Soldados estadounidenses frente al Ministerio del Petróleo en Bagdad, Irak.
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Entrevista a Robert Fisk, corresponsal en Oriente Medio:

TRASCRIPCIÓN DIRECTA

AMY GOODMAN: Nos volvemos a Robert Fisk. Robert Fisk es el corresponsal jefe en Oriente Próximo del Independent de Londres. Ha estado informando desde Oriente Próximo durante los últimos treinta años, sea en Afganistán o Irán, Líbano, los Territorios Ocupados, Israel o en Iraq, año tras año. Bueno, vino a California, a Long Beach, este fin de semana para dirigirse al Consejo Musulmán de Asuntos Públicos, un grupo de más de 1.000 musulmanes que se reunieron para su sexta conferencia anual. Hizo el discurso inaugural de noche, que presentaremos. Pero primero, paso al discurso que hizo por la tarde en una discusión de mesa redonda sobre el informe. Llegó al podio con una copia del informe en la mano.

ROBERT FISK: Señoras y señores: ¿cuántos de ustedes han leído realmente el informe sobre Iraq de Baker y Hamilton? Un mar de manos ausentes, virtualmente, sí. Se lee, sorprendentemente – tiene ese extraño sabor periodístico. Habla permanentemente de “se acaba el tiempo,” de “fronteras porosas.” Me recuerda el tipo de material que nos llega de la Brookings Institution o de mi periodista favorito, Tom Friedman del New York Times. Así que sugiero que antes de que lo lean... – me las arreglé para leerlo ayer en el Vuelo 979 de United. Antes de que lo lean, sugiero que empiecen por el fin, porque descubrirán que los señores Hamilton y Baker tuvieron la gentileza de enumerar a los expertos que les ayudaron. Los llaman realmente antiguos funcionarios y expertos.

Voy a repasar algunos para ustedes: Strobe Talbott, de la Brookings Institution; George Will, del Washington Post; Kenneth Pollack, el que les ofreció “The Threatening Storm,” el libro que les dijo que realmente había armas de destrucción masiva en Iraq; la Brookings Institution; Carlos Pascual, de la Brookings Institution; Michael O’Hanlon de la Brookings Institution; Instituto de la Empresa USamericana; Martin Indyk de la Brookings Institution. Se recibe la idea de que tal vez estas proposiciones no vayan a funcionar en realidad, ¿no es cierto? Y luego, lo tenemos: Thomas Friedman, del New York Times. Así que les aconsejo enérgicamente que lean este documento.

Tal vez Mr. Bush tenga razón. Ya saben, creo que no queremos democracia, nosotros, los occidentales. No queremos democracia en Oriente Próximo. No tenemos la menor intención, creo que la gente de Oriente Próximo – bueno, en realidad, estoy enteramente de acuerdo – querría algo de nuestra democracia. Pero ellos también, creo, quieren una clase diferente de libertad. Quieren estar libres de nosotros. Y no estamos dispuestos a concedérsela.

¿Tiene que ver con petróleo? Claro que sí. ¿Pensáis realmente que si la exportación nacional de Iraq fuera espárragos o zanahorias tendríamos a la 82 Aerotransportada en Mosul o a los Marines de USA en Ramadi o Faluya y otros sitios en la provincia Anbar? Realmente, no lo creo.

Pero también tiene que ver con otra cosa. Tiene que ver con la necesidad visceral de las potencias imperiales de proyectarse – militarmente – de expandir. Quiero decir: los romanos lo hicieron, los británicos lo hicieron. Tuve una conversación muy extraña hace un par de años cuando los españoles se retiraban después de los atentados de Madrid. Fui al cuartel español en Kufa, en las afueras de Najaf. Y mientras hablaba con algunos oficiales españoles, todos los cuales estaban ansiosos de volver a España, apareció caminando un hombre, un militar USamericano: pistola, rifle, ropa civil, obviamente de la CIA. Y dice: “Dicen que hay hombres, 60 o 70, con armas, que se mueven por las calles aquí, de noche. Y yo dije: “Probablemente lo hacen.”

Dijo: “¿Cómo lo haremos? ¿Qué haremos? ¿En qué nos equivocamos?” Y yo dije: “Mire, cuando los romanos conquistaban a otro país – y lo hicieron con gran brutalidad; crucificaban a todo el que se les opusiera – convertían a todos en ciudadanos de Roma. Cada cual tenía el equivalente de un pasaporte romano. Imagínese,” dije, “lo que habría ocurrido si, cuando los primeros soldados USamericanos cruzaron el río Tigris en abril de 2003, USA le hubiera dicho a cada ciudadano de Iraq que lo desee que puede unirse a nuestra democracia y convertirse en ciudadano USamericano.” No puedo describir lo larga que sería la fila ante la primera embajada de USA que se abriera. Eso no quiere decir que toda la gente de Iraq quisiera ir a vivir en USA, o viceversa. Pero no creo que habría habido una insurgencia si se hubiera mostrado generosidad a los iraquíes.

