Esa justificación pretende «legitimar» las «razones humanitarias» de la guerra de agresión que, en realidad, esconde las verdaderas intenciones políticas, económicas, sociales, culturales del agresor.

La geopolítica de dominación imperial practicada por Estados Unidos y por las potencias occidentales que conforman la Organización del Tratado del Atlántico Norte -OTAN-, en nombre de la «intervención humanitaria» han cometido actos de barbarie en cada pueblo invadido como lo testimonian Bosnia y Kosovo, Servia y Montenegro, Afganistán e Irak, y en nuestra América: Haití, Panamá, República Dominicana, Nicaragua, Granada, intervenidos, inclusive, con el auspicio de la Organización de las Estados Americanos.

Walden Bello, Director Ejecutivo de ’Focus on the Global South’, con sede en Bangkok, sostiene que “aunque condenamos las violaciones de los derechos humanos de cualquier régimen, la violación sistemática de esos derechos no puede ser justificación para la violación de la soberanía nacional por medio de la invasión o la desestabilización. Terminar con un régimen opresor o un dictador es responsabilidad de cada país”. En consecuencia, la guerra de «intervención humanitaria» debe ser rechazada por la humanidad, donde ocurra.

A la ex Yugoslavia -Kosovo especialmente- se la ha considerado como un ejemplo clásico de la «intervención humanitaria». Allí, Estados Unidos probó que podía actuar impunemente sin el consentimiento de la ONU, porque sabía que el Consejo de Seguridad no iba a aprobar la invasión a los Balcanes.

Al deteriorar la imagen de la ONU, el poder imperial recurrió a la OTAN a la que utilizó como cobertura legal de la guerra, ya que el 95 % de las fuerzas armadas invasoras, le correspondió a Estados Unidos que decidió utilizar nuevas armas de destrucción masiva que mataron a millares de civiles.

Esa guerra «aérea» y de los «misiles inteligentes» cargados de bombas de uranio empobrecido y «bombas de racimo», destruyó hospitales, escuelas, colegios, puentes y centrales de energía eléctrica.

¿Alguien podría afirmar, razonablemente, que la «intervención humanitaria» por Estados Unidos y la OTAN en Yugoslavia, protegió algún derecho humano, convalidó algún principio del derecho internacional humanitario, o la prevalencia de las Naciones Unidas?

La OTAN es la punta de lanza del imperio. Permitió su expansión para institucionalizar el liderazgo de Estados Unidos en la Europa del Estado y en las repúblicas que formaron parte de la Unión Soviética a las que ha ido anexando paulatinamente. Según G. John Ikenberry, en ‘Multilateralism and US Grand Strategy’, el crecimiento de la OTAN, desde el punto de vista de Washington “proporcionaría un marco institucional para consolidar las transiciones a nivel nacional que estaban en proceso en Europa del Este y Europa Central. La perspectiva de ingresar como miembros a la alianza, sería por si mismo un «incentivo» para que estos países realizaran sus reformas nacionales. Estaba previsto que la integración posterior a la alianza perpetuaría esas reformas institucionales. La membresía involucraría una amplia gama de adaptaciones organizacionales, tal como la estandarización de los procedimientos militares, avanzar hacia la interoperatividad con las fuerzas de la OTAN, y la planificación y capacitación conjuntas. A través de la incorporación de nuevos miembros a las instituciones de una alianza más amplia y la participación en sus operaciones, la OTAN reduciría la capacidad de estos países de revertir los procesos y volver hacia las viejas formas, y reforzarían la liberación de los gobiernos de transición…”

Con esos «incentivos» Estados Unidos y la OTAN desean implantar en el mundo la «democracia» entendida en su particular visión; es decir que esté al servicio de los intereses imperiales, así se oponga al servicio de los pueblos y sus objetivos nacionales y estatales. La «democracia a la americana» que desea implantar en los cinco continentes debe entendérsela como gobiernos nacionales sumisos a los intereses económicos, políticos, sociales, culturales y militares del imperio.

La OTAN, de acuerdo con los lineamientos del imperio, tendría como objetivo fundamental asegurar que los Estados de Europa Occidental siguieran dependiendo de Estados Unidos.

¿Qué importan los convenios, pactos y tratados internacionales si Estados Unidos y la OTAN los violan, lo mismo que los derechos humanos de los pueblos invadidos por las «intervención humanitaria»?

El artículo 14 del Protocolo de 1977 de la ’Convención de Ginebra’, prohíbe los ataques militares a los “bienes indispensables para la supervivencia de la población civil”.

En Kosovo, en Afganistán, en Irak, los bombardeos han dejado sin agua potable, sin energía eléctrica, sin hospitales y centros de salud, a sectores significativos de la población civil.

Pero, además de la Convención de Ginebra, Estados Unidos y la OTAN han violado otros tratados e instrumentos internacionales como la ’Protección de las Personas contra la Tortura’, y otros ’Tratos Crueles y Denigrantes’, el ’Convenio de Ginebra sobre Prisioneros de Guerra’, la ’Declaración Universal de los Derechos Humanos’, el ’Pacto Internacional de los Derechos Civiles y Políticos’, por ejemplo. En definitiva no hay un tratado internacional que no hayan sido violentados por Estados Unidos y la OTAN.

Las denominadas «intervenciones humanitarias» en Kosovo, Afganistán e Irak han sido y son violatorias del Derecho Internacional y de los derechos humanos.

Las campañas militares, siempre acaban por aterrorizar a la población civil porque los misiles inteligentes siempre confunden blancos militares con blancos civiles.

