Llegar a este momento en las condiciones descritas después del largo y no menos escabroso camino transitado, confirma la legitimidad del proceso de profundas transformaciones operado en la Isla a partir de 1959, y cuyo alcance trascendió en mucho, sin proponérselo, los limites geográficos de las Antillas.

Nada ha sido fácil para el pequeño país, y solo la conjunción de una fuerte voluntad política de cambios, de confianza ilimitada en el valor de las ideas y en la fidelidad del pueblo, fue capaz de derribar, uno a uno, prejuicios y mitos establecidos y que muchas veces parecían insuperables.

Solo así fue posible alcanzar la unidad, como la más preciada y única arma válida para enfrentar exitosamente la empecinada y arrogante conducta del poderoso Imperio. Haberla logrado ¡y mantenido¡ es, sin duda, entre muchas, la primera virtud de las generaciones que en continuidad ejemplar han sido sus protagonistas.

Gestor magnífico de esta historia deviene Fidel Castro, quien fue capaz de descubrir el camino y sin ignorar riesgos y peligros, lo desbrozó de escollos e impurezas, y forjó las condiciones subjetivas necesarias para avanzar por este.

En eso estaba cuando visionario y rodeado del júbilo popular por la victoria de las armas rebeldes, sorprendió a no pocos cuando expresó en aquel memorable ocho de enero de 1959, al llegar a la capital cubana: "Quizás en lo adelante todo sea más difícil."

Pero ni las tempranas amenazas y agresiones militares, ni el bloqueo decretado por Washington lo detuvieron para disponerse a sacudir las deformadas y obsoletas estructuras creadas por el dominio neocolonial y llevar a cabo reforma agraria, alfabetización, recuperación de recursos naturales y de bienes de la nación mediante las leyes de nacionalización, y adoptar otras incontables medidas de beneficio popular encaminadas a paliar ancestrales padecimientos de las grandes mayorías desposeídas.

Tampoco pudo el Imperio impedir que la rebelde isla brindara su solidaridad a pueblos hermanos de África y América Latina en puja por alcanzar o consolidar su independencia, y más allá de la ayuda militar prestada, extendiera sus manos generosas para luchar también contra las enfermedades y la ignorancia.

Cuba ha sido igualmente ejemplo y aliento para los excluidos de este mundo, y más de una vez habló por los cientos de millones que no poseen voz, sin callar una sola injusticia y ofreciendo su permanente disposición a compartir con todos el pan, la sangre y los sueños.

Sin exageraciones y despojados de ridículas y estériles chovinismos, los cubanos pueden afirmar que al cabo de casi medio siglo de aquel enero de victorias, iniciaron una época de cambios en este continente y se convirtieron en punto de partida de una larga marcha, apreciable como nunca antes por estos días y, que a no dudarlo ya no se detendrá jamás.

Por todas esas razones, los pobladores de la Isla tienen motivaciones sobradas para continuar perfeccionando su avanzado proyecto social, hasta lograr una sociedad de bienestar para todos, con justicia y equidad; y de la mano con los pueblos hermanos marchar hacia la consecución de ese otro mundo posible y necesario.

Agencia Cubana de Noticias