Cuando vi a Bagdad ardiendo – sus instituciones, sus museos, sus galerías de arte, su patrimonio... – los militares de USA deberían haber establecido una masiva ciudad de carpas médicas alrededor de Bagdad. Ayuda médica gratuita para todos: los enfermos, los heridos, los que sufrían dolor, para mostrar que somos sus semejantes. Pero eso, desde luego, no formaba parte del plan. Que error terrible, terrible, mucho peor que la disolución del ejército iraquí o la disolución de la policía. Incluso peor que el robo del petróleo.

Ya saben, hoy enfrentamos en los medios el mismo problema constante de debilidad, flojera y miedo. Al tratar de informar sobre las realidades, ¿qué periódico han leído recientemente en su país, periódico de la tendencia dominante, en el que un periodista normal de la tendencia dominante pueda decir las cosas que les he dicho esta noche? Probablemente sea por eso que yo estoy aquí y no Tom Friedman, ¿no es así? Bueno, Tom Friedman podría decirlas hasta cierto punto, pero creo que podemos leerlo en este informe.

Me temo que el problema sea que nos hemos acostumbrado a un tipo de información suave, moderada, sobre Oriente Próximo en los medios de USA, que es incomprensible a menos que conozcas la región. El “muro” se convierte en “barrera de seguridad,” como la barrera de seguridad de Berlín, que tal vez algunos de ustedes recuerden. “Territorio ocupado” es “territorio en disputa.” Una “colonia” se convierte en “vecindario.” Y por lo tanto, desde luego, los palestinos, son genéricamente violentos por oponerse a esto lanzando piedras, o algo peor.

Pienso, ya saben, que lo mismo ocurre con el informe Mearsheimer-Walt. Entrevisté al pobre Walt en Harvard justo después de que produjera su famoso informe sobre el lobby israelí y el poder del lobby de Israel, y estaba en un estado de choque casi catatónico. Y le dije: “Cálmate, sabes. Únete al club. Todos hemos pasado por lo mismo antes.” Todo el que haga una crítica razonablemente decente de Israel, incluyendo los israelíes, será llamado antisemita. Y respondemos a eso de manera muy clara. En Gran Bretaña, amenazamos con demandar a todo el que nos llame eso, porque es una mentira. John Malkovich, el actor, que dijo en Cambridge Union que quería dispararme, continuó con lo mismo en el Observer diciendo que me odia por mi, cito, “depravado antisemitismo.” Nuestros abogados entraron inmediatamente en acción. El Observer retiró la historia y se disculpó. Hay que mantenerse firme. Y los periodistas tienen que mantenerse firmes cuando son falsamente acusados de racismo.

Estoy totalmente de acuerdo con mi amigo cuando habla sobre la vergüenza de negar el Holocausto judío. Sucedió. Seis millones de judíos fueron asesinados en Europa. He estado en Auschwitz. He estado en Birkenau. He estado en Treblinka. Todo es verdad. Lean el magistral libro de Martin Gilbert “The Holocaust.” Pero por qué no dice el presidente Ahmadinejad y todas esas personalidades árabes que dicen las mismas cosas, pero no tan fuerte, ¿por qué no dice: “Sí, sí, asesinaron atrozmente a seis millones de judíos, y es verdad, pero no lo hicimos nosotros.”? Ése es el error.

Una y otra vez, acusan ahora a los árabes por el Holocausto. ¿Recuerdan a Menachem Begin, cuando enviaba a sus tropas hacia Beirut en 1982, escribió esa desvariada, demencial carta a Reagan diciendo que él era el Ejército Rojo que avanzaba sobre Berlín donde estaba Hitler? – Hitler; el pobre Yasir Arafat, afirmaba en la época, a propósito, que estaba defendiendo a Beirut como Stalingrado.

Todos están obsesionados con la Segunda Guerra Mundial. Todos. Bush, incluso nuestro propio querido Mr. Blair, creen que son Winston Churchill. Y todos nuestros enemigos, cada uno de ellos, créanme, es un Hitler del Tigris. Antony Eden se refirió realmente a Nasser, como el Mussolini del Nilo. Todos nos ponemos nuestros disfraces de la Segunda Guerra Mundial, es increíble. Y si alguien, alguien, sugiere que la guerra es un error, entonces somos Neville Chamberlain, estamos en la casa del apaciguamiento, y miren lo que pasó en 1939.

