado por el presidente Bush en la Casa Blanca, ha desmentido la teoría oficial y asegura que escuchó explosiones antes que el edificio se derrumbara.

Paralelamente, Paul Craig Roberts, subsecretario del Tesoro en la administración Reagan, ha dicho que las consultas realizadas con ingenieros y científicos calificados le han permitido llegar a la conclusión de que "el derrumbe fue provocado por cargas explosivas".

No sería primera vez

Ante el elevado costo en sus vidas y la impredecible trascendencia política que, de confirmarse, tendría; en una primera reflexión parecería impensable que pudiera tratarse de un complot gubernamental.

Sin embargo, en la demanda interpuesta contra la administración por el abogado Phillip Berg, ex comisionado de la Fiscalía General de Pennsylvania, se asegura que el gobierno tuvo "conocimiento cabal y oportuno" sobre la planificación de los atentados.

Incluso, la esposa de uno de los detenidos por su presunta participación en los hechos, ha dicho que algunos de los secuestradores eran agentes al servicio de la CIA y el FBI, con la misión de mantener controlados a varios grupos árabes.

Berg ha compilado cronológicamente las advertencias de gobiernos extranjeros y agentes del FBI sobre la inminencia del ataque, así como las ?inexplicables? fallas del sistema defensivo del país y la posterior obstrucción de una certera investigación.

En el caso del avión que se impactó contra la sede del Pentágono, en Washington, tanto la aviación de interdicción como los sistemas de cohetes, tuvieron a su favor casi una hora para interceptarlo, desde que abandonó su ruta oficial de vuelo.

El documento hace énfasis en la "injustificable" media hora de reacción que perdió en una escuela de Florida el presidente Bush -a la sazón comandante en jefe de las fuerzas armadas-, luego de conocer que el país estaba siendo atacado.

Por improbable que parezca la idea de una conjura oficial, de turbias conspiraciones -unas comprobadas y otras por comprobar- está plagada la historia norteamericana.

Tales son los casos del asesinato de los presidentes Lincoln, Cleveland y Kennedy, así como de los luchadores por los derechos civiles Martin Luther King y Malcom X.

El hundimiento del acorazado Maine en Cuba, utilizado como pretexto para intervenir en la guerra hispano-cubana en 1898, costó la vida a más de 250 marineros y oficiales.

Se dice que el mando militar norteamericano tuvo información previa sobre el ataque japonés a Pearl Harbor, en 1941, que sirvió de aval a Estados Unidos para su entrada en la Segunda Guerra Mundial, pero costó más de tres mil bajas, entre muertos y heridos.

Hoy se conoce que fue una farsa la "agresión" a los destructores norteamericanos en el Golfo de Tonkín, en agosto de 1964, que justificó el envío de tropas a Indochina y la ulterior guerra de Vietnam, la cual causó más de 60 mil muertos al pueblo estadounidense.

Pululan los escándalos políticos: el "Watergate" de Nixon, el "Irán-Contras" de Reagan y, para Bush, las supuestas armas de destrucción masiva en Iraq que nunca aparecieron, pero han cobrado la vida a más de dos mil 500 norteamericanos, en un conflicto sin fin.

En cada uno de ellos se aprecia un común denominador, perfectamente aplicable a los incidentes del 11 de septiembre: los intereses de los círculos de poder en Estados Unidos, en complicidad con los servicios de inteligencia.

Desde el 27 de octubre de 2004, varias familias de las víctimas del 11 de septiembre mantienen interpuesta una querella criminal contra la administración, ante el presunto fraude en la encuesta oficial, por la que reclaman una indemnización de siete mil millones de dólares.

Si se comprueba que los rascacielos del World Trade Center verdaderamente se desplomaron por una demolición controlada, entonces sería real la hipótesis de una conspiración interna o un atentado gubernamental contra el pueblo norteamericano.

(Para más información sobre el tema, visite la sección OTRAS HISTORIAS SOBRE EL 11-S)

4/10/06

Fuente
Prensa Latina (Cuba)

Fuente: Prensa Latina, 4 octubre de 2006.