Desde 1985 varias compañías petroleras extranjeras han operado en el bloque No. 7, ubicado en la provincia de Orellana. La compañía BP hizo la prospección sísmica y perforó varios pozos. En 1995, Oryx pasó a ser la operadora del bloque y construyó un oleoducto a lo largo de la vía. En el 2001 entra Perenco junto a OMV (Austria). En el 2004 queda la francesa Perenco como única operadora del bloque. En estos más de 20 años de explotación petrolera han sucedido varios atropellos a las comunidades.

La comunidad García Moreno, situada al sur-oeste del Coca en este bloque, tras 12 años de constantes abusos de las compañías petroleras, decidió cortar la vía para reclamar por los altos niveles de contaminación generados durante la extracción del petróleo. Los habitantes de esta comunidad interceptaron un camión cisterna, evacuando aguas de formación (altamente tóxicas) directamente a la vía.

San Carlos y la Joya de los Sachas, otra comunidad del bloque 7, es otra zona altamente afectada por la actividad de la compañía Texaco, que desde inicios de la década de los 70, perforó cientos de pozos, abrió kilómetros de carreteras. Provocó grandes daños al medio ambiente y a los que habitan el área. Hoy Petroecuador opera los campos heredados de Texaco. En la comuna de San Carlos, próxima a la Estación Sacha Central, se encuentran los niveles más altos de cáncer del país. Para acceder al agua deben retirar a un lado el crudo asentado en la superficie. Las piscinas que Texaco llenó con productos tóxicos hace tres décadas, fueron enterradas sin ningún tipo de remediación.

Territorio huaorani

La vía Aucas está situada al sur de Coca y es sumamente vigilada por las FFAA. Originalmente la zona estaba dentro del territorio indígena huaorani. Ante la presión de la compañía y con la ayuda del ejército, la incipiente resistencia de este pueblo guerrero fue acallada y se les redujo su territorio ancestral. Esto facilitó la apertura de pozos en zonas anteriormente inaccesibles y se produjo también una fuerte colonización de la vía. Actualmente la población huaorani, vive dependiente de los petroleros en lo que se refiere a la alimentación y a la salud. El pueblo huaorani se dedicaba a la recolección y la curación, a través de la medicina natural, propia de la selva.

Por todo este territorio, las tuberías cargadas de petróleo se extienden a lo largo de la vía en lo que un día fue bosque tropical y territorio indígena huaorani. Desde hace más de una década campesinos e indígenas agrupados en el Frente de Defensa de la Amazonía le siguen un juicio a la Texaco por deuda ecológica y social.

La contaminación es inmensa. Se calcula que hay dos derrames de crudo por semana. Los trabajadores apenas reciben protección para efectuar tal trabajo. Debido al beneficio que supone los trabajos de remediación han proliferado, coincidencialmente, las empresas remediadoras y los numerosos casos de atentados y/o sabotajes a oleoductos.

Las compañías petroleras amparadas por gobiernos y militares corruptos están acabando con la amazonía ecuatoriana. El afán por petróleo violenta los derechos humanos más básicos. El pasivo ambiental y el daño social que ha legado la actividad petrolera en la amazonía ecuatoriana es evidente: por todas partes oleoductos, carreteras, piscinas de petróleo, petróleo entre los árboles, petróleo en los ríos, petróleo en las gentes, cáncer de petróleo por doquier. En todas partes, la mancha negra de la impunidad. Después de años, ahora sabemos que la única petrolera buena es la que no existe.