Y los periodistas se acomodan con esto. Pollack, uno de ellos, se adaptó a esa línea. Nos contentamos con tratar de repetir los trocitos de historia que recordamos inexacta y erróneamente. Y no recordamos la invasión británica de Iraq en 1917, cuando el comandante británico colocó un documento en los muros de Bagdad, que decía: “Vinimos aquí” – al pueblo del Mohafazat, el gobierno de Bagdad – “Vinimos aquí, no como conquistadores, sino como liberadores para liberaros de generaciones de tiranía.” Y en 1920, cuando comenzó la insurgencia, la insurgencia iraquí contra el régimen británico en Iraq, bombardeamos Faluya, y bombardeamos Najaf. El ejército británico, en 1920. He visto el telegrama escrito por la inteligencia británica en Bagdad al Departamento de Guerra en Londres, diciendo que terroristas cruzaban la frontera, desde... ¿?

MIEMBRO DEL PÚBLICO: Siria.

ROBERT FISK: Sí, exactamente. Usted leyó ese telegrama. Usted conocía ese telegrama. Y entonces Lloyd George, el primer ministro británico, se levantó en la Cámara de los Comunes y dijo: “Si las tropas británicas abandonan Iraq, habrá...” ¿?

MIEMBRO DEL PÚBLICO: Guerra civil...

ROBERT FISK: Exacto. Usted leyó el informe parlamentario del Times de 1920, ¿cierto? No leemos historia. Nuestros periodistas no leen historia. ¡Santo cielo!, tampoco nuestros dirigentes.

Ya saben, pienso que esto – uno de estos problemas del periodismo es que no llevamos libros de historia en el bolsillo del pantalón. Y creo que el otro problema es que tampoco los llevan nuestros dirigentes. Y existe un problema importante, por sobre todos los demás, que no consideramos. Muchos de nosotros, muchos de ustedes, muchos de nosotros hemos vivido guerras. Pero no hay un solo miembro de algún gobierno occidental en alguna parte del mundo que haya jamás experimentado, o estado en, una guerra. Mr. Bush podría haber estado, desde luego. Mr. Cheney podría haber estado. Colin Powell estuvo, y ya se fue; tenía experiencia. Cuando estaba creciendo, Churchill, Eden, tuvimos muchos primeros ministros en Gran Bretaña que habían estado en la guerra. Sabían que uno no va a la guerra por motivos falsos o aparentes. Pero eso se acabó. La experiencia de la guerra de nuestros dirigentes es ahora Hollywood.

Pienso que, ya saben, el proyecto de rehacer el Oriente Próximo es un proyecto infantil. Ya ha sido olvidado. Los planificadores neoconservadores ya han dicho: “No nosotros, compadre. No nosotros, no, no. Nos vamos. Es su culpa. Y mira a esos iraquíes.” Lo último que nos llega, a propósito – lean a David Brooks en el New York Times – es que los iraquíes han demostrado que no se merecen los frutos de la civilización que deseamos darles. Codiciosos. Sectarios. Lo único que conocen es la tribu. Hasta que, por cierto, encontremos otra nación apropiada para ser invadida y que se le ofrezcan los frutos de nuestra civilización. Seguro, hay toda una selección. No será Corea del Norte, porque tiene la bomba.

Miren cómo nos hemos tragado toda la línea sobre Irán. Irán, cuyas instalaciones nucleares fueron iniciadas con nuestro aliento, y con el aliento de Washington, bajo el Shah. Existe realmente un país musulmán en el Sudoeste Asiático, que tiene muchos partidarios de los talibanes, mucha gente de al-Qaeda, y tiene una bomba. Se llama Pakistán. Pero nosotros no hablamos de eso. No forma parte de la narrativa establecida por nuestros dirigentes. Es Irán, Irán, Irán. Como si a cualquiera, durante miles, millones de años por venir, que tenga un turbante, no se le vaya a permitir que tenga centrales eléctricas nucleares. Es disparatado. Es un lenguaje infantil y una política infantil. Y somos nosotros, la presencia de la superpotencia más poderosa en Occidente, la que permite algo semejante y realmente lo organiza.

Señoras y caballeros, no vamos a rediseñar Oriente Próximo. Podemos ayudar a destruirlo, pero no vamos a rediseñarlo. Si quieren saber quién decide ahora la política de USA y quién decide la política británica, no es Mr. Blair, y no es Mr. Bush, son los iraquíes. Muchas gracias, señoras y caballeros.

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Fuente: Democracy Now.
Traducido del inglés por por Germán Leyens, 26-12-2006.