Los últimos días de diciembre pasado, fueron marco emocionante a la presentación del Reporte de Derechos Humanos 2006: Las mujeres positivas*, militante trabajo investigativo a cargo de Susel Paredes Piqué del CMP Flora Tristán. Más aún, la dedicatoria del trabajo dice así: Para María Esther “Maritere”, en recuerdo de su activismo, su compromiso y sus hermosos ojos verdes.

El capítulo II se denomina La feminización de la epidemia y de allí extraemos los siguientes párrafos:

“2.3 Las mujeres y el VIH/SIDA

El rostro de la epidemia se ha transformado progresivamente. Aunque en los primeros años la proporción de hombres viviendo con VIH/SIDA era mayoritaria, con el tiempo esta situación ha ido cambiando. “Si bien los hombres fueron los más afectados al comienzo de la epidemia, los índices de nuevas infecciones entre las mujeres ahora superan a los hombres, especialmente en países donde las mujeres viven en pobreza y con una condición social relativamente baja. En el Africa subsahariana las mujeres representan el 57% de los adultos con VIH”. De acuerdo a la información de ONUSIDA, “en todo el mundo, están viviendo con el VIH 17.3 millones de mujeres de edad igual o superior a 15 años; o sea, el 48% del total mundial”.

En nuestro continente, el caso de República Dominicana muestra dramáticamente la progresión de la feminización de la epidemia. Un reporte de Human Right Watch da cuenta de esta situación: “El VIH/SIDA es la causa principal de la mortalidad de mujeres en edad reproductiva, definida como las mujeres entre quince y cuarenta y nueve años. A finales del 2001, mujeres en ese grupo de edad constituían el 51 por ciento de la población viviendo con VIH o SIDA en la República Dominicana. La proporción de mujeres es mayor en los casos que se infectaron recientemente. ONUSIDA estima que más del 70 por ciento de las nuevas transmisiones de VIH ocurren en relaciones sexuales heterosexuales, lo que hace pensar que la proporción de mujeres viviendo con VIH o SIDA tenderá a crecer”. En este país se produjeron serias violaciones a los derechos humanos de las mujeres, imponiendo pruebas de despistaje de VIH/SIDA en el sector turismo y en las zonas francas, además de casos de discriminación laboral por vivir con VIH/SIDA. Otro problema fue la divulgación no autorizada de los resultados de las pruebas y procedimientos médicos.

En el Perú, desde los inicios de la epidemia, el número de casos notificados de mujeres con SIDA ha aumentado constantemente. En 1990 se registraron sólo 33 mujeres con SIDA. En el transcurso de los años éstos aumentan progresivamente. En 1993 se registraron 102 y en 1994, 150 casos de mujeres. Pero, es a partir de 1995, en que se notificaron 222 casos, que el número por año no vuelve a bajar de doscientos; por el contrario el número tiende a aumentar.

“….el perfil de la epidemia entre los hombres y las mujeres ha mostrado cambios importantes en la medida que se ha reducido la razón hombre-mujer, desde 14 a 1 en 1990 hasta un nivel estable de 3 a 1 que ha mantenido en los últimos 8 años. Así tenemos que el índice fue de 2.5 en el 2001, 3.4 en el 2004 y de 2.8 en el 2005. Esta razón nos muestra que, aunque ha disminuido, la notificación de casos es mayoritariamente debido a casos de varones”.

Conforme fue avanzando la epidemia su rostro fue cambiando, debemos tomar en cuenta que la situación de la mujer en la sociedad la pone en situación de vulnerabilidad respecto de muchos ámbitos de su vida, uno de ellos es su salud.

La violencia hacia la mujer produce múltiples efectos negativos en su vida, en lo personal, productivo-laboral, social, y en la salud: baja autoestima, depresión, dependencia emocional, sentimientos ambivalentes, embarazos no deseados, abortos espontáneos o provocados, desarrollo de conductas nocivas para la salud (alcoholismo, tabaquismo, drogadicción), desórdenes en la alimentación (bulimia y anorexia) y enfermedades de transmisión sexual: ya que existe el riesgo de contagio de ITS infecciones de transmisión sexual, cuando la víctima es forzada a mantener relaciones sexuales sin protección.

Las estadística de la Policía Nacional del Perú para el año 2005, recopiladas por la Oficina de Planificación de la VII DIRTEPOL, muestran que, de 44,270 denuncias por violencia familiar, 66% correspondió a violencia física y 34% a violencia psicológica. Del total de las mujeres víctimas de violencia familiar, 38% son amas de casa, 19% son comerciantes y 10% son profesionales, por lo que se puede concluir que la violencia familiar existe en todos los niveles socioeconómicos. Otro dato fundamental, es la relación con los agresores: 30% señaló como agresor a su esposo, 42% a su conviviente, 5% a su ex esposo y 8% a su ex conviviente.

Existe un vínculo importante entre la feminización de la epidemia y la violencia basada en el género. En un contexto de violencia en la relación de pareja, la negociación sobre las relaciones sexuales y el uso de condón se hace muy difícil y, en algunos casos, resulta imposible. Sin contar con los casos de violación sexual, donde no existe opción.

Uno de los enfoques necesarios para enfrentar la epidemia y su progresiva feminización, es el enfoque de género que “plantea modificar las relaciones de poder que afectan a las mujeres, erradicar toda forma de violencia basada en género, asegurar su acceso a recursos, servicios de salud y educación, acciones positivas para fortalecer su participación política y en la toma de decisiones. La feminización de la epidemia del VIH/SIDA es uno de los grandes desafíos y tareas pendientes”. (Ob. cit. pp. 19-28.)

*Reporte de Derechos Humanos de las mujeres 2006: Las mujeres positivas, diciembre 2006, Lima, CMP Flora Tristán.