Que cien años fue ayer

El rescate de la memoria, la comprensión del sentido de la historia producida por los colectivos humanos, la percepción de ser parte de ella, no sólo como rescate de significados sino como algo a ser cultivado y transformado.

La historia oficial compró su longevidad al precio de sus ojos. La prepotencia criminal de las clases dominantes y el exterminio de los que pensaron distinto, intentando domiciliar sus vejaciones en el olvido.

Pero la memoria está para contarnos sus secretos “llegando hasta el lugar donde anidan los sobresaltos”. Utopías que encendieron la piel de los que lucharon y murieron por ella. Sujetos de un tiempo que nunca escribimos pero que nos dejaron la ilusión de que no es un pecado vivir, ni amar es una emoción condenada.

Estas palabras intentan devolverle a la historia la sangre y el alma que años de “academicismos” le han expropiado.

Crónicas desangeladas

Un capitalismo feroz anidó en nuestros barrios como una pesadilla -o un viejo rencor- y los pequeños como una luz vacilante escriben sus vidas en el “secreto nocturno de las pizarras”. Parece milagro que esos niños donde el hambre ha tallado en sus cuerpos sus mejores filigranas puedan maravillarse ante un eclipse de luna que equivoca a las flores y adelanta el reloj de los pájaros.

Los ungidos señores de la muerte exasperados por su propia incapacidad para erradicar la miseria, optaron por erradicar a los pobres. Mientras una literatura servil proclamó el fin de los tiempos, y muchos políticos mudaron de barca según la rosa de los vientos y gozaron de beneficios de una democracia que nunca desearon y menos merecieron.

Un país que construyeron sobre la derrota de nuestros sueños. Roberto Arlt supo escribir que a nosotros nos ha tocado la horrible misión de asistir al crepúsculo de la piedad y que no queda otro remedio que escribir desechos de pena.

Debemos cancelar el supuesto correr del tiempo como una repetición en esas “callejeras noches finales”, donde las estrellas errantes son niños que ignoran la aritmética.

El poema debe ir siempre oscuro de hombre, gloriosamente, y que toda literatura debe estar subordinada al arte humano, al arte de vivir. Crónicas Desangeladas “con que te apunto el pecho”: Lo que no tiene nombre. Son gritos en el cielo, y en la tierra, son actos, diría Celaya.

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