No solo el escenario político ha sufrido un gran cambio luego de la reciente campaña electoral, también la parte más sensible de sustento ideológico del sistema se ha movido, nos referimos a los medios de comunicación masivos. Está claro que para ellos hay un antes y un después de la campaña electoral.

“Ser parciales y jugar a imparciales es de mentirosos”, decía por ejemplo un titular del diario El Comercio del 24 de noviembre, en una entrevista al periodista Xavier Lasso, con la cual se cuestionaba la manipulación que las más importantes cadenas de televisión ejercían sobre la conciencia de los ecuatorianos, bajo el escudo de la imparcialidad periodística. Y como ése se han publicado varios análisis, que reclaman de sus colegas consecuencia con este instrumento fundamental de dominio, cuya piedra angular es la credibilidad.

Son estos medios, que declararon la defunción de los partidos políticos como instituciones representativas de la sociedad, los que están metidos en el saco de la crisis institucional que vive el Ecuador. No estaría por demás entonces acuñar un término para ellos, similar al de partidocracia: les quedaría por ejemplo el de “mediocracia”.

Pero al contrario de sentir preocupación por la pérdida de credibilidad que sufren los medios masivos del país, hay que sentir regocijo. Es bueno que la comunicación se transparente, que los magos del engaño se desenmascaren, porque así los ecuatorianos sabremos a qué atenernos, miraremos los mensajes con el cristal correcto.

Así mismo, en este nuevo escenario, donde las posiciones democráticas y de izquierda han ganado un importante espacio, crece también el nuevo periodismo, los procesos de comunicación emancipadores, contrahegemónicos, alternativos. Y ganan simplemente porque se empatan, corresponden a la tendencia.

El papel del periodismo alternativo entonces, desde la perspectiva del quincenario OPCIÓN, es responder a este nuevo momento elevando el nivel de discusión política e ideológica, mostrando de mejor manera los auténticos problemas y prácticas de vida de los ecuatorianos, contribuyendo a ubicar más claramente el horizonte de la lucha de los pueblos. Para el periodismo alternativo no hay medias tintas, la imparcialidad es anacrónica, y el compromiso con el cambio, con las grandes mayorías, es la única línea editorial y el único código de ética a defender.