¿De que defensa de los derechos humanos pueden hablar los intervencionistas si cometen genocidios, crímenes de guerra, crímenes de lesa humanidad, si practican detenciones ilegales y arbitrarias, si secuestran a personas en un país y las llevan a cárceles clandestinas en donde son torturadas, masacradas, desaparecidas o ejecutadas extrajudicialmente, en Kosovo, Servia, Afganistán o Irak?

Las campañas militares por «razones humanitarias» son acciones ilegales e inmorales en contra de regímenes peligrosos, molestos, inconvenientes para los intereses de la OTAN y del imperio estadounidense; pero son mucho más peligrosos e inconvenientes para los intereses de la humanidad que, paulatinamente, pierde fe y confianza en las Naciones Unidas, y en los instrumentos internacionales que fundamentan los principios del Derecho Internacional, porque el imperio desea probar ante el mundo que ningún país está libre de ser atacado con premeditación y alevosía, amparado en armas de destrucción masiva dotadas con tecnología de punta, con el socorrido argumento de defensa de los derechos humanos, de las libertades de los pueblos, de la democracia y para librar a los países de dictadores y tiranos.

En Afganistán las «intervenciones humanitarias» se basaron en la necesidad de acabar con el gobierno Talibán que protegía a Bin Laden y Al Qaeda y en Irak para detener la fabricación de «armas de destrucción masiva» que, como se sabe, jamás las tuvo Sadam Hussein, considerado un dictador de la peor especie, al que había que derrocarlo y acabarlo.

Esos fueron los pretextos que intentaron justificar las agresiones militares a los dos países, cuando en realidad Estados Unidos quería imponer su presencia militar en el Asia Central considerada de la mayor importancia estratégica para garantizar el control de la producción y explotación de los hidrocarburos.

Por otra parte, Estados Unidos al invadir Afganistán primero e Irak después, quería demostrar que es posible derrotar a un país con el menor costo posible que, según el analista Richard Clarke, citado en Seymur Hersh , ’The Other War’, es la tesis que le gusta manejar a Donald Rumsfeld, el ex Ministro de Guerra del imperio.

Clarke afirma que esas «intervenciones humanitarias» fueron un laboratorio para probar su teoría sobre la capacidad de ganar batallas decisivas con un reducido número de tropas terrestre apoyadas por la fuerza aérea. Solo que al final, al imperio y a la OTAN les sale el tiro por la culata porque pueden ganar una «batalla decisiva» pero no la guerra.

Walden Bello sostiene que las intervenciones humanitarias en Kosovo, Afganistán e Irak han dejado en evidencia las lecciones amargas que encierra la intervención humanitaria:

1.- La «intervención humanitaria» rara vez se sostiene por mucho tiempo como fundamento dominante, ya que la geopolítica rápidamente se transforma en la fuerza determinante de un operativo militar.

2.- La «intervención humanitaria» termina generando aquello que sus defensores dicen que van a impedir: un aumento en las violaciones a los derechos humanos y las violaciones de los acuerdos internacionales asociados.

3.- La «intervención humanitaria» sienta un precedente muy peligroso, favorable a futuras violaciones del principio de soberanía nacional. Kosovo abrió el camino a Afganistán y ambos condujeron a la tragedia de Irak.

Naturalmente que la pertinaz violación de los derechos humanos por parte de un gobierno merece la condena y el rechazo de la comunidad internacional; pero en ningún caso ese régimen y ese país deben ser sometidos por el uso de fuerzas militares.

Las «razones humanitarias» se vuelven inmorales, ilegales, violatorias del derecho internacional. Más aun, esas «intervenciones humanitarias» deslegitiman a la Organización de las Naciones Unidas y a los pactos y convenios internacionales.

La misma ONU no debe permitir el desarrollo de campañas militares de Estados Unidos o de la OTAN en contra de un Estado al que se le comienza violando su soberanía, para luego violar todos los derechos humanos de sus pueblos. Cuando está en proceso una «intervención humanitaria» debe ser detenida por la comunidad internacional más allá de las resoluciones de la ONU, del veto que allí se impone, o de los intereses imperiales, ya que son superiores de los intereses de supervivencia de la humanidad.

En los actuales momentos por los que atraviesa la humanidad, sólo la opinión pública mundial tendría la autoridad moral suficiente para detener una dictadura tiránica y para deslegitimar de una vez y para siempre, las denominadas «intervenciones humanitarias».

De continuar consintiendo y permitiendo ese tipo de guerras, la potencia imperial puede desatar nuevas agresiones en contra de Venezuela, Irán, Corea del Norte, Cuba, Bolivia, Nicaragua o cualquier otro país de la Tierra que no sea del agrado de Estados Unidos.

La fuerza moral del Derecho Internacional no puede ser reemplazada por el derecho a la fuerza que pretende imponer la potencia unipolar, con la complicidad de los países que integran la OTAN

Sería conveniente reflexionar sobre el pensamiento de Noam Chomsky expuesto en su libro ‘The New Military Humanism’ que demuestra que los gobiernos aliados de Estados Unidos, “en forma regular cometen atrocidades tan terribles o peores que las cometidas durante la guerra de la OTAN en 1999, que supuestamente, iba a detener en Kosovo” .

Justamente en los próximos días, en una de las Repúblicas Bálticas de la ex Unión Soviética, la OTAN va a tener una sesión vital para el desarrollo de su estrategia militar con la que pretende ampliar su esfera de influencia en Europa del Este.

El gobierno de los Estados Unidos y la OTAN se han convertido en un peligro real para la seguridad de otros Estados y sus poblaciones indefensas.